Dice Manele Labidi que un país que hace la revolución es como un individuo que empieza a ir a terapia. De ese paralelismo surgió la idea para su ópera prima Un diván en Túnez, una comedia sofisticada que abre una ventana al Túnez posterior a la revolución de 2011, lleno de caos y contrastes, pero también de humor.

La película, que llega este viernes a la cartelera española, gira en torno a Selma, una psicóloga que tras estudiar la carrera en Francia regresa a su país de origen con el propósito de abrir su propia consulta. La protagonista es la actriz franco-iraní Golshifteh Farahani, conocida por Paterson, de Jim Jarmusch, con la que conquistó a la crítica y al público en 2016.

"Después de la revolución tuve la sensación de que Túnez había llegado a un punto en que no podías pararle, la gente necesitaba expresarse, ese fue el gran cambio, la palabra ha explotado; yo tuve debates y conversaciones que nunca había tenido antes", dice a Efe la directora, nacida en París en 1982, hija de emigrantes tunecinos.

Para ella el país cambió radicalmente en aquel 2011 revolucionario, y lo hizo en torno a la palabra. “Mis recuerdos previos a la revolución son de un país vivo pero muy discreto a nivel de la palabra, tanto en la esfera política como en la íntima", explica.

Fotograma de Un diván en Túnez.

En la película establece un paralelismo entre la revolución y el psicoanálisis, y pensó en Túnez y en la sociedad árabe como un paciente “que debe deconstruir y reconstruir su camino”. “Las reticencias de los tunecinos al psicoanálisis no están muy alejadas de las que puede tener un francés o cualquier europeo, hay unas resistencias, pero en la cultura musulmana, con su tradición del grupo, la religión, le da una dimensión suplementaria. Todo eso unido me parecía una ventana interesante para asomarse a un momento preciso de la Historia y contar el recorrido de una mujer que busca reconstruir su identidad”, contaba la directora al medio.

Un diván en Túnez ganó el premio del público en las Jornadas del Autor del Festival de Cine de Venecia, y muchos la describieron como una película de Woody Allen ambientada en la sociedad árabe. Eso es por su tono, que juega con la comedia, un género que su directora describe como “una cuestión de equilibrio y de contrastes, me gusta que la dinámica de una escena resida en el contraste entre personajes, que no tengan todos la misma energía porque eso anula la escena. Para mi la risa surge de las situaciones, y no de efectos cómicos de los actores. En este caso concreto me lo imaginaba como un cowboy, un poco Buster Keaton también”.

Después de la revolución tuve la sensación de que Túnez había llegado a un punto en que no podías pararle, la gente necesitaba expresarse, ese fue el gran cambio

Aunque tenga muchas cosas en común con la protagonista, ella descarta que sea una película autobiográfica, ya que "o no me desvinculé del país, iba todos los veranos con mis padres, pero era una relación de proximidad y a la vez de extrañeza. Escribiendo y rodando allí he descubierto un Túnez que no conocía y lo he hecho como adulta independiente, no a través de mis padres".

La película también se vio afectada por la crisis del coronavirus. Se había estrenado en Francia un mes antes de que cerraran los cines, y en España tuvo que retrasar su llegada por la misma situación. Ahora por fin llega, con unas salas que necesitan nuevas películas que lleven a la gente para recuperar el hábito de ver una película en pantalla grande.

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