El cine, desde sus comienzos, ya se obsesionó con el color. Aunque el invento que revolucionaría el mundo nació en blanco y negro, los artistas que lo usaban para contar sus historias y desplegar su imaginación, soñaban con darle vida a través de los diferentes tonos que tenía la realidad a su alrededor. La técnica no permitía captar la imagen como era realmente, pero los primeros creadores se las apañaron para que el color llegara al cine. Méliès y Segundo de Chomón comenzaron a colorear los fotogramas de sus películas creando un efecto mágico y sorprendente.

Sus fantasías se teñían gracias a su trabajo manual. Décadas después, los avances permitieron que el color llegara de forma natural a los fotogramas. Pero el pasado siempre vuelve, y en 2018 la técnica de pintar a mano la película analógica ha vuelto. En una época en la que lo digital ha sepultado todo, unos cuantos locos han cogido la paleta y las pinturas para realizar la primera película al óleo. No es un capricho, sólo así podían acercarse a la historia que querían contar: la vida de Vincent Van Gogh.

Fotograma pintado de Loving Vincent.

Loving Vincent es el resultado de años de convencer a productores de que la única manera de acercarse al genio era representando su historia a través de las pinturas, porque aquellas hablaban de sus estados de ánimo. Así, a través de las cartas que Van Gogh escribía a su hermano Theo, los directores Dorota Kobiela y Hugh Welchman han conseguido la mejor aproximación al pintor, y también la película de animación más personal y original del año. Una obra a la que, con casi toda seguridad, se verá en los próximos Oscar.

Será el regalo a diez años de proceso y al trabajo de 125 artistas que pintaron 65.000 fotogramas al óleo. La película grabó a actores en movimiento, y luego los pintores (de decenas de países), los animaron imitando los cuadros de Vincent Van Gogh. Welchman explica a EL ESPAÑOL que Loving Vincent nació ya hace diez años. “Mi esposa era pintora, pero también trabajaba en la industria de la animación y echaba de menos la pintura, así que hicimos un corto completamente pintado y le surgió la idea de hacer una película de Van Gogh. Leímos su biografía, visitamos sus museos, leímos sobre la relación entre la enfermedad menta y el arte… y entonces me enamoré de ella y de su proyecto”, cuenta el director, que también trabajaba en la animación y que ya tiene un Oscar en su poder por le cortometraje Pedro y el lobo.

Un proyecto que nade como un acto de amor y que todo el mundo calificó “como una locura”. “Unos pensaban que estábamos locos, otros que era imposible y unos cuantos que sí que era posible pero que pasaban de hacerlo”, recuerda. No se dieron por vencidos. Ellos tenían claro que la película tenía que estar pintada al óleo: “Su obra es tan personal y cuenta su vida de forma tan apropiada, que la única forma de hacer la película era a través de sus pinturas”. Loving Vincent se centra en los últimos días de un pintor que, para los realizadores, aumenta en popularidad según pasan los años: “Sus cuadros parecen hablar directamente a la gente, incluso a los que no les llama la atención su pintura”.

Fotograma pintado de Loving Vincent.

Una vez tuvieron luz verde, los directores comenzaron un proceso de casting para encontrar a los locos que pintarían esos lienzos en miniatura. Recibieron currículums de todo el mundo, también de España, y seleccionaron a los 125 que se encargaron. Para no cansar al espectador, y para diferenciar la línea narrativa del presente de los flashbacks, decidieron alternar dos técnicas pictóricas. Para el pasado se optó por un blanco y negro más realista. “Queríamos dejar claro lo que era el presente y no que no, y de esa época no hay pinturas de Van Gogh. No son momentos asociados a obras suyas. Nunca hizo una pintura suya de niño, no existían esas referencias. Además, 94 minutos al estilo de Van Gogh serían agotadores para el espectador, no hay quién aguante eso, así que pusimos el blanco y negro, que también está pintado, pero basado en la fotografía de finales del siglo XIX en Holanda y Francia”, explica el director a este periódico.

Loving Vincent demuestra también que la animación no es sólo para los niños. Que sólo es una técnica que se puede aplicar a cualquier historia, algo que Hugh Welchman se propone con cada nuevo trabajo. “Queremos llegar a otros públicos, pero el éxito de Disney, que era un genio, ha apagado a todos los que quieran hacer animación para adultos. Ojalá nos dejen demostrar que pueden tener mucho éxito y que es un terreno por explotar”, dice el creador, que sabe que no podrá con Pixar en los próximos Oscar, porque “hagan lo que hagan ganan”. Mientras, este matrimonio que demostró que una película puede estar pintada al óleo, ya prepara su nuevo filme. Seguirán con la animación, esta vez para una película de terror con otra influencia artísticas: las pinturas negras de Goya.

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