En 2006 tan sólo un 15% de los catalanes quería el independentismo. En junio de este mismo año la cifra había subido hasta un 41,6%. Casi la mitad de la población manifiesta ya abiertamente su deseo de irse de España, de ir por su cuenta. La cifra se ha triplicado en doce años, y la sociedad catalana muestra una ruptura entre aquellos que quieren quedarse y los que no.

Cataluña está más rota que nunca, y la situación no parece calmarse. El último año ha sido un hervidero, y el nacionalismo ha estado en los telediarios todos los días desde aquella multitudinaria Diada de hace un año y el anuncio de que convocarían un referéndum ilegal pocas semanas después, aquel 1 de octubre en el que la población terminó de polarizarse.

¿Qué ha pasado para que ese sentimiento haya crecido tanto?, ¿hay posibilidad de reconciliación?, ¿qué ocurre con aquellos que no se posicionan y son señalados como esquiroles por ambos bandos? Eso es lo que intenta explicar el documental producido por Netflix y Morena Films Dos Cataluñas. Un análisis pormenorizado de lo que ha pasado en los últimos 365 días. Dirigido por Álvaro Longoria y Gerardo Olivares, el filme sigue en este tiempo a los líderes de esas dos cataluñas. Por un lado a Inés Arrimadas, lideresa de la fuerza más votada, pero sin el apoyo necesario para presidir. Por el otro Carles Puigdemont, que tras incendiar Cataluña huyó a Bélgica donde ejerce el poder en la sombra.

Manifestación en Cataluña.

El filme intenta no juzgar, da voz a todo el mundo, y deja claro que ellos no solucionarán el problema. Su enemistad está enconada. Lo que hace es intentar mirar al futuro, preguntar a periodistas, observadores internacionales y medios extranjeros qué piensan que ha ocurrido.

Casi todos coinciden en varias cosas: tanto Rajoy como en su momento Artur Mas y luego Puigdemont usaron el independentismo catalán para sacar rédito político, y crisparon la situación hasta llegar a esta situación. Muchos sitúan el recurso de inconstitucionalidad del PP al estatut aprobado por Zapatero como la mecha que hizo que el independentismo creciera. “Los independientes eran tres personas y un perro sentados en un bar de la Rambla”, dice el periodista británico John Carlin en el documental.

Carles Francino califica la situación como dramática, y se siente en esa “mitad huérfana” que no se siente cómoda en ningún sitio. “Si dudas te dicen equidistante. No mojarte significa que estás con el otro”, añade Gemma Nierga. Iñaki Gabilondo, por su parte cree que el tiempo será muy severo con Rajoy por su inacción durante siete años de gobierno. Sólo cuando le explotó en la cara hizo algo, y ya era tarde.

Hasta el fútbol se impregnó de la cuestión catalana. Jorge Moragas se acuerda de cómo el dedo en el ojo de José Mourinho a Tito Vilanova se convirtió en la mejor excusa para ejemplificar el supuesto odio español hacia cataluña.

El expresidente Puigdemont, en una de sus últimas apariciones en Bruselas Francois Walschaerts/Reuters

En este repaso, con la perspectiva del tiempo, se observan los errores cometidos. Las palabras de Wert hablando de “españolizar a los catalanes”, los Guardias Civiles gritando el ‘a por ellos’ o las cargas en el 1-O mostraron una imagen desconocida de España. Y ahí el independentismo catalán ganó una batalla importante: la de la prensa internacional. Pamela Rolfe, periodista de EEUU, lo confirma. Fuera, ver las imágenes de la brutalidad policial fue un shock enorme, la prensa no dejó de hablar de ello y rápidamente compraron el discurso de que la lucha de los catalanes era algo “romántico”.

También se repasa todas las veces que Puigdemont se saltó las leyes a la torera. En sus declaraciones a cámara no lo niega, y se ampara en que esas normas no defienden los intereses de los catalanes. Todos le acusan directamente: sabía las consecuencias que había con sus actos, especialmente cuando decidió proclamar la independencia catalana de forma unilateral.

Dos Cataluñas muestra los hechos y el año en que España y Cataluña rompieron y dividieron a la gente. Aunque intente no sacar conclusiones, varios de los periodistas que ofrecen su punto de vista coinciden en una cosa: los nacionalismos son un síntoma de que las instituciones no están dando respuestas a los problemas de la gente, que se dejan engatusar por los cantos independentistas. Es el mismo fenómeno que se ha visto en Francia, en EEUU con Trump, y lo veremos mucho más si nuestro país y la Unión Europea no reformulan sus bases.

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