Los Papas están de moda. Al menos en la ficción, donde se van a juntar la película de Netflix que cuenta el encuentro entre Benedicto y Francisco que aspira a estar en los Oscar, y la segunda temporada de la serie creada por Paolo Sorrentino que cambia su nombre por The new pope. Son dos visiones radicalmente opuestas. La de Fernando Meirelles es sobria, académica, con un punto de humor, pero siempre desde el respeto.

La del italiano es irreverente, iconoclasta y apuesta por el exceso y el barroquismo.

Si la primera temporada mostraba a un Papa tan atractivo como reaccionario, encarnado por Jude Law, esta retoma la trama con el pontífice en coma y la necesidad de encontrar uno nuevo. El primero que llegará se parece demasiado a Francisco, y sus medidas revolucionarias no gustarán, así que los poderes fácticos tomarán cartas en el asunto. El elegido representará a una tercera vía. Un centro político y eclesiástico que encarna John Malkovich, fichaje de lujo de la serie que da más importancia al carismático personaje de Javier Cámara.

Sorrentino reconocía en el pasado Festival de Venecia ante un grupo de periodistas españoles, que evidentemente el personaje de Jude Law estaba inspirado en Ratzinger, pero “le dimos una vuelta más, lo hicimos todavía más medieval, en las ropas, en todo”. “Francisco II es un nombre que usamos, pero está más cerca de Francisco de Asís, que del papa. Y sigue esa filosofía y eso les parece peligroso porque la Iglesia está llena de riqueza”, contaba el director que explica que esa tercera vía de la que habla “existió en realidad” y estaba representada por el cardenal Newman.

John Malkovich en el rodaje de la serie. HBO

En esta nueva temporada ponen el acento en la parte política, y para Sorrentino lo interesante era dar un paso más, y si en la primera “la idea era descubrir qué había ahí dentro, en esta nueva temporada, eso no era suficiente. Lo importante era enfrentar a la Iglesia con el peligro que supone la realidad”.

En The new pope Sorrentino hasta se atreve a destrozar uno de los símbolos del Vaticano, La piedad de Miguel Ángel, una decisión con la quería “presentar algunos riesgos que pueden llegar de los fundamentalismos, no de uno solo, sino de varios de los fundamentalistas que están surgiendo en el mundo actual”. También el drama de los refugiados hace acto de presencia, un problema para el que cree que habría que encontrar “una tercera vía como la de John Malkovich, porque sé que es muy fácil hacer como Salvini y decir ‘no os queremos’, pero también me parece excesivamente fácil decir que todo el mundo puede entrar”.

Ahora cualquiera puede ser político y eso es arriesgado y peligroso. Por eso estoy tan preocupado. Por eso me da tanto miedo el populismo que hay en el mundo

Aunque con sus series sea incómodo y provocador, el director italiano tira de labia y se las apaña para no mojarse en exceso en temas políticos, aunque lo que tiene claro es que le “gustaría volver a un mundo donde los políticos estudien para ser políticos”. “Que haya escuelas para eso, igual que las hay para ser dentistas, pues que las haya para ser políticos. Ahora cualquiera puede ser político y eso es arriesgado y peligroso. Puedes ser director de cine sin estudiar, pero no puedes ser político sin haberlo hecho. Por eso estoy tan preocupado. Por eso me da tanto miedo el populismo que hay en el mundo”, opinaba.

Al director le “encantaría ser católico”, pero cree que no pasa de “aspirante”. "Es difícil creer en Dios, pero me gusta cómo cuentan la historia, es un buen guion. Dios es el personaje más importante de la literatura. No importa si es real o no”. Esa fascinación por la religión le ha hecho tener una nueva idea para una tercera temporada que, “si los productores están de acuerdo, vamos a hacerla, no ahora... pero sí, y mientras vuelvo al cine, con Jennifer Lawrence”.

A pesar de su irreverencia, el Vaticano nunca ha opinado sobre su serie. “El vaticano no reacciona, nunca, o no suele. Eso demuestra que son inteligentes, que no pasan tiempo conmigo. Estoy de acuerdo. Yo creo que me he divertido en la primera temporada. Toda la gente en el Vaticano ve la televisión, pero si les preguntan dicen que no... Claro que sí, claro que han visto todos los capítulos con detenimiento”, zanja con humor.

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