En la misma sala donde apenas 48 horas antes se había vivido una bacanal de 24 horas, ahora sonaba una claqueta, se encendía una cámara y se hacía el silencio mientras aparecía un bailarín de ballet que dejaba a todos con la boca abierta. El Monte Olimpo de Jan Fabre ha dejado paso a Yuli, la nueva película de Icíar Bollaín que se rueda esta semana en Madrid -con parada en los Teatros del Canal- antes de irse a Londres para terminar uno de los proyectos más ambiciosos de la realizadora que debutó hace 20 años con Hola, ¿estás sola? y ganó el Goya con Te doy mis ojos.

Tras emocionar con El Olivo regresa a un guion de su pareja, Paul Laverty -habitual colaborador de Ken Loach-, para contar la vida de Carlos Acosta, bailarín cubano que demostró que el ballet no era sólo cosa de blancos, porque como hoy recordaba Bollaín, todavía la gente tiene la idea de que los bailarines tienen que ser “príncipes blancos y rubios”, cuando la realidad social es bien diferente.

Entramos en el rodaje de la próxima película de Icíar Bollaín

Acosta hizo historia precisamente por ello, por derribar los prejuicios del arte, del mundo de la danza y de esa clase cultural que mira por encima del hombro. Él fue el primer negro que consiguió protagonizar papeles que normalmente no daban a gente de color. "Fue el primer negro que baila un 'Romeo' con el Royal Ballet, tuvo que luchar el triple debido a su origen humilde y prejuicios raciales", ha destacado la cineasta.

La película, producida por Morena Films y BBC, se ha rodeado de los mejores profesionales españoles para una historia que nunca pisa nuestro país, pero que agarró las entrañas de Bollaín y Laverty. Alberto Iglesias se encargará de la música, mientras que Álex Catalán, que puso color a la transición española en La isla mínima, hará lo propio con esta obra que abarca tres momentos en la vida del bailarín, con lo que también será un repaso por la historia de Cuba. Su biografía recorre los últimos 30 años de la isla, cómo parte de su familia se fue a Miami y otra se quedó, o cómo volvió con el 'periodo especial', una de las épocas más duras de la isla", ha recordado.

Fue el primer negro que baila un 'Romeo' con el Royal Ballet, tuvo que luchar el triple debido a su origen humilde y prejuicios raciales

A pesar de ello ha descartado que sea un análisis político de la situación política cubana, aunque ha querido dejar claro que Acosta tuvo una "relación buena" con su país. "Se benefició de las oportunidades que se les daba a los artistas de crecer, aún viniendo de barrios humildes. Y él lo devolvió al retornar a La Habana primero con el Royal Ballet y luego creando su propia compañía", ha señalado. De hecho así empieza la película, con un Carlos Acosta -que se interpreta a sí mismo en esa parte de su vida- que prepara una obra sobre su carrera y va recordando a través del baile los momentos que le marcaron y para los que se han escogido a dos actores, uno para la época de niño y otro para la de joven.

El anti Billy Elliot

Bollaín se muestra meticulosa en el rodaje, repite la escena una y otra vez, y pule una escena en la que el baile es el protagonista. Los Teatros del Canal se han convertido en un escenario de Londres y nada puede quedar a la improvisación. Hasta en el descanso para la comida, y antes de atender a la prensa, sigue analizando la escena con sus ayudantes para repetir lo necesario. Tiene claro que es visualmente su apuesta más compleja, especialmente por las escenas de baile, en la que no ha querido doblar a los actores, sino enseñar la verdad de cada coreografía.

Bollaín define Yuli como una película “contraria a Billy Elliot”, porque normalmente en el cine se muestra a un niño que quiere bailar y al que su familia no le deja, mientras que aquí es al revés. Es su padre, un hombre autoritario que ve en el ballet una forma de escapar de uno de los barrios más humildes de La Habana. Una elección que hizo que Acosta fuera señalado por sus compañeros, que se rieron de él por hacer danza. Un filme de superación que quiere alejarse del típico biopic y que explorará también los límites de la ficción y la realidad.

Icíar Bollaín da indicaciones en el rodaje de Yuli. Silvia P. Cabeza

Igual que Carlos Acosta derribó los prejuicios, Bollaín también lo ha hecho con su cine, ya que ella es una de las tres únicas mujeres que han logrado el Goya a la Mejor dirección. Por eso pide más apoyo y confianza en las realizadoras para que el cine esté “contado entre todos” y pueda tener “miradas y contenidos más variados”. “Cuándo yo estrené Hola, ¿estás sola? Hace 20 años, entramos en el cine más de 30 mujeres, y pensamos que ya estaba solucionado, pero han pasado 20 años y no llegamos a ser más del 10%, entonces, ¿qué hacemos?”, ha contado Bollaín, que por ello se muestra a favor del cambio en los puntos para otorgar las ayudas del cine, que otorgan más a aquellas producciones dirigidas por mujeres: “cuando hay déficit de algo solo se han cambiado así las cosas. Si se equilibrara de manera natural, fenomenal, pero la historia nos demuestra que no es así".

La directora ha lamentado que "allí donde hay poder, dinero y toma de decisiones hay pocas mujeres", y ha recordado el caso de las rectoras, las ministras, las presidentas de consejos de administración y otros lugares para evidenciar la falta de presencia femenina en casi todos los ámbitos de la sociedad. "Es una cuestión de confianza y a las mujeres les cuesta más que se apueste por ellas. Solo hay que mirar el poder, hay pocas juezas, banqueras, rectoras, directoras de orquesta o de museos...allá donde mires que hay tomas de decisiones, las mujeres escasearán. Si no potencias que estén ahí, no ocurrirá, así que ayudemos a que pase", ha zanjado de forma contundente mientras se levantaba para comer algo y coger fuerzas, el ballet le esperaba y la claqueta quería sonar de nuevo.