Cannes

Pocos conocen el nombre de Tommaso Buscetta. Tampoco el de una de las tantas identidades que se inventó durante décadas para escapar de la policía. Buscetta era, de profesión, mafioso. Pertenecía a la Cosa Nostra desde que era un chaval, y con 17 años ya estaba dentro de la organización en su Palermo natal, donde se había hecho muy famoso por el mercado negro de cartillas de racionamiento durante el fascismo.

Buscetta pertenecía a esa estirpe de granjeros y gente humilde que entró en la mafia para encontrar una vida mejor. Era el menor de 17 hermanos y nació en 1928, una época dura para Italia, pero en la que él consiguió hacerse un hueco entre los mejores gánsteres de la época. Por aquel entonces la mafia todavía tenía un código de honor en el que él creía, y junto a ellos se hace rico.

Pero cuando entra la heroína en juego todo cambia, y la guerra entre bandas de la mafia italiana tensan la cuerda y decide huir antes de que todo estalle. Eso ocurre en 1982, cuando la familia de los Corleonesi, los rivales de la casa a la que pertenecía Buscetta, asciende y empieza a aniquilar a todos sus rivales, entre ellos a dos hijos de este mafioso que en aquel momento se encontraba en Brasil para huir de todo ello.

Pero uno no puede escapar de su pasado, y a pesar de haberse sometido a una cirugía y un cambio de voz para no ser reconocido, la policía le detiene en Brasil y encuentra heroína por valor de 25.000 millones de liras en sus pertenencias. Por primera vez pueden condenarle, ya que por todos sus delitos anteriores (incluido el asesinato) había conseguido huir.

Fotograma de El traidor.

En aquel momento Buscetta, ególatra, dandy y vividor, se da cuenta de que esa organización en la que creía había pasado todos los límites, y ya se asesinaba a niños y mujeres sin ningún control. En esa guerra también cayeron su hermano, su yerno, un cuñado y cuatro sobrinos. Por eso, cuando es extraditado a Italia en 1983 toma una decisión que cambiará la historia de su país para siempre: romper la omertá (el silencio por honor) establecida entre miembros de la mafia y tirar de la manta.

Su testimonio condenó a decenas de mafiosos, que siguieron su ejemplo y también hablaron. También provocó que la nueva mafia asesinara a cualquier persona que tuviera parentesco con Buscetta. Era la primera vez que un mafioso declaraba en contra de la Cosa Nostra, y entre él y el juez Falcone -asesinado posteriormente- decapitan la organización criminal. Su declaración le convierte en enemigo número uno, pero también le dio la libertad de todos los cargos de los que se le acusó. Además, tras la muerte de Falcone, con el que terminó uniéndole una amistad, se atreve a ir más al fondo y vincula a la mafia con la política llegando a sentar en el banquillo al presidente Giulio Andreotti.

Con semejantes mimbres era raro que el cine no hubiera contado la historia de Tommaso Buscetta, y ha tenido que ser un veterano curtido en el cine político italiano el que se atreviera. Marco Bellocchio se ha sumergido en su figura en El traidor, thriller mafioso que ha presentado a concurso por la Palma de Oro en Cannes y que ha entrado a última hora en las quinielas, especialmente por la interpretación de Pierfrancesco Favino como el traidor del título, un rival de peso para Antonio Banderas para el premio al Mejor actor.

Fotograma de El traido.

Casi tres horas de metraje que se pasan en un suspiro gracias al ritmo imprimido por el realizador, que a sus 80 años demuestra más nervio y tensión rodando que muchos jóvenes. La película comienza con la huida a Brasil de Buscetta y el comienzo de la guerra entre la mafia, pero su músculo se muestra en los interrogatorios surrealistas en los que los miembros de la Cosa Nostra se enfrentaron cara a cara.

El traidor tiene lo que se pide a un buen thriller de mafia. Asesinatos, traiciones, acción -ojo al atentado contra Falcone- y una historia real que fuera de Italia no se conoce y que merecía ser contada tan bien como lo hace Bellocchio en este filme con el que demuestra que su veteranía es más que un grado.

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