Venecia

Jueves 29 de agosto. 8:30 de la mañana. Con un par de minutos de retraso comienza la primera proyección del festival de cine de Venecia. Tras la inauguración llegaba uno de los platos fuertes de la sección oficial, lo nuevo de Noah Baumbach, Marriage Story, con Adam Driver y Meryl Streep. La pantalla se iluminaba y ahí estaba, radiante, el logo de Netflix con sus miles de rayas de colores formando la N característica de los ‘originals’ de la compañía. La respuesta no tardó en llegar, los abucheos de un sector de los periodistas mostraban su desagrado ante la presencia en competición de la plataforma de streaming.

El otro ‘bando’ contestó inmediatamente con más fuerza. Llegaron los aplausos de los que piensan que el cine no lo delimita la pantalla en donde se vea, sino que cualquier creación puede entrar dentro de un festival de clase A. La previa había estado calentita, ya que se acababa de confirmar que The irishman, la esperadísima película de Martin Scorsese no podría verse en casi ningún cine ya que las salas consideran insuficiente los 26 días de exclusividad que la plataforma les había ofrecido antes de ponerla disponible para sus usuarios.

La guerra por Netflix llegaba al patio de butacas, y lo hacía en medio de un festival que se ha posicionado claramente del lado de la compañía. Desde el año pasado Venecia decidió que no incluiría ninguna clausula que obligara a las películas a pasar por salas si querían competir por el León de Oro, algo que sí hizo Cannes tras las críticas recibidas hace tres años al incluir filmes de la plataforma. La presión de las salas hizo que el certamen decidiera que sólo irían fuera de concurso, a lo que la empresa dijo que no, que o iban en igualdad de condiciones o irían a otro festival.

El equipo de Marriage Story posa en Venecia. EFE

El conflicto vino de maravilla a Venecia, que se llevó de rebote la película más deseada del año, Roma, de Alfonso Cuarón, que ganaría aquí el León de Oro antes de comenzar su carrera internacional que la llevaría a los Oscar. Han pasado 365 días y las posiciones no se han limado, y la gente ha tomado partido en esta guerra que se muestra en cada proyección donde el logo de Netflix aparece.

Tres días después, el domingo 1 de septiembre, llegaba otra de las más esperadas de la sección oficial, The laundromat, el filme de Steven Soderbergh sobre los Papeles de Panamá. Resultado (más allá de lo cinematogáfico), el mismo pero invirtiendo el orden. Primero llegaron los aplausos, pero en respuesta se escucharon abucheos más fuertes e incluso algunas frases en italiano. No hay duda de que es el debate de las dos últimas temporadas, y este año se ha extendido durante todo el certamen.

Al Pacino y Robert De Niro en una imagen de The irishman Netflix

La última vez que la guerra se ha explicitado ha sido el lunes con el pase, fuera de concurso, de The King, lo nuevo de David Michod, director que ha expresado que llevaba años intentando producir esta adaptación shakespeariana y que hasta que Netflix y la productora de Brad Pitt, Plan B, no entraron en juego, fue imposible levantarla. Sus palabras no han servido para que de nuevo se oyeran los abucheos que intentaban silenciar las palmas que ha provocado el logo de Netflix.

De momento, la situación está exactamente igual que hace un año, y eso significa que los cines siguen con su bloqueo a las películas de Netflix, y que la plataforma es, de momento, la favorita para llevarse el León de Oro, en esta ocasión por el peliculón de Baumbach, que ha encontrado a su media naranja en la empresa, que ya ha producido sus dos últimos títulos. Mientras la guerra entre salas y la plataforma no cese, Venecia seguirá trayendo sus películas, a sus estrellas y engrosando su alfombra roja, mientras el público seguirá mostrando los dos lados de una batalla que necesita, urgentemente, un mediador.

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