El actor Harvey Keitel, sujetando su Leopardo de Oro en el festival de Locarno.

El actor Harvey Keitel, sujetando su Leopardo de Oro en el festival de Locarno.

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Harvey Keitel: "Tarantino trabajaba en un videoclub y pasaba hambre"

El actor estadounidense ha sido condecorado con el Leopardo de Oro, premio honorífico a toda su carrera. 

8 agosto, 2016 10:35
Locarno

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A Harvey Keitel no le quema el sol. El verano suizo italiano, de altas temperaturas y un sol abrasador, no ha rozado siquiera al veterano actor norteamericano, que recibió ayer noche, en la Piazza Grande de Locarno, el premio honorífico a toda una carrera dedicada al cine y al apoyo, como actor y productor, a autores jóvenes e independientes, luciendo un blanco sereno y el extraño reflejo de una paz interior que Keitel que parece emanar tras una vida de trabajo riguroso, devoto y extremadamente generoso.

Abel Ferrara, director de The Bad Lieutenant, protagonizada en 1992 por el mismo Harvey Keitel, fue el encargado de entregar el premio -el Leopardo de Oro- ante una Piazza Grande a rebosar de cinéfilos, periodistas, millonarios maleducados deseosos de figurar y paseantes ocasionales dispuestos a pagar los veinticinco euros que cuesta la proyección en la Piazza. “¿Por qué hacemos películas?”, se preguntaba Ferrara antes de entregar el premio, para responder él mismo: “Para aprender, para encontrar profesores, guías, y eso es lo que Harvey ha sido para mi, un maestro, un guía espiritual que me ha enseñado cosas que nunca, nunca podría haber entendido sin él”.

Si no fuese por el premio, estaría sentado con ustedes ahí abajo. Estamos aquí por las historias que contamos y compartimos

Keitel, quien a sus 77 años sigue trabajando y apostando por jóvenes creadores y películas de riesgo, quiso compartir el premio de forma simbólica con todo el público, y tras el gesto de partir la estatuilla para lanzarla a la audiencia, afirmó: “Estoy aquí por la misma razón que ustedes. Si no fuese por el premio, estaría sentado con ustedes ahí abajo. Estamos aquí por las historias que contamos y compartimos. Por eso estoy contento de estar aquí con ustedes, y espero que las películas que vamos a ver aquí, les inspiren a todos a hacer sus propias películas: reúnan a sus amigos, roben el dinero si tienen que hacerlo, pero cuenten sus historias, son importantes y las necesitamos. Como necesitamos los festivales, porque las historias son lo que nos unen y nos hacen permanecer juntos”.

Primeros pasos

A pleno sol, en una luminosa mañana de domingo al borde del lago, Keitel ha mantenido esta misma mañana una charla abierta con el público, animada por Dennis Lim, antiguo crítico de cine del New York Times y actual director de programación del Film Society del Lincoln Center, en Nueva York. Sin perder la sonrisa ni su fuerte presencia, Keitel se ha mostrado dispuesto a recorrer en poco menos de una hora sus comienzos como actor, y responder con muy buen humor a las preguntas de Lim y de la audiencia que se agolpaba para verle y, de paso, huir del sol abrasador.

“Mirando al pasado, llama la atención en tus casi cinco décadas de carrera tu trabajo, tu compromiso con primeras películas o directores muy jóvenes o desconocidos en su momento, como Quentin Tarantino, Jane Campion, Martin Scorsese… ¿Qué te llevaba a apoyarles, a trabajar con ellos, a implicarte en sus proyectos?”, le preguntaba Lim abriendo fuego, a lo que Keitel respondía: “Yo también nací desconocido, y todavía sigo peleando por saber quién soy. Cuando empecé a trabajar con Scorsese, los dos éramos estudiantes en la escuela de cine, procedíamos de ambientes parecidos, y ninguno sabíamos qué iba a ser de nuestras vidas. ¿Queréis saber cómo nos conocimos, tenemos tiempo, no queréis ir a comer al sol? Allá va: respondí a un anuncio en un periódico, me presenté en la NYU (Universidad de Nueva York)", explica.

Cuando empecé a trabajar con Scorsese, los dos éramos estudiantes en la escuela de cine, procedíamos de ambientes parecidos, y ninguno sabíamos qué iba a ser de nuestras vidas

"Era de noche, todas las luces estaban apagadas, excepto dos habitaciones. Entré en una de ellas, y un tipo al que no conocía me dijo: «Siéntate», y me senté; «Te vas a levantar, ¿ves ese pasillo? Vas a caminar por él, y entras en la habitación del fondo» Eso hice, caminé todo el pasillo, y entré en la habitación. Parecía una sala de interrogatorio policial, con solo una luz encendida, y una mesa en la que había un tipo que me dijo: «Siéntate». «¿Quién eres?», le respondí. «Que te sientes», fue su respuesta. «No sé quién eres», dije. «Que te sientes, ¡joder! He dicho que te sientes». «Vete a tomar por culo», le respondí. En ese momento, cuando estábamos a punto de pegarnos, escuché a alguien gritando mi nombre por el pasillo. Era Martin Scorsese: «¡Es una improvisación, Harvey, una improvisación!», me dijo. «La próxima vez que quieras improvisar, deberías avisar a tus actores», le dije. Y así fue como empezamos a trabajar juntos”.

Tarantino y la nevera

Su repaso por toda su carrera ha incluido anécdotas de su trabajo con cineastas como Quentin Tarantino, o el propio Abel Ferrara: “He trabajado con Sorrentino, Tarantino, estoy esperando al próximo “-ino”, quizás esté aquí entre el público. El guion de Reservoir dogs me lo pasó un amigo suyo, que trabajaba en el Actor's Studio; me llamó y me dijo que tenía un guion me podía gustar. Como sabéis, Tarantino en ese momento trabajaba en un videoclub, y nunca había dirigido. Lo leí y me pareció uno de los guiones más insólitos que había leído nunca, ¿Qué es esto?, me dije. Tuve esa sensación de estar leyendo algo importante. Nos encontramos en Los Angeles, yo estaba rodando allí una película, y un día sonó mi puerta, abrí y había un tipo enorme en la puerta: «¿Harvey Kitel?», dijo. «Harvey Keitel», respondí. Era Tarantino, venía hambriento, en ese momento no tenía dinero, así que le abrí mi nevera una vez, dos, tres, hasta que la vació. En ese momento yo tenía a un amigo en casa, y tuvimos que esconder la comida buena, porque cada vez que venía Tarantino, acababa con todo lo que encontraba en el frigo”.

Tuvimos que esconder la comida buena, porque cada vez que venía Tarantino, acababa con todo lo que encontraba en el frigo

Ferrara, que no estaba entre el público, tampoco se ha librado del extenso anecdotario de Keitel: “Cuando recibí el guion de Ferrara me sorprendió lo fino que era. Apenas veintitrés páginas. Lo abrí, y estaba escrito en un tipo de letra enorme, gigante. Empecé a leerlo y me dije «Esto es una mierda», y lo tiré a la basura. Pero al rato, pensé que quizás debía terminar de leerlo, así que rebusqué entre la basura, lo rescaté, y seguí leyendo. Y llegué a una parte bellísima, impresionante, uno de los mejores pasajes que he leído nunca, que me volvió loco, y supe que podíamos hacer algo muy bonito con ese material. Así que lo hicimos. Y cuando conocí a Ferrara, le pregunté: «¿Por qué escribiste eso en letras tan grandes?»; «Para que ocupara un poco más, nadie quiere leer un guion tan corto», me dijo".

El director favorito

Y continúa: "Así que la película está llena de improvisaciones, trabajamos mucho en ella, y sigue siendo una de las películas por las que más me pregunta la gente”. Preguntado sobre su director favorito ha respondido:“¿Quieres que me maten? El denominador común es el mismo, autenticidad, ese deseo está presente en todos nosotros, y crece. Buscamos lo auténtico. Todos somos grandes. He tenido la suerte de trabajar con gente increíble que me ha dado momentos increíbles, pero no voy a elegir uno solo. Pero si tengo que elegir los mejores momentos de mi carrera… eso son los días en que nacieron mis hijos”.

Si tengo que elegir los mejores momentos de mi carrera… eso son los días en que nacieron mis hijos

Consciente de que la audiencia estaba formada, no solo por periodistas, sino también por muchos jóvenes directores, que el Festival acoge en su Summer Academy, Keitel ha repartido lecciones de vida: “No esperéis por Hollywood, Hollywood os encontrará. Es un buen lugar, pero podéis reformarlo con vuestro trabajo, no tienen nada que enseñaros, les podéis enseñar vosotros. He trabajado mucho en Europa y debemos mucho a la herencia del cine italiano, del cine francés. El buen cine puede aparecer en cualquier lugar. Hay que defenderlo, y defender ese cine que habla de cómo somos, de la naturaleza de las cosas, que habla incluso de la violencia, porque el mal, el peligro, la violencia, forman parte de nosotros, y tenemos la obligación moral de hablar de ello”.

Entre las últimas preguntas, una sobre su conciudadano Donald Trump, que Keitel esquivó elegantemente, “Tenemos que defender nuestro país, lucharemos por evitar lo peor”, y otra formulada por un periodista francés entrado en años: “¿Cómo llevas el hacerte viejo?”. “Tú tampoco pareces tan joven”, ha respondido Keitel. “Vente luego al hotel y compartimos medicinas”.