Ha tenido que llegar Thor para enseñar a Rajoy y Puigdemont qué es lo que nos une como pueblo y mostrarles algo tan maniqueo como que lo importante son las personas, no las fronteras. Las clases de patriotismo se venden en las últimas semanas a precio de saldo. Como si de una competición se tratara, los dos líderes se retan y provocan con cartas que no solucionan nada. El motivo de tanta gresca es encontrar qué nos identifica. Lo que nos hace calificarnos como país. Unos creen que ese sentimiento patriótico se viste con una bandera recién sacada del desván. Otros con una urna de plástico y un referéndum ilegal. Para Rajoy y Puigdemont entre la 155 y la Declaración Unilateral de Independencia no hay nada.

Quizás para eso estaban los superhéroes, para actuar cuando los líderes políticos no funcionan, cuando su inacción lleva a la sociedad al abismo. Los cómics (y las películas después) han enseñado a gente con poderes y trajes horteras que se enfrentan a villanos de otros planetas, pero deberían haber empezado por arreglar lo que falla cerca de sus casas. Eso es lo que ha conseguido Thor Ragnarok -estreno el viernes 27-, que en su tercera aventura en solitario se saca de la maga una descripción de patriotismo que deberían enmarcar ambos líderes.

Cate Blanchett en Thor.

En la película, el dios del trueno se enfrenta a Hela, una diosa de la muerte con los rasgos de Cate Blanchett que quiere destruir Asgard, su pueblo, del que es heredero y que en todas las películas se ha encargado de defender con uñas, dientes y un martillo más grande que sus bíceps. Aquí la trama de fondo se mantiene, la nación asgardiana que es amenazada por una fuerza extranjera, pero la reflexión va más allá y resuena con fuerza cuando acaba la película. Porque lo que Thor le dice a su pueblo cuando ve cómo todo queda hecho añicos, es que lo que define un país no es su idioma ni sus tierras, sino sus habitantes, vengan de dónde vengan. Mientras Blanchett se lo pasa bomba destruyendo Asgard, el superhéroe dice una frase que tendría que resonar en la cabeza de Rajoy y Puigdemont: “Asgard no es un lugar, Asgard es su gente”. Sustituya ese sitio inventado por España y Cataluña y tiene la solución.

Nadie contaba con que Marvel mediara en la crisis catalana, pero ahí estaba el héroe más egocéntrico -con permiso de Iron Man- para decir a su pueblo que lo importante es permanecer juntos, y que el concepto de nación está anticuado. Da lo mismo vivir en Asgard que en la Tierra si por encima se mantienen unos principios de cooperación y solidaridad. El fichaje de Taika Waititi a los mandos de la película se nota en su humor y su tono ligero, pero también en meterle unas capas sociales debajo. Por si fuera poco también hay un canto en favor de los refugiados y otra reflexión que dice que, de alguna, forma, todos lo somos y en algún momento necesitaremos el asilo y la ayuda de otra persona.

Todos los superhéroes juntos contra Hela.

Una clase avanzada de patriotismo para ver si los líderes del gobierno español y catalán dejan de mirarse al ombligo y empiezan a pensar en cómo solucionar este embolado. No les queda mucho tiempo, exactamente hasta el sábado -si es que no se dan largas otra vez-. Por desgracia esta vez parece que Thor no va a aparecer, como mucho lo hará Torrente.

No es la primera vez que los personajes de Marvel se mojan en asuntos políticos. Capitán América luchó contra el nazismo, y en Civil War hasta se enfrentó a su Gobierno por una ley censora y poco democrática. Su equivalente Británico, Capitán Britania, ya ha dicho que está en contra del Bréxit, y hasta Superlópez lo ha dejado claro en boca de su creador Jan, él mandaría a nuestros políticos al planeta Koskatilla, lejos para que dejen de estropear cada cosa que tocan. A falta de superpolíticos, buenos son los superhéroes.

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