El presidente del Banco Popular, Emilio Saracho, se dirige a los accionistas en la junta.

El presidente del Banco Popular, Emilio Saracho, se dirige a los accionistas en la junta.

Empresas Debacle de uno de los grandes bancos españoles

La crisis del Popular para ‘dummies’: con 147.000 millones de activo, solo vale 1.700

Claves de un banco, el más solvente de Europa hace una década, que está a punto de ser rescatado si nadie lo compra.  

5 junio, 2017 02:46

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La crisis del Banco Popular está en boca de todos. Se ha convertido en un asunto recurrente en cualquier foro económico que se tercie, aunque el tema a debate esté alejado del estricto ámbito financiero. Y nadie parece tener claro cómo acabará todo.

Las idas y venidas están a la orden del día. Parecía que hace un mes alguno de los grandes bancos españoles se iba a quedar con la entidad presidida por Emilio Saracho, pero ahora ésta opción parece haberse enfriado ante las dudas de los pretendientes por desconocer el déficit de provisiones de los activos tóxicos. Se hablaba de 3.000 millones, pero podrían ser el doble.

Con la venta aparentemente aparcada, una difícil ampliación se abre paso. Y, si no hay ni venta ni ampliación, entraría en funcionamiento el rescate de la entidad, echando mano del mecanismo de resolución.

Ante los mil y un flecos que se están moviendo en torno a esta crisis, en la que vuelve a ponerse en el punto de mira la credibilidad del sistema financiero un lustro después de que tuviera que ser rescatado, EL ESPAÑOL ha querido recopilar una serie de claves para que todos -incluso aquellos que están ajenos a los vericuetos financieros- tengan una idea más o menos precisa de por qué una entidad, como el Banco Popular, que suma en su balance un activo de 147.000 millones, solo vale en bolsa 1.700. 

Origen de la crisis

El Banco Popular era la envidia del sistema financiero hasta hace una década. El más solvente y el que más dividendo daba. Pero la decisión del expresidente Ángel Ron de otorgar a manos llenas créditos a los promotores y a los compradores de viviendas se convirtió en el principio del fin. De la noche a la mañana, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, se vio que contaba en su balance con 25.000 millones de créditos promotor e inmuebles, cuya recuperación se atisbaba complicada, como se ha podido comprobar.

Compra del Banco Pastor

Por si todo esto riesgo era poco, en 2011 el consejo del Popular decidía engordarlo un poco más. Compraba el Banco Pastor por casi 1.400 millones. La operación servía para consolidar al Popular como quinta entidad financiera del país, con 174.000 millones de euros en activos, pero también sumaba 7.000 millones más de activos inmobiliarios problemáticos, dejando la exposición al ladrillo en unos 32.000 millones.

El ladrillo se lo come todo

A partir de aquí, empezaron a sucederse ejercicios en los que el Popular conseguía dar beneficios y repartía dividendos, no sin ímprobos esfuerzos. A pesar de mantener el tipo con los depósitos a los clientes y el negocio de las pymes, las provisiones para cubrir estos activos problemáticos no paraban de incrementarse. Entre 2011 y 2016, el Popular se vio obligado a provisionar más de 20.000 millones de euros para cubrir esa exposición inmobiliaria que, además, se veía aumentada por el creciente impago de los créditos, tanto de los promotores como de los particulares.

Reguero de ampliaciones de capital

Para capear el temporal, el equipo de Ron ha recurrido a las ampliaciones de capital. Hasta 47 desde 2008. Inyecciones que han acabado por diluir notablemente el capital de los inversores históricos. Normalmente, eran de poco importe, pero la de 2.500 millones, de noviembre de 2012, inundó de dudas a los inversores sobre la verdadera salud en la que se encontraba el banco. Esa ampliación vino motivada por el resultado negativo de las pruebas de resistencia, que evidenciaron necesidades de capital de 3.223 millones de euros.

Lo que se presentaba como una solución definitiva para su futuro no resultó ser tal, como han demostrado los acontecimientos posteriores. La nueva ampliación, por el mismo importe acometida hace un año, se convertía en el punto de no retorno.

Salida de Ángel Ron  

Aunque Ángel Ron planteó esta nueva ampliación, en junio de 2016, como la solución definitiva, parte del consejo del banco no lo entendió así. La lucha de poder, durante el otoño de 2016, se decantó en favor de los contrarios a Ron. Los accionistas mexicanos, encabezados por Antonio del Valle, junto a la labor soterrada de Reyes Calderón, la consejera coordinadora, terminaron por doblegar al que, en 2004, Luis Valls había elegido como su delfín.

Caldo de cultivo de especuladores a corto

En medio de este clima de incertidumbre, con Ron en el punto de mira, los inversores especuladores a corto se pusieron las botas a lo largo del segundo semestre de 2016. Y se las siguen poniendo. Día tras día, las comunicaciones a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) evidenciaban el aumento de estas posiciones especulativas, llegando a amasar más del 12% del capital en esta operativa.

Movimientos que están siendo investigados para tratar de saber si alguno de los accionistas de referencia del banco está detrás de la cesión temporal de estas acciones, tomadas a préstamos por los inversores para hacer un negocio que, en este caso, les ha salido redondo. La acción del Popular tenía que bajar y lo ha hecho a manos llenas, de 1,25 a 0,4 euros en un año.

La llegada de Saracho

Con la llegada de Saracho a la presidencia efectiva del banco, a finales de febrero, poco o nada cambió. Es verdad que los operadores a corto mantuvieron cierta cautela para ver que decisiones iba a tomar el nuevo presidente, pero el resto de inversores, que confiaban en una mayor clarividencia del exresponsable de JPMorgan, enseguida quedaron defraudados. Vino a decir Saracho, en aquel discurso ante la junta de accionistas del 10 de abril, que el banco necesitaba capital -sin decir cuánto-, y que ya se vería la vía por la que llegaría. Eso y nada, es lo mismo, pensaron muchos entonces.

Venta, ampliación o rescate

A partir de aquí, la venta fue la primera opción, y quizás lo siga siendo, aunque ha perdido muchos enteros ante las dudas de los pretendientes -Santander, Bankia y, también, BBVA, el primero que pujaba en diciembre, y cuya oferta por 1,35 euros acción fue desestimada- por no saber, aunque sea de manera más o menos aproximadamente, a cuánto asciende el déficit de provisiones de los activos tóxicos.

Tampoco ayudan mucho las demandas que están a punto de presentarse por parte de los accionistas que acudieron, en junio de 2016, a la última ampliación de capital con un plan de negocio que se quedó por el camino. Entraron a 1,25 euros y hoy la acción cotiza a poco más de 0,4.

Con la venta enfriada, la ampliación se abre hueco. Pero tampoco es fácil llegar a buen término. Aunque algunos accionistas de referencia, como los mexicanos encabezados por Antonio del Valle o la familia chilena Luksic, habrían dejado caer que podrían inyectar unos 1.500 millones de euros, pero se requerirían de otros 3.000 millones que nadie sabe de dónde podrían salir.

Sin venta y sin ampliación, el rescate es la única solución. Los últimos informes del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la solvencia del banco y de la Junta europea de Resolución Bancaria (SRB por sus siglas en inglés) han sido la gota que ha colmado el vaso de los inversores, que han huido despavoridos, dejando que la entidad cerrara su peor semana de la historia, con una caída del 38%.

De acuerdo con lo fijado por los supervisores europeos, antes de que el Mecanismo Único de Resolución (MUR) se activara se debería proceder, primero, a asumir pérdidas de manera interna. Se perderían las acciones, las deudas y los depósitos de más de 100.000 euros. Si con todo, no se cubre el agujero, se activaría ese fondo de resolución europeo.