Fotograma de Verano 1993.

Los grandes ojos de Frida, la niña protagonista de Verano 1993, son el vehículo de un relato que ha traspasado todas las fronteras. Presentada en 25 países y estrenada ya en 10, esa mirada infantil ha sabido cautivar los corazones no sólo de los españoles y todos los europeos, sino de turcos, brasileños, japoneses, mexicanos o estadounidenses.

Esta historia marcadamente local pero capaz de hablar de lo universal, refleja el espíritu de universalidad desde la diversidad que encarna la Unión Europea. Ese concepto de la diferencia unida por rasgos comunes se encuentra presente en cada fotograma y es una de las claves del éxito de esta película que ha llegado tan lejos gracias al uso de un lenguaje común y a los apoyos que encontró en su inicio, como el de la UE, y que sirvieron de espita para todo lo que llegaría después.

Su honestidad y autenticidad tienen la particularidad de no requerir un conocimiento cultural o político previo, dado que la historia se cuenta a través de unos roles familiares que son casi idénticos en muchos lugares del mundo, al igual que los sentimientos universales de dolor y celos que vertebran gran parte del filme. Se trata de un relato que trasciende fronteras porque, como explica la directora Carla Simón, habla de la infancia, y todos hemos sido niños antes que adultos. Además, esos veranos más silvestres hasta para los niños de ciudad, son compartidos en muchas culturas, junto al igual que el tempo lento que disminuye la velocidad de los acontecimientos.

Todos estos elementos de comunión entre los pueblos hacen que el público pueda sentirse identificado hasta el punto de que, en varios países, tanto de la UE como en India o Corea, algunas personas del público se hayan acercado para expresar cuánto les había emocionado al recordarles a su propia infancia.

Por ello, concebida desde un inicio como una película europea en busca de un sello de calidad amparado por festivales de gran calado, como la Berlinale, esta película ha crecido gracias al impulso de Europa Creativa.

Gracias a ese apoyo inicial de la UE, este cuento realista de verano popular de los 90 ha logrado en las taquillas de nuestro país más de 1.120.000 € gracias a los 176.276 espectadores que han acudido a las salas. Junto a ellos, hasta 45.000 franceses eligieron esta película cuando fueron al cine, logrando una recaudación cercana a los 370.000 €.

Estas cifras, que son fruto del gran éxito de taquilla, reflejan su universalidad, ese anhelo de trascender fronteras que forma parte de uno de los pilares y objetivos esenciales de la cultura de la Unión, impulsando una cultura común que nos una a todos. Esa es precisamente una de las razones principales para que haya formado parte de la campaña de comunicación #InvestEU, cuyo fin es visibilizar cómo los fondos de la UE revierten en todos los ciudadanos europeos.

Cuarenta y cinco premios a nivel mundial avalan su éxito y su universalidad, con galardones como el recibido a Mejor Ópera prima del Festival de Berlín, o los tres Goya que ha obtenido, se ha posicionado como una de las películas españolas del año por su belleza y por su relato, poético y a la vez lleno de sinceridad. Una magia única que se produce en una obra en la que resalta el tercer acto: siendo una película compleja que exige atención y cuidado y que se construye con mimo durante 90 minutos para generar una catarsis en los 5 últimos, dando lugar a la revelación del cariño y la confianza en la familia.

Estos aspectos han calado a todos los niveles, llegando a festivales, crítica o público gracias al respeto a la esencia de su idea original, dejando un sabor de boca agridulce en el que la tristeza tiene un halo esperanzador y la ilusión se abre paso entre la soledad.

Valerie Delpierre es la productora de 'Verano 1993', la sorpresa del cine español del año pasado y ganadora del Goya a la Mejor dirección novel. También ha producido el corto 'Los desheredados' ganador en Cannes y en los Goya.