El último desacuerdo que se produjo entre PSOE y Ciudadanos en la noche del miércoles fue sobre el título del documento. Originalmente se llamaba “Programa para un Gobierno reformista y de progreso”. Finalmente, se cambió por “Acuerdo”. A los asesores de comunicación les pareció que “Acuerdo” reflejaba mejor la idea de pacto entre dos partes, mientras que “Programa” era más propio de un gobierno ya constituido.

Aunque Pedro Sánchez diga que ha pactado “la derogación de la reforma laboral del PP”, nada en el documento difundido ayer así lo indica. Y aunque Albert Rivera presuma de que el 80% del programa de Ciudadanos ha quedado recogido en el acuerdo, eso no significa que sólo el 20% restante sean medidas del PSOE. En realidad, el acuerdo presentado ayer es más que la suma aritmética de los programas de Sánchez y Rivera. Al ser el fruto de una negociación concluida con éxito, puede ocurrir que en él haya un 80% de las ideas de Ciudadanos y un 80% del PSOE y todas quepan en un 100% totalmente nuevo.

En esos dos 20% que ninguno ha incluido en el acuerdo final está el contrato único tal como lo concibió originalmente Ciudadanos o la supresión del Senado, pero también la reforma del artículo 135 de la Constitución y la derogación de la reforma laboral como la quería Sánchez la primera vez que habló de ella. De hecho, sólo dos de los desacuerdos quedaron reflejados expresamente: el relacionado con el aborto (C’s no acepta extenderlo a las jóvenes de 16 y 17 años) y el de la maternidad subrogada (el PSOE rechaza el concepto). Esto es lo que explica el entusiasmo con el que las cúpulas del PSOE y de C’s se refieren a lo conseguido.

Pero es hasta cierto punto legítimo que Sánchez y Rivera quieran darle su toque al acuerdo. El socialista debe conseguir que sus militantes y su organización lo apoyen desde este fin de semana. Por eso habla, por ejemplo, de recuperar la ultraactividad de los convenios -“fundamental para los socialistas”- cuando en realidad sólo se mantendrá seis meses más de lo que dispuso la reforma laboral de Rajoy, periodo en el cual deberá, además, verificarse un arbitraje. Algo parecido sucede con la supresión de la prioridad absoluta del convenio de empresa sobre los convenios de ámbito superior. En materia de jornada y salario será así, pero no en el resto de cuestiones.

Sin embargo, sí es un cesión de C’s que se limite la facultad del empleador de reducir los salarios por una cuantía máxima del 5% en 12 meses, tras el cual éste deberá volver a demostrar que concurren causas que justifiquen otra reducción. O considerar que la eliminación de las deducciones en el Impuesto de Sociedades no es una subida de impuestos, que sí lo es.

Un acuerdo siempre supone hacer de la necesidad virtud. Los de Rivera creen que el acuerdo con el PSOE les liberará de la imagen de partido proempresarial, protegido por el Ibex 35, y les permitirá enmendar los errores cometidos en la campaña electoral en las cuestiones de género. Para los socialistas, en cambio, pactar con un partido unionista les libra de las sospechas (incluso internas) que genera su apuesta por un federalismo nunca bien precisado y con el marchamo de despilfarradores y amigos de las ocurrencias que el PP le endosó a Zapatero.  

José Enrique Serrano y Jordi Sevilla son los dos negociadores del PSOE que más impresionaron a los de C’s por su rigor. “Tienen el Estado en la cabeza”, comentó un delegado de C’s. José Manuel Villegas y Luis Garicano causaron un efecto similar entre los socialistas. “Son rigurosos y flexibles al mismo tiempo”, dijo un socialista. Antonio Hernando (PSOE) y Juan Carlos Girauta (C’s), portavoces de sus grupos parlamentarios, estaban más pendientes del politiqueo, de contestar a diario al PP y a Podemos y de la comunicación de los avances.

El PSOE entra ahora en una fase de debate del acuerdo entre sus militantes que es su prioridad. En la estrategia futura de Ciudadanos hay un componente extraordinariamente idealista. Según sus dirigentes no hay que mirar al 5 de marzo, fecha en la que probablemente Sánchez pierda la segunda votación de investidura, sino al 2 de mayo, cuando se cumpla el plazo de dos meses para formar gobierno. Están convencidos de que el pacto generará una nueva dinámica de búsqueda de acuerdos que, sobre todo, hará cambiar de postura al PP. De hecho, los de Ciudadanos han negociado con un recordatorio que se encendía como un luminoso en sus mentes: “Cualquier medida pactada, si bien puede no suscitar el apoyo del PP, al menos no debe despertar su rechazo visceral”.

“El PP no podrá ignorar, si lee el documento, que hemos centrado al PSOE y le hemos alejado de la radicalidad”, subrayó una fuente de C’s.   

Pero si no sucede así, porque Rajoy se encastilla eficazmente y se niega a tolerar un gobierno de PSOE y C’s, Sánchez y Rivera se encontrarán el 3 de mayo con que ya tienen escrito un programa electoral común -un gran acuerdo de centro- que podría resultar muy seductor para un segmento de los votantes. Además, en ese momento, las encuestas pueden indicar que la best alternative to a negotiated agreement (en inglés, "mejor alternativa a un acuerdo negociado") del PP, que ahora parece ser la repetición de elecciones, ha cambiado radicalmente. Entonces, el acuerdo podría pasar a llamarse programa.