Cuando uno habla de la Segunda Guerra Mundial en el cine, siempre viene a la mente la misma escena, ese desembarco de Normandía con el que Steven Spielberg hizo historia en Salvar al Soldado Ryan. Nunca se había visto el horror de la primera línea de batalla de aquella forma y se convirtió rápidamente en un referente para cualquier filme bélico desde aquel 1998. La película se hizo con cinco Oscar, entre ellos el de Mejor Director, aunque perdiera el de Mejor película frente a Shakespeare enamorado.

La influencia en la forma de rodar las escenas bélicas se ha visto en innumerables ocasiones, pero este año alguien ha llevado la idea de Spielberg a su máxima extensión. Christopher Nolan estrena el viernes Dunkerque, su décima película. Un filme que sitúa la acción en la evacuación de soldados en la Segunda Guerra Mundial para sumergir al espectador en medio del conflicto. Muchos han dicho de ella que es el mejor filme de género desde, precisamente, Salvar al soldado Ryan, y la crítica se ha rendido a sus pies. Más incluso que con el filme de Spielberg. En Metacritic, que ofrece una nota sobre 100 basada en las críticas de los periodistas cinematográficos, Dunkerque ha llegado con fuerza y se ha situado en un 97, mientras que la película protagonizada por Tom Hanks se quedó con 90. Analizamos este combate a muerte entre dos de los cineastas más respetados del momento.

Sentimentalismo Vs Horror

Spielberg es un maestro de la emoción. Manipula al espectador a su antojo. Lo hace siempre con elegancia y un dominio de la puesta en escena al alcance de pocos, pero es incapaz de evitar ese sentimentalismo, por ello en Salvar al soldado Ryan no tiene valor para empezar con esa escena de 23 minutos del desembarco, sino que otorga a su relato de una estructura de largo flashback que comienza en un cementerio, donde el personaje de Matt Damon de mayor visita la tumba de los caídos en aquella batalla.

Saving Private Ryan - Omaha Beach Scene

Allí acude con su familia, todos lloran, y recuerdan a los héroes. La película vuelve a cerrar en el mismo lugar y con el mismo plano -una bandera americana ondeando- con el que abre el filme, todo a ritmo de la música melódica de John Williams que quiere meterte el dedo en el ojo. Un prólogo y un epílogo blandos e inncesarios, que contrasta con su virtuisismo en las escenas bélicas.

Por el contrario Nolan no quieren sentimientos. Su filme abre con tres soldados caminando por una guerra a los que les caen encima unas cuartillas que dicen 'Os tenemos rodeados', intentan beber agua y de repente comienzan los disparos. No se sabe de donde caen. Comienza la tormenta y el sonido atronador puede con todo. Dos de ellos mueren, el otro trepa una valla y en una carrera llega a Dunkerquee, el centro del horror. Ya estás dentro de la desesperación. Spielberg decía con su filme que con esa escena quisó “ meter a la audiencia en el escenario conmigo". Lo consiguió, pero luego les sacó. Nolan le mete y no le saca hasta el final, es la película que resultaría de rodar el desembarco de Salvar al soldado Ryan durante 100 minutos en vez de durante 25.

Historia Vs Anonimato

El sentimentalismo de Spielberg viene (además de por su puesta en escena) por su obsesión de dar a todos los personajes una motivación, un pasado, un presente y un futuro por el que luchar. Todos expresan sus sentimientos. Los explicitan para que el espectador pueda empatizar con ellos cuando luego les vea sufrir y luchar.

Dunkirk – Intense Ride Featurette

Nolan arranca la historia de sus personajes. No sabemos casi ni su nombre, sólo sabemos que están a punto de morir y que luchan por sobrevivir. Podrían ser asesinos o delincuentes, pero él les iguala en el contexto de la guerra. La muerte no discrimina entre buenas y malas personas. Tanto depura la historia, que Dunkerque funciona como una película casi muda, en la que los diálogos no aportan nada.

Melodía Vs Ambiente

Tanto Spielberg como Nolan confiaron la partitura de sus películas a dos colaboradores habituales en su cine. El primero en John Williams, que apostó por el clasicismo, la orquesta sinfónica y la música melódica y épica para Salvar al soldado Ryan. Un subrayado más al clasicismo y a la herencia de melodrama que siempre acompaña al cine del director de E.T. Eso sí, el desembarco no tuvo banda sonora, sólo se oían los gritos de dolor y las balas y bombas. 

Nolan le ha dado la labor a Hans Zimmer, que en Dunkerque se encuentra desatado. Su banda sonora es casi omnipresente, pero en una apuesta por crear sensaciones y no melodías. Las composiciones grandilocuentes del músico aquí se convierten en sonidos de reloj, compases en los que se oyen respiraciones o que parecen el tic tac de una bomba. No hay una sintonía clara, ni un tema fácil de recordar, todo se construye como esa experiencia sensorial con la que se han arriesgado.

Patriotismo Vs Héroes

Salvar al soldado Ryan abre y cierra con una bandera de EEUU ondeando que ocupa toda la pantalla. No es una casualidad. El patriotismo inunda cada plano del filme de Spielberg. Ellos fueron héroes, y gracias a los americanos se ganó la guerra contra Hitler. Luego, el director, baja esa heroicidad a personas reales, como los soldados que combatieron en Normandía, todos valientes que dieron su vida por su país. Los personajes de Spielberg son honestos, porque no puede haber héroes que no lo sean.

Saving Private Ryan Ending Scene

Nolan por su parte, al no dar una historia a sus personajes no construye héroes, sólo gente que trata de sobrevivir, y lo hacen intentando escapar de una guerra en la que se jugaba el futuro del mundo. Fue Churchill lo que convirtió una derrota y una huida en un símbolo de la unión. Lo hizo exaltando a esa gente normal que fue a buscar a los soldados en sus barcos y a los jóvenes que resistieron. Lo deja muy claro el personaje de Harry Stiles cuando en una de las últimas escenas cree que la gente les va a escupir y les reciben con vítores. El británico, aún así, no se resiste a un final que exalta el sentimiento patriótico que todo su filme había evitado.

Suciedad Vs Pulcritud

Si hay algo que se puede echar en cara a Dunkerque es que su guerra es impoluta, perfecta. La fotografía de Hoyte Van Hoytema hace que el mar luzca hermoso, aunque en sus aguas estén llenas de muerte. Nolan compone planos de una belleza inmensa en medio del horror, y eso le pesa. Su perfección formal quita realismo a un filme que quiere meterte de lleno en la guerra. No hay miembros amputados, ni sangre a borbotones. Tampoco le hace falta, pero no es creíble, y más cuando uno tiene en mente el desembarco de Salvar al soldado Ryan. En esa media hora Spielberg apuostó el todo por el todo, y la perfección de la escena casa con su crueldad y con la foto de Janusz Kaminski, que con sus tonos grises y sin saturación crea un ambiente infernal.