No siempre el petróleo barato supone buenas noticias. La nueva subprime del mundo financiero se llama petróleo o gas no convencional (fracking). Desde que el crudo perforó en su caída los 40 dólares por barril, una legión de analistas están rastreando quiénes son los poseedores de la deuda emitida por las compañías que explotan el petróleo y el gas de esquisto. Según varios bancos de inversión, los mercados descuentan que cerca del 70% de las empresas del sector que han emitido bonos high yield (de alta rentabilidad dado su mayor riesgo) en Estados Unidos tendrán que renegociar su deuda debido a la caída de los precios del petróleo.

El impacto de la caída de precios también afectará a la deuda emitida para financiar la última oleada de inversiones en materias primas y en tierras raras (una serie de sustancias químicas que resultan fundamentales para fabricar desde aerogeneradores a smartphones). Ahora, el precio de las materias primas está bajando, pero hace un año y medio todavía estaba alto y esto atraía inversores sin pausa. Todos los que llegaron al final y no consiguieron frenarse a tiempo, están ahora metidos en un negocio que tarde o temprano tendrán que refinanciar con unos flujos que han menguado notablemente.

La trampa ha sido casi perfecta en el caso del fracking, la técnica de fracturación hidráulica que revolucionó la producción de hidrocarburos en EEUU y le ha permitido a ese país ser autosuficiente en esta materia. A diferencia de la explotación de petróleo convencional, con el fracking es preciso perforar mucho más y de manera más continuada que con el crudo tradicional y el declino de los pozos es muchísimo más rápido. Así que el negocio se hace más dependiente de la capacidad de financiación de la empresa. Por lo tanto, las compañías  que se dedican al fracking han tenido que emitir ingentes cantidades de deuda. Pero cuando el petróleo que producen cae por debajo de cierto límite, devolver la deuda se hace difícil.

Goldman Sachs calculaba hace poco que por debajo de 70 dólares, alrededor de 1 billón de dólares en bonos emitidos por petroleras y gasistas no convencionales corrían riesgo de impago. Cuando el barril cayó por debajo de 40 dólares (a finales de enero estuvo por debajo de 28 dólares por barril) la alarma se generalizó y no parece que esta vaya a cesar porque este lunes el barril Brent, de referencia en Europa, superara los 40 dólares otra vez (el West Texas, de referencia en EEUU, seguía por debajo de 38 dólares).

Los expertos temen que muchos bancos pequeños de EEUU que operan en las zonas donde se desarrolló el negocio del fracking puedan tener problemas para recuperar sus préstamos. Pero, sobre todo, lo que ha inquietado a los analistas es la elevada exposición a los bonos de la industria energética que presentan grandes entidades de inversión como Goldman Sachs (10.600 millones de dólares), Wells Fargo (17.000 millones de dólares) o Citigroup (58.000 millones de dólares). Gran parte de las numerosas dudas que pesan sobre la banca mundial en estos momentos tienen que ver con la fuerte caída del crudo y de las materias primas que dañan la calidad de la deuda de las empresas del sector. Tarde o temprano el deterioro alcanzará a las cuentas públicas de los países productores y entonces, además, tendremos un problema de deudas soberanas.