Todos tenemos esa música. Esa que es capaz de evocar un momento feliz, o esa otra que nos hace cambiar la emisora de radio nada más escuchar los primeros acordes. Esta capacidad para producir sentimientos quedó ahora demostrada en un estudio que revela que la música nos emociona más que la pintura. “Descubrimos que la música tiene la capacidad de despertar estados afectivos más intensos que la pintura”, dice uno de los investigadores, José Javier Campos Bueno, a EL Español.

En el estudio participaron 358 estudiantes, entre 16 y 35 años, que documentaron sus reacciones ante distintas obras musicales y pictóricas. En la primera prueba, los estudiantes fueron expuestos a las obras de manera separada y aleatoria, y se les pidió que indicaran el grado de felicidad que les provocaba cada una. “A partir de aquí hicimos promedios y averiguamos que la música despierta más emociones agradables que la pintura”, explica el investigador.

Parece que las respuestas emocionales van a algo más primario, más elemental, como los sonidos

Pero no se trata sólo de que cierta música despierte sentimientos felices, si no que es capaz de minimizar las emociones negativas que produce determinada imagen. Frente a una pintura desagradable, la música es capaz de camuflar ese sentimiento y transformarlo en algo más positivo. “Pese a que los videntes somos seres eminentemente visuales, parece que las respuestas emocionales van a algo más primario, más elemental, como los sonidos”, añade. Eso explica que la ecuación inversa no se aplique: una pintura no es capaz de cambiar las emociones producidas por la música de manera tan intensa.

La idea surgió cuando Octavio de Juan, viola del Cuarteto Almus y uno de los autores, estaba visitando el Museo del Prado. “Delante de las Pinturas Negras de Goya, pensó que el estado del pintor -anciano y sordo- cuando pintó esta serie, debía ser muy semejante al que habría experimentado Beethoven –en condiciones físicas semejantes- al componer su Cuarteto Opus 131. A partir de esta idea nos propusimos investigar la posible interacción emocional entre la música y la pintura”, recuerda Campos Bueno. Octavio de Juan hizo la selección de las 52 obras musicales y pictóricas -de diferentes épocas y culturas de Occidente y Oriente- que fueron incluidas en el estudio.

Niños tocando el violín. Dani Pozo

Los fragmentos musicales que consiguieron una puntuación más alta de felicidad fueron el gospel del inicio de la película de Hércules de Disney, el Himno de la Alegría (9ª sinfonía de Beethoven, y un fragmento de la marcha del príncipe Ali en la película Aladdin, también de Disney. Dos películas de animación en los tres primeros puestos. “Los profesionales de este tipo de formato audiovisual son especialistas en coordinar la imagen y el sonido. Son capaces de despertar emociones muy primarias, que un niño puede percibir muy bien, por los sonidos, la musicalidad”, cuenta. “Esto puede tener que ver con que despierten emociones muy positivas”.

Hemos evaluado la emoción que suscita el disfrute de obras creadas por grandes músicos y pintores

En el ámbito de la pintura, las más valoradas fueron Tránsito de la Virgen, de José Antolinez, y Rosas, de Van Gohg. En el lado opuesto, la pintura que mayor desagrado despertó fue Saturno devorando a su hijo, de Goya, y la banda sonora de Psicosis, de Hitchcock.

“Hemos evaluado la emoción que suscita el disfrute de obras creadas por grandes músicos y pintores. Ahora prestamos una atención particular a las manifestaciones artísticas porque son una herramienta útil para la neurociencia y ese ha sido el objetivo de nuestro estudio, probar que debemos y podemos abordar el estudio de los fenómenos artísticos también desde una perspectiva científica”.

El estudio, publicado en el Spanish Journal of Psychology, fue realizado por un equipo de neurocientíficos y un músico, procedentes de las Universidades Complutense de Madrid, Illes Baleares y Tübingen (Alemania), del Hospital San Camilo (Italia)y del Conservatorio de Música de Alicante.