Siempre se ha dicho que Jordi Sevilla era el mejor discípulo de Pedro Solbes en el PSOE. Ayer, ocho años después del último debate monográfico sobre economía celebrado con motivo de unas elecciones generales -el de Solbes y Pizarro de 2008-, Sevilla demostró no sólo que tiene la economía española en la cabeza, sino que es un comunicador eficaz y un político con recursos, facetas estas últimas en las que claramente ha superado a su mentor.

Sevilla llevaba muy preparado el debate y consiguió imponer sus mensajes en al menos dos de los tres segmentos en que se dividió éste. Le ayudó mucho que en los últimos años se ha esforzado por elaborar un diagnóstico semanal de la economía española a través de artículos de prensa. Así que tiene ideas firmes, pulidas con sus contradictores, pero, sobre todo, sabe muy bien en qué tipo de envoltorio colocarlas. El debate apenas comenzaba y ya había centrado el tiro en un “plan de emergencia social”, que sería la primera medida de un gobierno del PSOE, robándole la cartera a Alberto Garzón y dejando las propuestas de Luis Garicano y Luis de Guindos en meros balbuceos.

En la parte dedicada al empleo, Sevilla sacó frases redondas y ajustadas, que resultaron muy apelativas. “¡No más horas extraordinarias sin pagar”, soltó, por ejemplo.

Guindos, que es amigo de Sevilla, fue el más sorprendido por la disposición del economista socialista. Tardó varios minutos en darse cuenta de que incluso le lanzaría golpes bajos, como lo de Lehman Brothers, o que lo pincharía insistentemente cuestionando sus afirmaciones. Sevilla, sin embargo, no consiguió provocar a Garzón con la apuesta de los comunistas por salir del euro, cuestión cuya gravedad no quedó bien retratada ante los telespectadores. Guindos y Garicano que podían haber golpeado en ese punto, desaprovecharon la oportunidad.

Así como Sevilla sabía que con Garicano no tendría problemas, ya que han trabajado codo a codo en las 200 medidas del Pacto del Abrazo, Luis de Guindos debió prever que el debate sería un tres contra uno. El ministro de Economía en funciones poco a poco se vio acorralado por los demás intervinientes y su tono comenzó a subir de intensidad. En el tema de los contratos temporales, donde tenía razón frente a las objeciones de la presentadora, fue incapaz de sacar un ejemplo asequible como el que Mariano Rajoy empleó el otro día en Telecinco para explicarle el asunto a Pedro Piqueras: al comenzar el año, tres de cada cuatro españoles tienen contratos indefinidos, y el cuarto encadena contratos temporales de un mes… ¿resultado a final de año?: en España se han firmado tres contratos indefinidos y doce temporales. Resultó significativo que al ministro le sobraran 16 segundos en su mensaje final. Quedó la impresión de que se le habían acabado las ideas.

Garicano, aparte de su defensa de un pacto nacional por la educación y de un breve rifirrafe con Guindos sobre si recomendó el rescate o no, se mantuvo en la periferia del debate, como haciendo honor a su posición en el plató. Algo parecido ocurrió con Garzón.   

De Garicano hay que rescatar su diagnóstico de por qué el populismo es hoy un actor importante en la política española. En las últimas dos elecciones a los españoles se les ocultó lo que el Gobierno haría. En 2008 se les ocultó que había una crisis y en 2011 que había que tomar medidas duras para todos.

El tiempo ha demostrado que en aquel debate de 2008, Pizarro tenía razón y Solbes no. Pero el debate lo ganó Solbes según la mayoría de los sondeos. Los españoles prefirieron no creerle al abanderado económico del PP y seguir creyendo que la crisis sería corta y de poca intensidad.