El sueño de todo niño es ir a Disneyland. Hacerse fotos con Mickey, ver a la princesa de Frozen y montar en los carricoches con la forma de sus muñecos favoritos. Las familias ahorran todo el año para conceder el deseo de los más pequeños, y salen cargados de bolsas de regalos tras su visita por ese territorio que los anuncios venden como lleno de magia e ilusión.

Pero detrás de tanto colorido y de las sonrisas enlatadas del parque, existe una realidad mucho más triste. A pocos metros de la entrada de Disneyland en Orlando se encuentra una parte de la sociedad que no muestran sus películas. Madres solteras, prostitutas, drogadictos y desahuciados viven en los márgenes de la carretera que conduce directamente al centro del capitalismo más intenso.

Al lado de una valla publicitaria con la cara del Pato Donald puede haber una barriada de casas donde los yonkis han establecido su residencia tras ser rechazados por un sistema que excluye al que no tiene recursos. En esos márgenes de la sociedad y del camino, ha situado su nueva película Sean Baker, que revolucionó el cine indie con Tangerine, y que lo ha vuelto a hacer con The Florida Project, un retrato de la ‘white-trash’, envuelto en colores pastel, porque el director sitúa a sus personajes -una madre soltera sin ganas de adaptarse al mundo y su niña con una fantasía desbordante- en los moteles de ese trayecto.

Sean Baker en el rodaje de The florida project.

Lugares cuyos nombres suenan hipócritas, Tierra del Futuro o Castillo Mágico, y que están pintados con tonos de fantasía aunque en su interior lo que uno encuentre son los expulsados de la sociedad. La versión más oscura del sueño americano, pero con un toque optimista gracias a la mirada de esa cría que no se da cuenta de lo que ocurre a su alrededor. Baker quería retratar la “supervivencia de una madre soltera con una hija”. “Son gente que siempre tienen el ‘modo supervivencia’ puesto, porque no tienen ningún tipo de red de seguridad”, contó el director a EL ESPAÑOL en su vista para promocionar el filme que, según él tiene una cosa en común con sus anteriores trabajos: el interés por la economía underground debajo de lo que normalmente muestra el cine.

The Florida Project juega al contraste entre lo que cuenta y cómo lo cuenta, y al choque de que en sólo dos kilómetros puedan convivir dos extremos opuestos de la misma realidad. “Lo que ocurre en esa carretera es increíble. Las contradicciones son tan obvias… ves a la gente que vive en estas casas o en estos moteles, que están luchando, sin medios, y que justo encima de ellos hay carteles con anuncios de cosas que nunca van a poder adquirir, parece que se burlan de ellos. Es una ironía muy triste, como cuando ves un anuncio de metralletas y una semana antes de rodar esa escena hubo una masacre en un club nocturno de Orlando a una milla de este lugar donde se celebran las armas. La ironía está en tu cara”, añade.

Lo que ocurre en esa carretera es increíble. Ves a la gente que vive en estas casas, y justo encima de ellos hay carteles con anuncios de cosas que nunca tendrán. Se burlan de ellos

El director no suaviza la realidad. Esa madre es antipática y a pesar de estar oprimida por el sistema, entra en su juego en cuanto tiene unos dólares en su bolsillo. Una contradicción que para Sean Baker es normal, porque “les atrae, es que eso es América, te dicen que tienes que seguir ese sueño, que esos deseos son posibles y los puedes tener”. Por ello su visión del sueño americano no es tan optimista como la que venden actores como Will Smith, pero no critica ni mira por encima del hombro a aquellos que toda la vida lo persiguen. Yo he tenido la suerte suficiente para contar con el apoyo de mis padres, fui a la universidad, tuve una educación y la suerte de ser un hombre blanco en esa sociedad, así que para mi mi sueño americano es mucho más fácil de conseguir que para el resto”, explica.

Él podría ser utilizado como el mejor ejemplo de que con esfuerzo todo se consigue en lo que llaman el país de las oportunidades, pero se niega a ello, y de hecho lo critica abiertamente. “A mí siempre se me dicen que estoy en un momento en el que ya puedo hacerlo que quiera, que si quisiera podría dirigir una película de Marvel o lo que me propusiera. O comprarme una casa... pero es que soy una persona diferente. Mi sueño americano no es ese, puede que porque tuve el privilegio de poder rechazarlo. Para mí el sueño americano no tiene ese significado por eso, pero la gente no tiene esa suerte, y sólo le queda ese sueño para perseguir”, zanja.

Mi sueño americano no es el mismo que el del resto, puede que porque tuve el privilegio de poder rechazarlo

Por primera vez ha trabajado con una estrella en su reparto, un Willem Dafoe que está nominado al Oscar, pero reconoce que lo ha hecho porque necesitaba una “cara reconocible” para levantar el filme”. “Ahora me dicen que puedo tener al actor que quiera parala próxima… pero es que no los quiero”, continúa. Baker va a contracorriente, y tampoco tiene miedo en opinar sobre su ausencia en los Oscar, donde The Florida project era una de las favoritas de la crítica, aunque la Academia la ha ignorado. “No es una película para ellos. Para ellos es una película pequeña, y a los votantes no les interesas. Si ven un DVD de Tres anuncios en las afueras con todos esos nombres, y luego otro de mi película, en la que sólo está Willem, está claro que van a votarles a ellos”, zanja.

Tampoco parecen interesarle los premios, aunque tiene claro a quién votaría: Déjame Salir. La cinta de terror es para Baker el tipo de cine al que debería aspirar Hollywood: “es subversiva y usa el género para hacer cine social, encima ha recaudado 100 millones”. Quizás él lo consiga con su nueva película, un drama sobre la actual “epidemia de opiáceos de EEUU”.

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