La guerra del taxi y el VTC ha llegado al cine, y también hasta Gibraltar. Lo hace en Taxi a Gibraltar, la comedia dirigida por Alejo Flah y protagonizada por Dani Rovira en la que le cómico da vida a un taxista quemado por la vida que acepta la delirante propuesta de un embaucador argentino: buscar lingotes de oro escondidos en los túneles del peñón.

Rovira cambia de registro, y se mete en la piel de un hombre atormentado, pateado por la vida, con deudas en el banco, un taxi que no le da para comer, una pareja embarazada y los VTC comiendo el terreno. El caldo de cultivo para que su desesperación le lleve a hacer cualquier cosa.

Aunque Taxi a Gibraltar es una comedia de aventuras que coge el clásico esquema de las 'buddy movies' americanas -en la que dos personajes de diferentes personalidades están obligados a convivir y entenderse-, su principal activo, además de la química de Rovira con el argentino Joaquín Furriel, es su poso social lo que la distingue. Sus personajes son tres pobres almas a las que el sistema ha pasado por encima sin avisar y sin tener en consideración. Al dúo masculino se une Ingrid García-Jonsson como una joven de un pueblo andaluz que escapa de un matrimonio que no quiere.

fotograma de Taxi a Gibraltar.

Para Rovira lo que muestra Taxi a Gibraltar es que “el sistema va tres veces más rápido que nosotros”. “Encontrar oro en Gibraltar es la idea más peregrina que he oído en muchos años, si no estás desesperado no lo haces. He leído un libro que me ha fascinado, 21 lecciones para el siglo XXI que habla de esto, de cómo los algoritmos ya mandan más que le dinero, y de que el ser humano va detrás del sistema. Todos los personajes sin víctimas del sistema, y el de Ingrid también del patriarcado”, explica a EL ESPAÑOL.

El argentino Alejo Flah ha escrito y dirigido el filme, y le alegra que estén estas notas sociales en la comedia. “Como guionista debemos tener la piel sensible a las cosas que están pasando. Cuando escribimos la película el tema del bréxit o de los taxis y las vtc no estaban en las portadas de los periódicos, y que ahora eso esté significa que estamos conectados con lo que está pasando. Creo que era Truffaut el que dijo que el cine francés se fue a la mierda cuando los directores dejaron de ir en metro. Y a mí me interesaba mucho el tema de la desesperación. Ahí esta la comedia, en tres desesperados en tres tonos distintos que crean la comedia y la ética de la desesperación”.

Nunca estamos bien. Yo no recuerdo, desde que tengo uso de razón, haber vivido un momento en el país en el que todos estemos contentos. Siempre estamos abocados a un precipicio

Este clima de desesperación es lo que también provoca que la comedia sea el género preferido en la taquilla, algo que según Rovira ocurre incluso desde antes de Ocho apellidos vascos. “Nunca estamos bien. Yo no recuerdo, desde que tengo uso de razón, haber vivido un momento en el país en el que todos estemos contentos. Siempre estamos abocados a un precipicio, y por eso la comedia es un bálsamo maravilloso.

El taxista furiosito de Rovira representa a un colectivo que para el cómico “tiene mucho carisma”. “Si recurriéramos a los tópicos, la figura del taxista es la de una persona puteada. Pero es que es una persona que lleva toda su vida en un coche, y ocurre también en ciudades que no son Madrid y Barcelona”, subraya. Aunque se mantenga en la comedia, el actor da un giro al ser el contrapunto contenido, mientras que la comedia recaiga en Joaquín Furriel, que seduce la pantalla con su labia y jeta.

Argentina y España unidas por algo en común: el odio a los británicos, que se ejemplifica en la figura del peñón, como decía Alejo Flah: “Los argentinos tenemos también una historia con Reino Unido, tenemos Las Malvinas, que es algo tráfico, mientras que Gibraltar es algo cómico. Eso que sale en la película de ‘el que no salte es un inglés’ es algo que se sigue cantando en los campos de fútbol argentinos”.

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