San Sebastián

La banda sonora de nuestras vidas tiene muchas canciones, pero un buen puñado de ellas pertenecen a la misma persona, Raffella Carrá. La cantante italiana reventó los años 70 en Italia, con censura del Papa incluida por mostrar el ombligo y revolucionar al personal con su Tuca Tuca. Era cuestión de tiempo que llegar a una España que quería sacudirse el polvo de las últimas cuatro décadas. Poco a poco, aquella italiana de melena rubia platino y desparpajo sin igual se coló en nuestras casas por los televisores y en nuestra memoria colectiva gracias a temazos como Explota, explota o Para hacer bien el amor.

Canciones desprejuiciadas, divertidas, frescas y juguetonas que siguen levantando el ánimo a las nuevas generaciones. No hay verbena popular ni boda que se precie sin un tema de Raffaella. Y si en el resto del mundo han hecho musicales en torno a sus fenómenos, en España parecía cuestión de tiempo que le dedicáramos uno a ella. Ha ocurrido. No en teatro, sino en forma de película. Se llama Explota, explota, y la ha dirigido Nacho Álvarez, que debuta en la dirección con este cuento con mucho encanto que usa las sintonías más populares de la cantante para contar una historia que, además, habla precisamente de la época en la que Raffaella Carrà llegó a nuestro país.

El filme se estrena el próximo 2 de octubre en nuestro país, pero antes de eso, y de convertirse en un fenómeno en la taquilla, ha pasado por el Festival de Cine de San Sebastián en un pase especial organizado por TVE, que participa en la producción de este título que tiene todas las papeletas para convertirse en un fenómeno popular. Si ocurrió con ABBA y su Mamma Mía, ¿por qué no iba a pasar lo mismo con este musical que no tiene ninguna pretensión más allá de entretener y llevar a la gente a las salas a olvidarse de todo lo que pasa?

Fotograma de Explota, explota.

Explota explota se desarrolla en los años 70, cuando una chica española deja plantado a su novio en el altar en Roma y aterriza en Madrid con un sueño: ser bailarina. Aquí todavía pasea la censura y el franquismo, aunque ya con sus últimos coletazos, y el censor de turno -Pedro Casablanc desatado- mide las faldas de las bailarinas de moda, las Rosettes, las acompañantes de la diva del momento. La diva, como no podía ser otra hablando del musical patrio es Natalia Millán, que pide a gritos más tiempo en pantalla. Allí llega la protagonista de rebote, Ingrid García Jonsson, no sólo para bailar, sino para revolucionar a RTVE y a todo el país a ritmo de Rafaella.

Por supuesto, porque al final esto es un cuento inocentón, también encontrará al amor de su vida en el rostro de Fernando Guallar, pero lo importante es el camino, lleno de casi todos los temazos que uno puede imaginar de la Carrá. Por si fuera poco atractivo ver números musicales con sus mejores canciones, hay que añadir que de acompañante está una Verónica Echegui que se descubre como un torbellino cómico. 

Hay una idea brillante en Explota, explota. Contar la censura de nuestro país envuelta en el brilli brilli y los colorines de un musical y en contraste con las canciones de una mujer que se atrevió a mostrar su ombligo cuando eso se consideraba pecado. Hay encanto y ganas de pasarlo bien. Quizás por eso uno hace vista gorda a todo lo demás. A la sucesión de clichés a y a ciertos momentos de guion de película de Esteso. Ahora es el turno del público, que puede crear un nuevo éxito, como El otro lado de la cama, o dejarlo en el cajón del olvido. Nuestras salas y nuestro cine merecen que sea del primer grupo.

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