Maïwenn durante el rodaje de Mi amor.

Maïwenn durante el rodaje de Mi amor. Golem

Cine ENTREVISTA CON MAÏWENN

"Para ser directora tienes que recurrir a hormonas masculinas"

La directora de 'Mi amor' habla con EL ESPAÑOL sobre su nueva película, y del machismo en la industria del cine.

15 abril, 2016 13:53

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'Amores reñidos son los más queridos', cuenta el dicho español. Pero el refranero no siempre acierta. A veces lo que pintaba de color de rosa, lo que era pura pasión y anunciaba un futuro prometedor se convierte en un infierno. Hay personas que no pueden estar juntas. Se devoran. Se hieren y se sacan los ojos. Parejas que a pesar del dolor que se infligen deciden avanzar en un proceso masoquista de autodestrucción. Es lo que muchos llaman 'amores tóxicos'. Uno de estos es el centro de Mi amor, la nueva película de la directora francesa Maïwenn.

La que fuera actriz y mujer de Luc Besson se ha convertido en una de las directoras fetiches del festival de Cannes y en una de sus niñas mimadas. Mi amor se llevó el año pasado el premio a la Mejor actriz para Emmanuelle Bercot, y su anterior filme, Polisse, fue Premio del Jurado. Lo ha conseguido en un mundo en el que las mujeres son una minoría y tienen que luchar para hacerse un hueco. Maïwenn evita hablar de machismo en la industria, pero reconoce a EL ESPAÑOL que para dirigir hay que tener algo de hombre dentro. “Para ser directora tienes que recurrir a hormonas masculinas”, explica con humor, antes de añadir que cuando trabaja es un ser asexual. “Cuando llego al rodaje no tengo libido, no soy mujer, solo dirijo. No tengo atracción sexual ni hacia hombres ni hacia mujeres. Lo que hago me devora, no soy ni masculino ni femenino”, justifica.

Muchos han querido ver en esta pasión autodestructiva un paralelismo claro de su relación con el realizador de El quinto elemento, pero ella no aclara cuáles fueron las fuentes de inspiración de las que surgió este guion. “Siempre he tenido ganas de hacer una película sobre dos personas muy diferentes que se enamoran. No tienen nada que ver la una con la otra. Quería contar la historia de un amor muy pasional y muy fuerte. Pero cuando hago una película no es como si hiciera un pastel y supiera que hay tantos gramos de harina, tanto de polvo de almendras… no sé hasta qué punto me documenté o hasta qué punto fue mi propia imaginación”, explica por teléfono desde París.

Mi amor comienza con el accidente de esquí de la protagonista. Desde su retiro, y mientras se rehabilita, comenzará a recordar esa relación enfermiza con el encantador y canalla Georgio, un Vincent Cassel que parece haber nacido para el papel. El espectador asiste a una montaña rusa de emociones. Rupturas, reconciliaciones, golpes, cuchillos a la yugular y vuelta al principio. El retrato de una adicción al amor más perjudicial.

Cuando llego al rodaje no tengo libido, no soy mujer, solo dirijo. No tengo atracción sexual ni hacia hombres ni hacia mujeres. Lo que hago me devora

“Normalmente pensamos que el amor es sublime, magnífico y maravilloso, pero eso no siempre es la realidad. El amor no es siempre así. A veces es la peor de las drogas”, cuenta Maïwenn sobre este tipo de relaciones. Durante más de dos horas zarandea a su protagonista femenina para dejarla igual que estaba con un final abierto y una última mirada que parece decir que nunca podrá desengancharse de su exmarido.

La directora prefiere no explicar ese misterioso plano y se jacta de que cada espectador entienda lo que prefiere entender. “Cada uno ve una cosa muy diferente. Hay gente que cree que ella sigue enamorada de él, sigue enganchada a ese amor. Otras creen que ella le mira con ternura, pero que ya es un amor sin pasión, aunque todavía haya cariño. También puedes pensar que es él el que sí la sigue queriendo, de ahí esas miradas. Una película es como un niño, le das todas las vitaminas que puedes, le quieres, le cuidas y le crías, pero luego el niño se te escapa de las manos y tiene su vida propia y ahí todos lo interpretan a su manera”, zanja.

Normalmente pensamos que el amor es sublime, magnífico y maravilloso, pero eso no siempre es la realidad. El amor no es siempre así. A veces es la peor de las drogas

Si en su anterior película también se reservó el papel protagonista, en Mi amor nunca estuvo tentada de hacerlo. Dejó toda la responsabilidad en su amiga Emmanuelle Bercot, que además fue coguionista de Polisse. Siempre había tenido en mente escribir un protagonista para ella, y aunque reconozca que pensó en otras actrices, terminó en sus manos. “Si no lo hacía con ella no lo haría nunca”, pensó Maïwenn que sí que tuvo claro que Georgio tenía que ser Cassel.

“Tardó un poco en aparecer mientras escribía, pero una vez lo hizo era imposible quitármelo de la cabeza, eso me sacó de quicio porque pensar en un sólo actor impide pensar en otros, y si se lo ofreces y te dice que no estás en un buen lío”, recuerda la realizador. Tuvo suerte y lo aceptó.

Los protagonistas de Mi amor junto a Maïwenn.

Los protagonistas de Mi amor junto a Maïwenn. Golem

Han pasado cuatro años desde que Polisse revolucionara el Festival de Cannes. Demasiado tiempo para la directora de una película que, además, consiguió 13 nominaciones en los César franceses. Un éxito que no le puso las cosas más fáciles. “Siempre crees que la película anterior te va a ayudar a financiar la siguiente, pero no es así, cada una es como un niño que viene por sí solo y cada uno es diferente del anterior”, se lamenta.

De momento prefiere no hablar de su nuevo título. Tiene varios en mente, pero ha aprendido la lección. Contarlos antes de tiempo es sinónimo de que finalmente se vengan abajo. Lo que está claro es que Cannes espera con los brazos abiertos el regreso de Maïwenn.