“Did you feel you were tricked by the future you picked?” Peter Gabriel


En una semana en la que la política y las promesas de cuento de hadas volvían a acaparar los titulares de la prensa, una noticia ha pasado relativamente desapercibida.
El Banco Mundial volvía a revisar a la baja las estimaciones de crecimiento económico global al 2,4%, casi una quinta parte menos con respecto a sus perspectivas de enero de 2016. La saturación de los estímulos es evidente.

Con un aumento de masa monetaria y de gasto público que ha hecho que la deuda estatal mundial aumente un 9% anual, ni genera el crecimiento esperado ni mejora las perspectivas ya recortadas en meses anteriores. Especialmente evidente ha sido el ejemplo de Brasil, el poster boy de los estímulos estatales, que avanza en una recesión más acentuada de lo previsto, aunque el precio del petróleo se haya recuperado.

Preocupa, además, que el Banco Mundial cometa el mismo error optimista que el FMI. No analizar el impacto de otro ejemplo del efecto negativo del exceso de estímulos, China. Merece la pena resaltar que ninguna de las economías que impusieron políticas de gasto “contracíclicas” y planes de estímulo de centenares de miles de millones ha visto sus estimaciones revisadas al alza.


El milagro del burócrata


En España, como si a nadie le importara la realidad, las matemáticas o la estadística, los partidos se lanzan a prometer enormes planes de gasto con nuestro dinero y piensan financiar esa generosidad con el dinero de los demás a través de los dos mantras favoritos del despilfarrador burocrático. Los “impuestos a los ricos” y el “fraude fiscal”. Gran novedad. No se le ha ocurrido a nadie.


Los “impuestos a los ricos” es el timo más recurrente en el discurso del populista.
En España hay menos de 4.700 contribuyentes que ganen más de 600.000 euros al año. No precisamente “grandes fortunas”, y suponen 2.561 millones de euros de recaudación. Ni duplicando el esfuerzo fiscal -suponiendo que el incremento de ingresos fuera lineal, y no lo es- se consigue financiar una fracción de los espejismos de gasto de los populistas e intervencionistas.


Pero es que en España los especialistas en redistribuir la nada llaman “los ricos” a los que ganan más de 60.000 euros año. Estamos hablando, incluidos los 4.700 anteriores, de menos de 615.000 contribuyentes que aportan 22.000 millones a las arcas del estado, más del 32% del total ingresado por IRPF. De nuevo, aumentando los tipos marginales en la cantidad propuesta por Unidos Quebremos no llegas ni de lejos a las cifras que dicen que van a conseguir.


En España las 200 mayores fortunas tienen un patrimonio neto de 205.609 millones de euros. Pero la cifra tiene truco. Ni un tercio de ese patrimonio está concentrado en nuestro país y la gran parte pertenece a sociedades que han generado pérdidas en 2015. Además, ese supuesto aumento por patrimonio no se recauda todos los años, es una sola vez.


La recaudación por impuesto de patrimonio no supera los 1.500 millones y el PSOE, por ejemplo, piensa que va a recaudar casi tres veces y media más de lo que se consiguió en el pico de la burbuja, subiendo impuestos.  El impuesto de sucesiones es injusto, porque grava cosas que han tributado varias veces anteriormente, desincentiva el ahorro y la principal fuente de transmisión de riqueza en la clase media, el piso de padres a hijos. Encima, es fiscalmente desastroso. A pesar de la carga fiscal, que en algunos casos llega al 86%, recauda solo 2.000 millones, y hace a la economía más frágil al desincentivar la inversión y la compra-venta en el país. No recauda y espanta la entrada de capital. Un impuesto para “fastidiar”.


¿Qué podemos sacar como conclusión?


Las promesas de los impuestos a “los ricos” se convierten en realidades de impuestos a todos. El que piense que 615.000 personas van a sufragar 60.000 millones de euros de gastos tiene un problema de fe en la magia y de matemáticas. Aún más, si piensan que 4.600 “grandes fortunas” van a sufragar las decenas de miles de millones que prometen los aristócratas del gasto público, sepan que lo van a pagar ustedes. Yo he vivido en muchos países y jamás me he encontrado estimaciones tan ridículas por futuros impuestos.


Pero la más ridícula es que casi todos los partidos fíen su objetivo de consecución del déficit acordado con Bruselas a la “lucha contra el fraude”. Primero, porque es un concepto que debemos considerar como ingreso extraordinario, si se consigue, no como base. En España jamás se ha conseguido una cifra por este concepto superior a 15.600 millones de euros, récord alcanzado el año pasado.

Pero debemos entender que esa cifra no es extrapolable a todos los años. Una gran parte es un ingreso de una sola vez. Los propios Inspectores de Hacienda han alertado sobre estimaciones optimistas por recaudación de impuestos, y el BCE y la Universidad de Lisboa cifran la media de error en las estimaciones de ingresos fiscales por impuestos en un 1% a 1,4% del PIB.


Por tanto, lo que debería alertar a cualquier ciudadano es que el 80% de los programas económicos basen la reducción del déficit -ni siquiera asumen cuadrar las cuentas, que reducir el déficit es seguir aumentando la deuda- vía conceptos y cantidades estimadas de manera totalmente optimista.


El programa del catálogo

El programa de Unidos Podemos es, efectivamente, semejante a un catálogo de almacén de muebles: parece gratis pero lo pagas, parece que te lo van a dar todo, pero lo acabas haciendo todo tú, y parece que vas a ahorrar, pero terminas gastando mucho más de lo que esperabas. Ya hemos hablado en esta columna de la entelequia del programa económico de Unidos Quebremos, copiado casi en su totalidad de Syriza en Grecia, y sus estimaciones de crecimiento asiático. Seguro que crecemos un 3,5% aplicando las medidas que han hundido aún más la economía griega.


Fían toda la financiación del monumental aumento de gasto político –“en línea con el aumento de 2000 a 2007” dicen, como si la época de burbuja fuese algo a emular- a un crecimiento del PIB por “multiplicador del gasto” que se ha demostrado que es casi nulo y hasta negativo en economías endeudadas y abiertas como la española y a los mencionados unicornios del fraude fiscal y los impuestos a las grandes fortunas. Y lo que esconden es un enorme aumento de cargas indirectos -bajo el subterfugio “verde” y “social” en este país cuela todo- que pagamos todos, y la mayor subida de impuestos y endeudamiento de la historia. Y con ello, sabiendo que las estimaciones de ingresos son pura ficción, volveremos a niveles de déficit como los que nos pusieron al borde de la quiebra, pero con un 30% más de deuda como mínimo, y justo cuando el BCE haya más que sobrepasado el periodo de estímulos, Es decir, nos manda a un shock de deuda seguro. No hace falta irse a otros países, donde han estado un año gobernando, suben impuestos a todos, paralizan inversiones y encima incumplen el déficit gastando mucho y mal.


Dos y dos nunca suman veintidós. Nos están tomando el pelo con el aplauso de muchos y la sonrisa del que no va a pagar el expolio. Y luego le echarán la culpa a otro.  Los ciudadanos debemos dejar de pensar en los partidos y los políticos como los Reyes Magos que nos van a dar un regalo quitándoselo a otro. La base de una sociedad próspera es que los ciudadanos y las administraciones aporten y apoyen el crecimiento. Porque el que pretende vivir del Estado olvida -como decía Bastiat- que el Estado vive de todos nosotros. El día que en España tengamos más expertos en crear riqueza que especialistas en redistribuir la nada, empezaremos a salir de verdad de la crisis.