La tradición convive con la modernidad entre paisajes áridos y ciudades que van creciendo con conflictos y pequeñas dosis de esperanza. Hoy llega a los cines, Un blues para Teherán (Surtsey), del crítico de cine Javier Tolentino, que ha pasado de poner voz al programa El séptimo vicio en Radio 3 a debutar en taquilla con su primer largometraje. 

La mezcla del género documental con el musical convierten a esta pieza en un híbrido que podría pasar por reportaje periodístico, ya que conocemos Irán desde distintas miradas que lo habitan.

Aunque Un blues para Teherán no es solo una radiografía social, sino también un abrazo a la cultura musical iraní, muy poco protegida pero que está siendo recuperada por las nuevas generaciones.

El narrador

Conocemos a Shafei, el narrador de esta historia, mientras conduce, sentados en el asiento del copiloto. De fondo, una ventanilla que nos ofrece una visión de la ciudad, como si de un tour turístico se tratase. Él es un joven kurdo, divertido e irónico, que quiere convertirse en director de cine pero que ve complicado llevar a cabo sus proyectos por la estricta burocracia del país. 

Javier Tolentino nos explica durante su entrevista con EL ESPAÑOL, que su idea inicial era que el narrador surgiera de forma natural según iban rodando, pero tras conocer a Erfan Shafei en la productora local supo que se encontraba frente a su hilo conductor. "No me gusta la voz en off en el cine y decidí ver qué me depara el azar para hacer esa estructura narrativa. Erfan iba a ser el ayudante de dirección pero tras conocer su historia, que sueña con hacer su primera película, su primera canción, quizás incluso su primer amor aunque no tiene esa experiencia que lee en los libros o en los versos de sus poetas preferidos sobre el enamorarse... lo supe".

Fotograma de 'Un blues para Teherán', la película de Javier Tolentino. Surtsey Films

Un soñador que debe hacer frente a un duro sistema político que lleva a los cineastas a la cárcel y que entiende la creación como algo sospechoso. "Es un viajero en la gran oscuridad de Irán", dice el director del film al describirle. 

La música 

Si hay en este documental un protagonista esa es la música, porque Javier no entiende la vida sin ella, como dice es "la emoción de cada día".  Precisamente de esa emoción y ese carácter de lenguaje universal es de lo que hablan los artistas del documental, que recuperan composiciones del género musical tasnif, canciones como Primavera Afable de la música popular iraní mientras reflexionan sobre esta industria en terreno iraní. 

"En los programas de radio que he dirigido la música ha tenido más importancia o presencia que la palabra, aún así mucha gente me pregunta cómo es posible que deje canciones enteras en la película y siempre explico que es porque siempre he tenido un gran respeto por la creación musical, por los autores y los músicos y ¿cómo voy a partir yo una canción? Seria casi como una traición a mí mismo", explica Tolentino. 

También le rodean en este viaje otros artistas plásticos jóvenes que ven cómo sus obras cruzan la frontera mientras ellos siguen encerrados en Irán, o un viejo pescador que, pese a no saber leer ni escribir, sabe mucho de la vida y lo comparte con la cámara.

Fotograma de 'Un blues para Teherán', la película de Javier Tolentino. Surtsey Films

Puro Irán

Complicado es rodar en un sitio como Irán y, más aún, no dejar que la mirada occidental empañe la lente. Un reto del que nos habla Javier Tolentino: "He tenido que afrontar obstáculos burocráticos durante casi dos años, como obtener los permisos y autorizaciones de filmación en Irán, pero luego la gente de allí ha sido súper acogedora y han dado esa confianza y asertividad necesarias", explica. 

"Teherán es una ciudad muy armada militarmente y hay muchos confidentes de la policía que van de paisano, algo que nos ha dado muchos problemas. Algunas acusaciones, visitas a comisarias, nos registraban el material o las cámaras, nos hicieron borrar algunas grabaciones...", recuerda el director, que pese a estos retos se queda con la parte más bonita del rodaje. 

Por todos ellos

Javier Tolentino hace referencia con esto a casos como el del realizador iraní Jafar Panahi, condenado a seis años de prisión y con una sentencia dictada por un tribunal iraní que le prohíbe abandonar el país, escribir guiones y hacer películas durante los próximos veinte años. Panahi ganó en 1995 la Cámara de Oro en el Festival de Cannes por la película El globo azul y en 2000 el León de Oro en Venecia por El círculo. 

Otro caso es el del cineasta iraní Mohammad Rasoulof, que tras ganar el Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín, recibió una citación de las autoridades para cumplir una pena de un año de prisión. Su película, La vida de los demás abordaba la pena de muerte y fue rodada clandestinamente, una obra que le hizo alzarse en 2020 con el Oso de Oro de la Berlinale.

Feminismo

Entre ese grupo de artistas que reúne para tocar y charlar emerge una mujer, una valiente que recupera la música dashti y que antes de regalar su talento vocal hace un alegato feminista. 

"No hay nada pecaminoso en que las mujeres canten", dice la joven frente a un grupo de hombres y una cámara que la enfoca. Decir estas palabras en voz alta es un riesgo que decide tomar. Ella recuerda a todas esas abuelas y madres que ya en el vientre cantaban a sus pequeños, y después en la cuna, a través de nanas populares. ¿Por qué son acalladas entonces? La censura de su cante, ese acallamiento de su voz es lo que está provocando que muchas de las canciones populares de la zona se estén perdiendo. 

"Lo que más admiro de la experiencia en Irán es la disidencia. Es la valentía de esa chica capaz de ponerse delante de cámaras occidentales para decir ¿qué tiene de pecaminoso que las mujeres canten? Ese grito desesperado de yo no voy a cantar nada alegre hasta que se solucione esto. Se está exponiendo y arriesgando muchísimo. No se les dejan cantar solas, tienen que estar en un coro, no se les permite estar en actos oficiales a la misma altura del hombre, deben de estar detrás. No es que sea una reivindicación feminista, que lo es, es una cosa que va más allá y es de todos", explica el director. 

La semilla que florece

Las nuevas generaciones chocan con las tradiciones, tanto en aspectos como el matrimonio o la educación, como en el eclecticismo reflejado en el arte con categorías nuevas como la "música fusión".

"El futuro de Irán será el que quieran y puedan los iraníes. Si estuvieran todos en la calle habría muertos y fusilamientos, por eso van despacio, pero los iraníes construirán su futuro al margen de occidente y eso es importante", recalca Javier Tolentino. 

Fotograma de 'Un blues para Teherán', la película de Javier Tolentino. Surtsey Films

Según explica, la mejor forma de hacerse preguntas en la vida es a través de la cultura y la música, un mantra que le llevó hasta Irán para rescatar viejas canciones, ser el altavoz de los persas jóvenes y descubrir qué piensan ellos, cuáles son sus cuestiones y respustas. "Siempre he buscado la imparcialidad y objetividad. Lo único que hago es mirar y mostrar lo que ellos me cuentan, pero nunca he intentado narrar lo que pienso, y he huido de hablar con periodistas o políticos iraníes", explica.

Con Un blues para Teherán, Javier Tolentino busca generar preguntas en el espectador, y entre ellas, destaca una en concreto "¿De verdad vemos a los persas como nuestros enemigos?".

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