El 18 de enero de 2015, el fiscal argentino Alberto Nisman aparecía muerto en su cuarto de baño con un disparo en la cabeza. Lo más lógico era pensar que se había suicidado, pero ¿qué motivos tendría para hacerlo un padre de dos hijas a punto de presentar una demanda histórica contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y varios miembros de su gobierno por encubrir a los sospechosos del atentado antisemita de la AMIA, ocurrido en 1994, por proteger sus relaciones geopolíticas con el gobierno de Irán.

La oposición tenía con su muerte un arma clara contra Kirchner, y comenzó una batería de informaciones contradictorias. Unas para derrocarla, otras para protegerla, y al final, como siempre, lo que nunca salió a la luz fue la verdad. En el subconsciente de todo el mundo quedó instaurado que ‘algo olía a podrido’ en aquel caso, y las teorías de la conspiración qué tanto nos gustan orientaban nuestro pensamiento hacia el asesinato.

¿Alguien se encargó realmente de investigar lo ocurrido?, ¿por qué desaparecieron numerosas llamadas y mensajes de su teléfono?, ¿cómo era la relación con su familia?, ¿qué motivos tendría para mentir la fiscal que instruyó el caso? Miles de preguntas que deberían haberse respondido y que no se hicieron pero que ahora intenta ordenar la serie de no ficción El fiscal, la presidente y el espía, dirigido por Justin Webster, el mismo que nos hizo mordernos las uñas con el caso de Isabel Carrasco en Muerte en León. Su nuevo trabajo se estrena este domingo en Movistar+.

Fotograma del documental.

Al fiscal y a la presidenta ya les conocemos, son Nisman y Kirchner, pero ¿quién es el espía?, ¿por qué es tan importante? Sin hacer spoiler diremos que se refiere a Jaime Stiuso, un miembro de los servicios secretos argentinos que llevaba trabajando desde la dictadura y ejerciendo poder sobre todos los presidentes de la democracia. Un Villarejo argentino con una relación demasiado estrecha con Nisman desde aquel atentado de 1994.

La serie avanza y retrocede en el tiempo, mostrando que, al final, quien pierde son los ciudadanos, que nunca conocerán la verdad por los tejes y manejes del poder y la geopolítica. “Esa es la base de la historia, que todavía no saben la verdad, porque las mentiras y las desviaciones de aquel caso han sido enormes”, cuenta Justin Webster que espera haber dado luz y crear algo de consenso sobre “las tres o cuatro grandes preguntas”, al menos con un alto grado de certeza: “Creo que hay respuestas, es una lucha contra las opiniones fáciles de Twitter o de taxistas en Argentina que parece que lo sabían todo”, dice el director en una conversación telefónica con EL ESPAÑOL.

Sientes que hay verdades que no están siendo vistas o descubiertas, y mentiras que tienen éxito y que el poder puede transformarlas en verdad

Por eso Webster disfruta de la no ficción, porque cree que con ella habla de la verdad y de la mentira, “porque sientes que hay verdades que no están siendo vistas o descubiertas, y mentiras que tienen éxito y que el poder puede transformarlas en verdad”. Algo que hemos visto durante la historia y que se ha repetido en este caso Nisman que sigue dando noticias.

El resultado es una brillante reconstrucción de todos los sucesos importantes hasta culminar con la muerte de Nisman, reconstruida milimétricamente. Para ello se han dedicado horas de trabajo para contar la historia a través de sus protagonistas , tres principales, pero más de 50 personas y testigos. “Los problemas importantes vinieron a la hora de hacerlo visual, sobre todo el primer episodio que fue especialmente difícil. El proceso no es como en la ficción, donde escribes un guion, ruedas y lo montas, sino que aquí vas componiendo y recomponiendo”, explica.

Fotograma del documental.

Entre todos ellos hay uno fundamental que sí que está, el de Jaime Stiuso, el espía ante que el que Webster reconoce que tuvieron “miedo”. “Quizás más respeto que miedo, o un respeto eufemístico, y eso era una de las razones por las que no quería hacer este proyecto, pero tuvimos que superar estas cosas, la paranoia. Fueron dos años de contactos con él”, cuenta sobre el proceso.

Quien no les dio una entrevista, aunque se la vea en todos los episodios, es Cristina Kirchner. No fue porque no lo intentaran, y Webster tenía claro que debía salir, “pero nunca nos dio una respuesta clara”. Estuvieron esperando hasta los últimos meses, cuando se dio cuenta de que sería mejor que no estuviera, ya que le hubiera obligado a recolocar todo lo rodado y perdió las esperanzas, ya que hubiera supuesto que “un político en el ojo del huracán” les diera una entrevista.

El fiscal, la presidenta y el espía es un thriller de no ficción. Una obra que habla de las cloacas del estado, de las mentiras que nos cuentan y de lo que interesa que no se sepa la verdad. Del uso manipulador de la información y de las víctimas, que siempre se convierten en armas arrojadizas para mantener el poder.

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