El escritor Ricardo Menéndez Salmón. EFE.

El escritor Ricardo Menéndez Salmón. EFE.

Libros Política y literatura

Ricardo Menéndez Salmón: "Los escritores antisistema no deberían publicar"

El autor presenta 'Homo Lubitz', un retrato sintomático del hombre contemporáneo: un ser humano que vive en la angustia, en la incertidumbre, y que tiene necesidad de lo espectacular para significarse.

19 enero, 2018 02:06

Andreas Lubitz era el copiloto de Germanwings que estrelló voluntariamente su avión en Los Alpes, hace casi tres años. Murieron 150 personas. Los periódicos alemanes revelaron que días antes del siniestro, el joven envió un correo a su médico: “Tengo miedo. Duermo solamente dos horas cada noche”. Contaba que sentía una tensión permanente en los ojos y que había elevado su dosis de mirtazapina. Hoy su apellido etiqueta al último de los homínidos. Lo hace en Homo Lubitz (Seix Barral), la nueva novela de Ricardo Menéndez Salmón: aquí está el modelo más triste del hombre, sudor y sangre nos ha costado hacerlo tan mal. Siglos de trabajo para ahormar al ser humano contemporáneo, ese que resiste a la angustia un rato y luego se deja vencer. ¿Les suena esa presión en el pecho?

“Un hecho como el del accidente en los Alpes nos habla del vacío que rodea a muchas personas. Nos habla de una época carente de sentido y, a la vez, de una era en la que mucha gente siente la necesidad de lo espectacular, de significarse, de mostrarse mediante gestos que saben que van a tener una resonancia planetaria”, cuenta el autor a este periódico. “Este nihilismo estúpido sólo puede causar dolor. No es ese nihilismo que en su origen quería cambiar el mundo, es una especie de gesto rabioso”.

¿Tenemos pánico a la vulgaridad, a desaparecer entre la masa, a confundirnos con cualquiera? “Algo de eso hay. En esta época no hay transición entre lo maravilloso y lo absolutamente necio, están en la misma página de la realidad, se dan la mano. Es un tiempo deslumbrante a nivel científico, tecnológico… incluso a nivel de belleza, pero a la vez es vulgar, estúpido, banal”. Menéndez Salmón no se reconoce como “pesimista” cuando esta periodista intenta cercarlo. “Soy un gran realista. El pesimismo tiene un pie o dos en la realidad”.

En esta época no hay transición entre lo maravilloso y lo absolutamente necio, están en la misma página de la realidad, se dan la mano

Pero ah, la esperanza como una diminuta luciérnaga a punto de ser aplastada por un zapato: “Yo intento aportar, cuando escribo, el optimismo de la tarea, la convicción de que la literatura puede ser un buen instrumento de revelación”. ¿Y de rebelión? “Lo dejé claro en Sistema. La literatura es un gran contrapoder. Es el gran contradiscurso. Hay libros que cambian a las personas y las personas pueden cambiar el mundo. A mí hay ciertos autores que me han enseñado a no aceptar las cosas porque sí, o a discutir el criterio de la autoridad”. Dostoievski. Don DeLillo. Dice el escritor asturiano -Premio Biblioteca Breve en 2016- que a él le interesa la literatura como autopsia, pero no de un cadáver, sino de una sociedad. “Pero la autopsia conlleva un paciente muerto. Mejor chequeo médico, ¿no?”, le dice la periodista. “Demasiado superficial, demasiado epidérmico. Hay que llegar a los órganos”.

El escritor desde y contra el sistema

¿El escritor tiene que ser un antisistema? “No por definición. Sospecho que no existen los antisistemas, porque todo es sistema. Quiero decir… el discurso del sistema es una red tan poderosa que lo cubre todo. Claro que esta red no es igual en todas partes: imaginemos una red de pescador. Tiene agujeros más anchos y otros más tupidos. La sociedad del primer mundo, la postindustrial, es tan perversa que es capaz de metabolizar lo que está fuera de ella. Permite moverse en sus márgenes a todo tipo de peces… incluso a los antisistema”, resopla. “Cuando trabajas en la industria editorial, aceptas una serie de circunstancias… no nos engañemos, en España la literatura es un enorme mecanismo industrial, una máquina de generar títulos. Si publicas, estás dentro del sistema. Los escritores antisistema no deberían publicar, es la única respuesta honesta que pueden tener”.

En cualquier caso, oigan: le parece más productivo escribir libros incómodos que quemar papeleras. “Cuando publicas y pones una obra en circulación en el sistema, sabes que te vas a beneficiar de él, pero a cambio, para ser honesto, hay que intentar señalar desde ahí sus partes menos amables. ¡Sonrojar al sistema, al menos!”. Le da miedo la banalidad. Le horroriza con qué tranquilidad de ánimo asumimos la negligencia institucionalizada. “Estamos huérfanos de paradigmas éticos. Tengo la sospecha de que todo equivale a todo”.

Cuando publicas y pones una obra en circulación en el sistema, sabes que te vas a beneficiar de él, pero a cambio, para ser honesto, hay que intentar señalar desde ahí sus partes menos amables. ¡Sonrojar al sistema, al menos!

En la novela cuenta cómo David Cronenberg resume el espíritu del siglo XXI. "Es el gran cineasta del cuerpo, ¿verdad? Ha diagnosticado sus vacíos, los lugares emblemáticos del sinsentido. Él es un buen ejemplo de lo que es ser un autor que trabaja desde dentro de un sistema pero denuncia sus contradicciones". 

Un libro sobre biopolítica

Hablemos ya de dónde arranca el libro que nos ocupa: año 2025, un protagonista llamado Richard O’Hara. Millones de chinos con intolerancia a la lactosa se someten a un tratamiento farmacológico que les permitirá superarla. Pero hay más intereses detrás. Al final, es un libro sobre biopolítica. ¿De quién desconfía más el autor, de los bancos, de las empresas o de los políticos? ¿Quién maneja el mundo? “Es una pregunta difícil de responder. El poder que se ejerce en Occidente está tan anclado en todas esas esferas que conforman un todo. Internet puede ser una buena metáfora del poder actual: no hay un lugar al que acudir para reclamar nada. Más allá del Pentágono, del Kremlin, de las encarnaciones físicas… el poder ahora es la información, y su manejo interesado reconfigura la realidad”.

Internet puede ser una buena metáfora del poder actual: no hay un lugar al que acudir para reclamar nada. Más allá del Pentágono, del Kremlin, de las encarnaciones físicas… el poder ahora es la información

¿Qué tenemos más expuesto al control del poder, el cuerpo o la mente? “Es una pregunta interesante. Yo quiero pensar que el cuerpo es un reducto de intimidad, aunque esta novela diría lo contrario, porque se reflexiona sobre biopolítica, que es la reformulación de lo más íntimo que tenemos. Sospecho que el control de los ciudadanos pasa por intentar controlar sus deseos y, a partir de ahí, controlar todo lo demás. Esos deseos tienen repercusión en nuestros hábitos de conducta y, al final, en nuestro cuerpo”.

Vamos a empezar a asumirlo para repensarnos: esta es una sociedad hedonista donde cada vez estamos más huecos. “Es la paradoja de la abundancia. En la abundancia, todo pierde su valor. Cuando lo tienes todo, no hay tránsito entre realidad y deseo. Es la posibilidad ilimitada, que decía Ballard. Las conquistas no causan el mismo placer que a través del esfuerzo”. La saciedad, el hartazgo, la oquedad, el aburrimiento. Estamos exhaustos. "La única ideología común es el capital". Lo siguiente será, método Lubitz mediante, activar voluntariamente el botón de descenso.