El esplendor de Mario Conde duró sólo seis años, de 1987 a 1993, pero parece que fue más por la cantidad de cosas que hizo. En ese tiempo escaló desde el puesto de abogado de la empresa Antibióticos y socio de Juan Abelló al de consejero del rey Juan Carlos I y amigo de su padre, don Juan. Le dio tiempo a asaltar el poder de un banco y convertirse en super-presidente y obtener un doctor honoris causa por la Universidad Complutense.

Su caída desde el Olimpo del poder fue estrepitosa. Condenado dos veces, por el caso Argentia Trust (6 años de cárcel) y Banesto (20 años), estuvo poco más de cuatro años en prisión efectiva, aunque permaneció mucho tiempo en libertad bajo fianza. Su fianza figura entre las más altas de la historia, 2.000 millones de pesetas en 1995. En 2013, según La Sexta, Conde todavía debía 22,6 millones de euros en concepto de indemnización a los accionistas de Banesto. En ese momento se calculaba que su patrimonio personal era de unos 30 millones de euros, oculto en manos de diversos testaferros.

En los dos casos por los que fue condenado, las cantidades desaparecidas eran muy diferentes. En Argentia Trust se trataba del desvío de 600 millones de pesetas (3,6 millones de euros) para pagar a conseguidores con influencia en el PSOE. En Banesto, en cambio, se trató de un agujero de 3.644 millones de euros que le supuso a él y a los demás procesados ser condenados a devolver 7.600 millones de pesetas (43,27 millones de euros).

Desde que fue apeado de la presidencia de Banesto, Conde insistió en su inocencia. Y ha demostrado una preocupación casi ontológica por probarla. No sólo recurrió ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU la sentencia del Tribunal Supremo que duplicó sus años de condena por el caso Banesto (que le dio la razón parcialmente) sino que ha publicado varios libros en los que reitera que ha sido víctima de lo que él llama “el sistema” que es su manera de denominar al establishment.

Precisamente El sistema: mi experiencia del poder (Ed. Espasa, 1994) fue su primer libro exculpatorio. A éste le seguiría Derecho penitenciario vivido (Ed. Comares, 2006), con el que parece cerrar un ciclo sobre su experiencia carcelaria, y después otras obras más vivenciales, filosóficas y económicas en las que está siempre presente su auge y caída, aunque en los últimos años se notaba que el tiempo iba cerrando algunas heridas.

Conde (Tuy, 1948) es un hombre que desprende un aire altanero y pretencioso. Tremendamente inteligente, quienes lo conocen afirman que nunca ha cerrado la puerta a ninguna experiencia, ni siquiera a las del esoterismo. Su afán por limpiar su biografía no sólo le llevó a escribir libros, sino a crear una revista que llamó MC, a colaborar en el sostenimiento de Radio Intereconomía y a intentar el salto a la política. Su entourage de asesores y cortesanos le inculcaron en los años 90 del siglo pasado que él podía ser un buen candidato a la Presidencia del Gobierno y en su momento se habló de que podía disputar el centro-derecha a José María Aznar.

Cómo ocultar un patrimonio

En 1999 resucitó las siglas del Centro Democrático y Social (CDS), el partido que fundó Adolfo Suárez, y se presentó a las elecciones generales de 2000 consiguiendo apenas 23.576 votos, cifra que no le reportó ni un escaño. En octubre de 2012 volvió a probar suerte, esta vez en la política regional, presentándose al parlamento de Galicia con su partido Sociedad Civil y Democracia (SCD), sin éxito.

Ya entonces recibió un primer aviso de que sus asuntos con la Justicia no estaban en orden. En medio de la campaña gallega, el juez Fernando Grande-Marlaska, ordenó el embargo de cinco fincas en ejecución de la sentencia de Banesto. Conde negó que las propiedades fueran suyas.

Desde septiembre de 2014, sin embargo, la Policía le seguía la pista a sus movimientos comerciales y el lunes fue detenido junto a sus dos hijos y su yerno, acusado de blanqueo de capitales, alzamiento de bienes, delito contra la Hacienda Pública e integración en organización criminal por la repatriación de 13 millones que ocultaba en el exterior.

Caben pocas dudas de que Conde conoce perfectamente la ingeniería jurídica y financiera que permiten ocultar un patrimonio. Ahí están los hechos del caso Argentia Trust, por ejemplo, donde los 600 millones de pesetas fueron pagados en julio de 1990 en la Isla de Gran Caimán a través de una sociedad instrumental de Banesto que se llamaba Banesto Industrial Investment (BII). Sin embargo, la capacidad de los Estados para controlar este tipo de operaciones ha aumentado muchísimo. En 1991, España consideraba paraísos fiscales a 48 jurisdicciones que se negaban a entregar información y hoy sólo quedan 31 (hay 11 con acuerdo de intercambio de información y 6 más en curso de cerrarse).

Sin embargo, el marco jurídico español es muy endeble en lo que tiene que ver con la capacidad de ocultación de un botín. La Justicia no incita a los delincuentes a descubrir sus cómplices ni a devolver el dinero. El condenado por delitos económicos puede ir a prisión, cumplir su condena y soportar el reproche social gracias a que puede darse una vida espléndida con lo que ha esquilmado. Ese es el horizonte que le esperan a convictos por corrupción como Maria Antonia Munar, Jaume Matas, Carlos Fabra, Luis Bárcenas o Francisco Correa y, eventualmente, al detenido Francisco Granados. Sin embargo, lo ocurrido con Mario Conde puede ser un aviso de que las cosas podrían cambiar.