Venecia

Tres de las cinco películas más taquilleras en lo que llevamos de año son de superhéroes. Las tres son de Marvel. El cine basado en los personajes que durante décadas llenaron las viñetas y los sueños de los chavales se ha convertido en una franquicia que alimenta Hollywood y que da millones de dólares. Es un engranaje bien engrasado que produce películas como churros. Algunas salen mejor, otras peor, pero todas con los mismos mimbres y, sobre todo, una premisa clara: estas películas deben verla todos los públicos y van dirigidas a los chavales que todavía compran juguetes y merchandising.

De vez en cuando algún filme se sale de la norma, y títulos como Lobezno han apostado por una violencia más acorde a los actos que realizan sus personajes. Deadpool apostó por la coña, por la metareferencia y una irreverencia que caló, una fórmula que también ha seguido la serie The boys. Pero a pesar de ello uno sigue viendo casi siempre las mismas historias una y otra vez, apostando por lo de siempre. Y mientras que en Marvel la jugada ha sido un éxito, en DC viajan entre éxitos como Wonder Woman y Aquaman y fiascos como su Batman V Superman y su ambiciosa La liga de la justicia. Las dos fallaban por lo mismo, seguir la oscuridad impuesta por Nolan en su trilogía de El caballero oscuro, saga impecable que ha terminado siendo una losa para el cine de superhéroes.

Por todo ello sorprendió cuando el director del Festival de Cine de Venecia anunció la presencia de Joker en el certamen, el filme centrado en el villano de Batman que para más inri estaba dirigida por el realizador de la saga de Resacón en Las Vegas. No estaba incluida como parche para rellenar la alfombra roja y tener repercusión, sino que estaba incluido en la Sección Oficial a concurso, lo que Barbera justificó con firmeza asegurando que era la sorpresa del concurso y que sería una película que estaría en los Oscar.

Fotograma de Joker.

Expectación por las nubes y ni un sitio libre para comprobar que, al menos esta vez, Barbera no mentía. Joker eleva el cine de superhéroes a cotas que no veíamos desde El caballero oscuro. La visión del villano que realiza Phillips es ácida, oscura, actual y encima muy, muy divertida. No hay concesiones al público habitual del cine de superhéroes -un par de menciones a la familia Wayne-, simplemente toma su propio camino para contar el origen de un personaje que en otras ocasiones han interpretado Jack Nicholson y Heath Ledger (del esperpento de Jared Leto no hablemos).

Esto es una película sobre el Joker porque el personaje se llama así, pero funciona de forma autónoma como una versión actual de Taxi Driver con tintes de El rey de la comedia. La presencia del cine de Scorsese es constante, y la presencia de Robert DeNiro como presentador de un late night y la condición de humorista fracasado de su protagonista lo confirman. También en espíritu, un filme sobre un expulsado de la sociedad, la clase más baja, la que nadie quiere ver. Un paria que se cansa de un sistema que se ríe de ellos y que es capaz de verles morir en las calles mientras ellos viajan en su limusina.

La película da la vuelta a los tópicos y hace que el espectador se replantee el universo DC. ¿Y si Joker no fuera más que una víctima de un sistema que está roto?, ¿y si él fuera el verdadero héroe, alguien que con su caos está dispuesto a traer una sociedad más justa?, ¿y si la familia Wayne no fueran más que unos ricachones insolidarios y Batman la perpetuación del estatus quo? Un giro de 180 grados que enriquece el filme y lo convierte en algo que no habíamos visto hasta ahora.

Fotograma del Joker.

El mensaje social del Joker es claro y está presente en todo el filme, aunque nunca embarre el conjunto. El personaje se declara como apolítico, pero sus actos acaban creando una revolución contra la casta. Gotham podría ser el Nueva York del Occupy Wall Steet perfectamente, y la película es el descenso a los infiernos de un loco que acaba en arrebato violento con un par de explosiones casi catárticas. Porque el que espere acción y efectos especiales en este filme que busque en otro sitio. Lo más frenético que encontrará será un choque entre dos coches. Literal.

En esa capa de la película está también su crítica a un sistema sanitario como el americano que deja la salud mental completamente apartada y relegando a aquellos que sufren una enfermedad de ese tipo. Son tratados como desechos y la única forma de solucionarlo es si uno tiene dinero. De nuevo la clase como elemento determinante del bienestar de la sociedad.

Nada de esto funcionaría sin el agujero negro que es Joaquin Phoenix, estrella absoluta sobre la que gira el filme y que entrega una interpretación digna de premio. De nuevo el Joker podría colarse en los Oscar gracias a Phoenix, que vuela libre y se aleja de las versiones anteriores. Cada gesto, cada risa nerviosa, cada arrebato de locura es un prodigio, y uno no puede apartar los ojos de él.

Joker ha sido recibida con muchos aplausos en Venecia, y es una bomba que dinamita el cine de superhéroes y también los prejuicios hacia este tipo de películas, que con títulos como este demuestran que pueden competir en festivales internacionales a la altura de obras de Polanski o Ciro Guerra.

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