Berlín

El anuncio de Django, debut del francés Etienne Comar, como película inaugural de la 67 edición de la Berlinale provocó reacciones de extrañeza y escepticismo. En los últimos años el festival había optado por abrir sus puertas con realizadores consagrados (Wong Kar-wai, Wes Anderson, los hermanos Coen). La arriesgada decisión de poner el foco en una ópera prima sin grandes estrellas ha resultado un acierto moderado. En realidad, la película recopila las cuestiones que siempre han interesado al festival: la Segunda Guerra Mundial, la biografía de un artista que luchan por su libertad yla revisión de un pasado que tiene conexiones políticas con el presente.

La acción se desarrolla en la Francia ocupada por los nazis. Un teatro de París, repleto de una audiencia deseosa de olvidar al menos por un momento las tensiones del conflicto, espera con ansiedad la llegada de Django Reinhardt. El concierto se retrasa ya que el músico gitano se encuentra pescando a la orilla del Sena, alcoholizado en pleno día. La furia del público ante la espera se convierte en delirio cuando Reinhardt comienza a tocar su instrumento: una guitarra que detenía el mundo y obligaba a bailar a los que la escuchaban. Pronto, los generales nazis que rigen Francia le ofrecen un suculento contrato para que toque en Berlín frente a Goebbels y otros altos mandos del Tercer Reich. Le sugieren, eso sí, que domestique su repertorio, acercándose a estilos reconocibles para los oyentes arios. Es entonces cuando Reinhardt, pasivo hasta entonces respecto a la trágica situación que atravesaba Europa, decide escapar a Suiza junto a su mujer embarazada y su madre anciana.

Fotograma de Django.

Aunque Django supone su bautizo en la dirección, Etienne Comar arrastra una larga y valiosa trayectoria en el cine francés, habiendo trabajado como productor de autores fundamentales como Andrzej Zulawski o Maurice Pialat, y como guionista de Xavier Beauvois y Maïwenn.

Con su primer largometraje Comar rinde su particular tributo a un icono inmortal de la historia de la música. Según afirmó en la conferencia de prensa: “Django fue un virtuoso, un genio. Sentía como ningún otro el jazz, el swing y el blues. Mi primer acercamiento a su figura vino de la mano de mi padre, que coleccionaba todos sus discos”. El film elabora un discurso sobre la discriminación de las minorías que encuentra su reflejo en nuestra era. Para el director, “hay muchos paralelismos entre la Segunda Guerra Mundial y la actualidad: la situación de los refugiados, la imposibilidad para desplazarse libremente, la falta de libertad de los artistas”.

La cinta refleja la encarnizada persecución que los ciudadanos de etnia gitana sufrieron en la Francia ocupada. Clanes enteros fueron llevados a campos de concentración de los que no regresarían. Django evitó ser detenido en buena parte por su condición de artista, pero nunca renegó de sus lazos de sangre ni abandonó a los suyos. Comar subrayó que la libertad es el verdadero tema de su film: “Los gitanos han experimentado todo tipo de desastres, fueron obligados a moverse sin descanso, a cambiar de país, hasta que la migración se convirtió en una forma de vida. La música es el elemento que aporta sentido a sus vidas. No debería extrañarnos que los nazis intentasen poner límites al jazz, un género que surge de la mezcla de culturas y razas".

El equipo de la película en la alfombra roja de la Berlinale.

El elegido para encarnar a Reinhardt ha sido Reda Kateb, actor de origen argelino que tras despuntar en el celebrado thriller de Jacques Audiard, Un profeta (2009), se ha convertido en una cara habitual del cine francés. Sobre su brillante composición del personaje, el intérprete afirmó: “hice el retrato de un artista que intenta sobrevivir. Era un icono que llevaba siempre consigo su poesía. Lo que más me emociona de esta película es que hemos mostrado a personas que durante los duros tiempos de la guerra, se dan la bienvenida y se acogen mutuamente. El resto del magnífico elenco incluye a intérpretes de prestigio como Cécile de France o el hispano-alemán Àlex Brendemühl.

Producción sólida que elabora una reconstrucción convincente, Django encuentra su punto débil en la construcción de su historia. Observamos una sucesión de episodios de la vida de Reinhardt sin que ninguno se aborde con un énfasis significativo. Correcta en su ejecución pero académica en su aproximación al personaje y a la Historia, la película –despedida con tímidos aplausos en el pase de prensa– deposita todo su interés en un antológico repertorio de canciones. Esta nueva edición de la Berlinale se abre con la música como protagonista. Esperemos que pronto el gran cine tome las riendas.

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