Hace poco más de un año le pregunté a José Enrique Serrano, exdirector del gabinete de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero y hombre por cuyas manos han pasado los mayores secretos del Reino, por qué no escribía sus memorias. Su respuesta fue: “Lo que puedo contar no tiene interés y lo que tiene interés, no lo puedo contar”. Este es es el gran problema de la proliferación de memorias en vida, que nadie hace auténticas revelaciones ni se atreve a ser políticamente incorrecto. Así que un libro de memorias se convierte más en un retrato psicológico del autor que en una contribución a la verdad histórica.

España Amenazada, el libro de Luis de Guindos sobre el fatídico año 2012, no ha escapado a este fenómeno. La obra es, sobre todo, un testimonio de un actor privilegiado, y tiene ese valor excepcional que es en gran parte mérito de Ramón Perelló (el editor de Península que ha conseguido publicar casi todos los testimonios de la crisis incluido éste y el del ex gobernador Fernández Ordóñez), pero también es una acumulación de medias verdades o afirmaciones controvertidas y de gestos de chulería, por los que Guindos ha sido a veces criticado. 

Seis medias verdades

1.- La pérdida del asiento en el consejo del BCE. Guindos atribuye la pérdida del puesto que España tenía en el consejo del BCE a que Alemania no quiso apoyar al candidato español por “el disgusto” de Merkel con la política económica de Zapatero. Lo cierto es que en esa derrota también influyó la desidia de los gobiernos españoles. El proceso de renovación comenzó en el otoño de 2011, entre el final del gobierno de Zapatero y el inicio del de Rajoy. En noviembre, un alto cargo del Banco de España ya había informado a Guindos de que se podía perder el puesto, pero su nombramiento no se produjo hasta finales de diciembre, así que la burocracia española no se puso en marcha hasta enero. Después, se aceptó el primer candidato que se les vino a la cabeza que era un funcionario español del mismo BCE, con mucho prestigio en España, pero que creaba resistencias en el organismo. Nadie se tomó la molestia de construir una candidatura viable, lo que requería un candidato con buen perfil personal y unos apoyos externos, institucionales y políticos.

2.- Respeto institucional al BdE. Guindos dice que el Banco de España (BdE) tenía los datos que él necesitaba para poner en marcha la reforma financiera. “Por eso y por respeto institucional, el equipo del viejo caserón de Cibeles se mantuvo durante unos meses. Mi intención era que llegara hasta fin de mandato en junio de 2012, lo que finalmente no fue posible”. Sin embargo, los movimientos para reducir el mandato de Fernández Ordóñez en el Banco de España empezaron nada más constituirse el Gobierno, en diciembre de 2011.

En este mismo punto, Guindos hace una revelación (página 102) incontrastable. Afirma que en el primer semestre de 2012, el  banquero más poderoso del país, Emilio Botín, le pidió que adelantara la salida de Ordóñez. Botín falleció en septiembre de 2014.  

Luis de Guindos.

3.- El adelanto electoral de Zapatero. El ministro de Economía afirma que Fernández Ordóñez le llamaba poco antes de que Rajoy ganara las elecciones de 2011 y en una ocasión le confió que él había convencido a Zapatero de que adelantara los comicios de ese año para evitar un intervención de la economía, creando un interregno que fue “un calvario para España”. Fernández Ordóñez niega haberle hecho tal confidencia porque, afirma, nunca trató ese tema con Zapatero.

4.- La tibieza del decreto Guindos I. En lugar de asumir que su primer decreto para la reforma financiera se quedó excesivamente corto, porque se quiso actuar muy rápido y con escasa información, Guindos descarga en el Banco de España su error. “El equipo de Fernández Ordóñez era más partidario de proceder de manera gradual y aquello condicionó nuestra actuación”, escribe en la página 77.

5.- El mérito de la recuperación. En el último capítulo de su libro, Guindos elogia la recuperación de la economía española, en especial el comportamiento del sector exterior (exportaciones). “...Desde 2013 tenemos superávit externo, lo que significa estabilidad y seguridad frente a los vaivenes en los mercados. Hemos mejorado las defensas”, escribe en la página 152. Guindos olvida mencionar que el sector exterior reaccionó notablemente bien ya con Zapatero y que bajo el Gobierno de Rajoy ha contado con “vientos de cola” importantísimos como el bajo precio del crudo (clave en la reducción de la factura petrolera del país) y la devaluación del euro. Precisamente esos factores, que no dependen de las decisiones de los españoles, son los que vuelven frágil cualquier recuperación.

6.- La relación con Montoro. Guindos cuenta sus victorias sobre Montoro de manera oblicua. Narra que el ministro de Hacienda convenció a Rajoy de que se subiera el IRPF en diciembre de 2011 en vez del IVA que proponía él. Tiene razón, el IVA es un impuesto que causa menos distorsiones. Hay estudios que demuestran que la subida del IRPF en 2011 recaudó muy poco. Pero la decisión tenía una fuerte componente político y si el Gobierno quería enviar un mensaje de que los ricos iban a tener que hacer más sacrificios, tenía que tocar el gravamen de rentas.

Lo mismo sucede con los “hispanobonos”, que fue una idea del Ministerio de Economía para resolver la falta de liquidez de las comunidades autónomas que al final fue desechada. La ocurrencia tenía dos grandes pegas: la primera que Montoro creía que era meter a las comunidades autónomas cumplidoras o no en el mismo saco (cosa que después hizo con los déficit asimétricos), y la segunda que anunciarlos era prácticamente una provocación a Alemania que se oponía a los eurobonos y no quería oir hablar de nada análogo. Impropio de un ministro que estaba casi todos los días hablando con Schäuble.

Seis chulerías.

1.-Lo vi primero... pero me quito de enmedio. El relato, sobre todo en la primera parte del libro, cae mucho en esto. Guindos saca pecho de que fue el primero en ver las malas noticias... pero no hizo nada. Cuenta, por ejemplo, que los primeros indicios de la burbuja inmobiliaria se detectaron en 2003 cuando Rodrigo Rato "era vicepresidente y ministro de Economía". El actual ministro se olvida que él era la mano derecha de Rato como secretario de Estado de Economía y no aporta un solo dato de cuál fue su papel en la dura arremetida del ex vicepresidente contra los estudios del Banco de España que pusieron de manifiesto la burbuja inmobiliaria. Uno de los autores de los estudios era Fernando Restoy, actual subgobernador del BdE (ha anunciado su salida para el 1 de enero de 2017), que fue duramente atacado por el Gobierno entonces. 

2.- Lo vi primero... pero no hice nada. El ministro de Economía cuenta que ya en noviembre de 2011 advirtió a James Daniel, jefe de la misión del FMI en España que el déficit fiscal "iba a ser bastante superior" que el 6% que exigía Bruselas. Es curioso que esta visión, que coincide con los rumores de que podría ser nombrado ministro por Rajoy, no le permitiera advertirle al candidato que dejara de prometer bajadas de impuestos. Una perspectiva tan acertada tampoco permitió que Guindos pusiera en estudio un plan alternativo que no fuera un brutal subida de impuestos (y la pérdida de credibilidad que le acompañó) como la que se registró a finales de diciembre de 2011.  

3.- La negociación del rescate. Guindos no ha añadido nada al relato de cómo se negociaron los detalles del rescate financiero. La épica oficial indica que prácticamente España impuso a sus socios que la rescataran, lo cual no deja de tener gracia. El ministro vuelve a contar la historia del mensaje que le envió Rajoy: “Aguanta. España es un gran país”. Se ha caído del relato el “no somos Uganda” que figuró en las primeras versiones. También ha desaparecido el “si España cae, id preparando 500.000 millones y otros 700.000 millones para Italia que vendrá detrás” que se atribuía a Íñigo Fernández de Mesa. Dichos detalles no hicieron feliz a Rajoy, que valora la discreción porque sabe que después tiene que volver a negociar o a pedir favores a los mismos líderes en las mismas cumbres europeas.

4.- Órdago a Juncker. Guindos cuenta cómo le lanzó un órdago a Jean-Claude Juncker cuando Bruselas rebajó al 5,3% el objetivo de déficit para 2012, medio punto menos de lo que el Gobierno pretendía. El ministro vetó la decisión, pero al final tuvo que retractarse ante la amenaza de Juncker de acusarlo de rebeldía ante Rajoy y exponerlo públicamente.  “[La Comisión] mantuvo el objetivo del 3% para 2013, como finalmente tuvimos que reflejar en el Programa de Estabilidad que enviamos a Bruselas en abril de ese año. No era en absoluto creíble, pero daba igual. Era una cuestión casi de autoridad” (Pág. 83). En el relato, Bruselas queda retratada como una burocracia caprichosa y arbitraria.

5.-Agradecimientos. Del gobierno del que forma parte, De Guindos agradece sólo a dos personas: Mariano Rajoy y José Manuel Soria. También cuenta cómo este último, junto con García Margallo, fueron los únicos que le apoyaron expresamente cuando propuso limitar los sueldos de los banqueros. Tras lo sucedido con la candidatura de Soria al Banco Mundial, este agradecimiento expreso quizá ahora resulte una provocación para algunos lectores.

6.- La foto de portada. La foto de portada del libro no es una decisión al azar. El famoso chaquetón marrón de Guindos se hizo muy popular en los telediarios del invierno y primavera de 2012, cuando la prima de riesgo entró en la familia española. Recuerdo comentarios de alguna colega en esa época elogiando que la prenda dotaba a su poseedor de un atractivo adicional. El chaquetón, con ese aspecto de prenda outdoor gastada, transmite virilidad, arrojo, valentía y capacidad de asumir riesgos.

… y una autocrítica

1.- El coste de la reforma financiera. Guindos dijo por activa yu por pasiva que la reforma del sistema financiero no le cosataría un euro a los contribuyentes y que en España no habría “un banco malo”. Se tuvo que tragar sus palabras y así lo admite: "Lo aseguré tajante...es verdad que luego no fue posible".