
Vicent M. Figueredo es cardiólogo en el St. Mary Medical Center en Pennsilvania.
Vincent Figueredo, cardiólogo: "Un dolor de cuello o la fatiga repentina son síntomas de infarto inminente en la mujer"
"Investigué el efecto del alcohol en el corazón durante años y tomo un vaso de vino al cenar"/ "Estamos viendo problemas arteriales y cardíacos en gente cada vez más joven".
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La tradición cartesiana ("pienso, luego existo") consagró al cerebro como órgano primordial, pero para los egipcios no era más que una masa flemática indigna de preservarse. No: a lo largo de milenios, en Mesopotamia, el mundo grecolatino, China y Mesoamérica, el corazón se ha tenido como "emperador del cuerpo", que late, pulsa y reacciona dotado de su propio impulso. Vincent M. Figueredo es cardiólogo con 30 años de experiencia en el Centro Médico Saint Mary de Pennsylvania, autor de más de 200 artículos y escritor, y presenta en su nuevo libro, La curiosa historia del corazón, un enfoque multidisciplinario y holístico.
"Quería explorar la importancia del corazón a lo largo de la historia humana para el filósofo, el sacerdote, el artista, el científico y el médico", explica a EL ESPAÑOL. "Y nuestros ancestros no estaban equivocados: el buen funcionamiento del corazón no es solo imprescindible para la salud física, sino también para el bienestar mental". El recorrido nos lleva de Galeno a Da Vinci pasando por Miguel Servet y William Harvey, que tardó una década en revelar que había descubierto la circulación sanguínea por miedo a represalias religiosas. O cómo los vikingos se jactaban de tener un corazón "pequeño y frío", símbolo de fuerza y coraje.
¿Es el corazón un órgano tan fascinante y a la vez desconocido que tiene que explicarse a la vez desde la medicina y la historia?
Sí. Yo soy cardiólogo, he dedicado mi vida a la investigación médica, pero cursé estudios de historia y religión. Llevo 20 años queriendo escribir este libro, una historia completa, desde la prehistoria hasta nuestros días, sobre cómo concebimos el corazón desde el punto de vista espiritual, filosófico, artístico y científico. Es cierto que es un gran desconocido: durante milenios, se consideró el órgano que contenía el alma, las emociones y los sentimientos. Tiene sentido, ¿no? Reacciona en función de lo que sentimos, y si deja de latir y se queda frío, es que hemos muerto. Hasta el Renacimiento, se consideraba el 'horno' del cuerpo.
¿Esa intuición precientífica tenía algo de cierto, ahora que sabemos que existe un eje corazón-cerebro?
Correcto. Hay un nuevo campo, la neurocardiología, que nos ayuda a entender esta relación dinámica y bilateral entre el corazón y el cerebro. Resulta que se mandan tantas señales el uno como el otro: el corazón tiene de hecho un 'minicerebro', 40.000 neuronas en un rincón que le ayudan a sentir, regularse y recordar. También produce la hormona del amor, la oxitocina, y manda tanta al cerebro como recibe. Y la energía electromagnética que produce afecta a las neuronas. Por ejemplo, las personas con arritmias sufren a menudo ansiedad y ataques de pánico. Al mismo tiempo, la meditación ha demostrado que ayuda a controlar el ritmo cardíaco.
Las obras clásicas están llenas de personajes que mueren de golpe por un disgusto o una contrariedad. ¿También tiene una base real?
¡Sí! Es lo que llamamos el síndrome de corazón roto o miocardiopatía de Takotsubo. Cuando una persona experimenta una fuerte emoción repentina, una impresión negativa como la pérdida de un ser querido, sufre una sobrecarga en los receptores de adrenalina. Esto provoca el equivalente a un ataque en una persona que no tiene problemas previos de arterias coronarias. Literalmente, se les 'rompe el corazón', y muchos de los afectados mueren de forma súbita.
¿Pero esto no tiene nada que ver, sin embargo, con las cardiopatías que están detrás de las muertes de deportistas jóvenes?
No. Cuando desgraciadamente un joven muere jugando al baloncesto o al fútbol, se trata de anomalías cardíacas congénitas con las que nacieron. Estas afectan al riego sanguíneo que recibe el músculo cardíaco, o causan arritmias peligrosas que pueden desencadenar la muerte súbita. Aunque son eventos raros, cada vez más organismos deportivos están ofreciendo exámenes previos y electrocardiogramas para jóvenes atletas. Yo mismo estoy involucrado en uno de estos programas en EEUU.
¿Las enfermedades cardiovasculares no son tan modernas como creemos? Su libro describe momias egipcias e incluso prehistóricas con aterosclerosis.
Sí. Y esto nos dice dos cosas. Primero, que la enfermedad arterial aterosclerótica es más antigua de lo que creemos. La encontramos en momias de hace 4.000 años. Es probable que los seres humanos tengamos predisposición a sufrirla. Pero hoy en día es mucho más prevalente. Y eso tiene que ver con nuestra dieta, el sedentarismo, la obesidad, la diabetes y el tabaco. Además, estamos viendo problemas arteriales y cardíacos en gente cada vez más joven. Ya se sabía desde las guerras de Corea y Vietnam: los jóvenes reclutados entre los 18 y los 25 años ya tenían placas arteriales. No hay contradicción: las enfermedades cardiovasculares son muy antiguas, pero ahora nos preocupa lo pronto que están apareciendo en pacientes jóvenes.
Lo mismo se puede decir de problemas 'modernos' como el colesterol o la hipertensión: en la antigüedad, quien vivía viejo los sufría.
Sí, tenemos ejemplos en Egipto y en Grecia. La esperanza de vida era de 20 años. Pero quien tenía gozaba de prosperidad, tenía una alimentación rica en grasas y vivía viejo, acababa desarrollando aterosclerosis como ahora.
Las enfermedades cardíacas causan una de cada tres muertes en el mundo. ¿Por qué estamos mucho más concienciados con otros males como el cáncer?
Es una excelente pregunta. Las enfermedades del corazón están matando más mujeres y hombres cada año que todos los cánceres juntos. Así ha sido durante todo el siglo XX y lo que llevamos de siglo XXI. El pico se alcanzó en la década de los sesenta, con las tasas de tabaquismo más altas del planeta. Después bajó, pero está volviendo a subir. Y como decíamos, ahora afectan a personas cada vez más jóvenes. Hay varias epidemias detrás: obesidad, diabetes, y sobre todo, ansiedad y estrés. Yo diría que la ansiedad contribuye tanto como las otras tres.
¿Podría decirse que el problema es que son enfermedades silentes, que no dan síntomas hasta que el corazón está muy afectado?
Sí, eso es muy importante. La hipertensión es conocida precisamente como la 'asesina silenciosa'. No la sientes hasta que sufres un ataque al corazón o un infarto. La aterosclerosis no se empieza a sentir hasta que tienes dolor de angina de pecho, o sufres un infarto de miocardio. Para cuando ocurre, habrás estado acumulando placa arterial durante décadas.
¿Deberían declararse las enfermedades cardíacas como pandemia?
Deberían. 20 millones de personas mueren cada año en el mundo por enfermedades cardiovasculares, cuando por el Covid-19 murieron ocho millones. Una de cada diez mujeres muere por cáncer de mama, pero tres de cada diez lo hacen por el corazón. No parece que le estemos prestando la atención que merece. Yo insisto mucho con mis pacientes que deben cuidarse desde jóvenes: cuidar el peso, la actividad, la tensión, el colesterol, el azúcar en sangre, y sobre todo, no fumar.

El cardiólogo Vicent M. Figueredo del St. Mary Medical Center en Pennsilvania.
¿Los avances han llegado más del lado de las técnicas terapéuticas y de emergencias más que en la prevención?
Completamente. Ahora tenemos técnicas increíbles para tratar a las personas que ya han sufrido un ataque al corazón o tienen enfermedades arteriales. Tenemos un gran futuro terapéutico por delante. Pero es cierto que no nos enfocamos lo suficiente en la prevención primaria. Necesitamos más educación sobre la importancia de hacer ejercicio, cuidar la dieta y evitar los tóxicos.
¿Cuál es el papel de la inflamación en la enfermedad cardiovascular, un ámbito de investigación muy en boga recientemente?
Eso es interesante. Nos preguntábamos por qué en la antigüedad aparecía la aterosclerosis cuando la dieta era muy diferente a la actualidad. Y una explicación es que cocinaban con fuego, e inhalar el humo es un factor inflamatorio. Sufrían infecciones constantes, lo que también causa inflamación. No cabe duda de que ambos factores están relacionados.
¿Qué perfil tiene el paciente cardiovascular joven con respecto al mayor?
Bueno, suele haber dos causas en los jóvenes. La primera, la historia familiar. Si hay antecedentes de enfermedades cardíacas tempranas, eres un paciente de riesgo por predisposición genética. El segundo caso está claro: los jóvenes hoy en día no se cuidan. Ya están acumulando colesterol y grasa arterial en la adolescencia y cuando son veinteañeros.
¿Y en cuanto a mujeres y hombres? ¿Qué diferencias presentan los casos?
Los hombres tienden a desarrollar problemas cardiovasculares antes, y las mujeres les alcanzan a partir de la menopausia. Los casos en varones son clásicos: angina de pecho, sensación de aplastamiento... Pero en las mujeres, son síntomas atípicos. Pueden quedarse sin aliento de repente. Sufrir debilidad repentina. Notar dolor en la espalda o la escápula. Todo esto puede confundirnos, y acaba retrasando el tratamiento. Es importantísimo: si una mujer nota que se fatiga y no puede cruzar la habitación, si le duele el cuello o la mandíbula sin avisar, debe acudir al médico de inmediato, porque son signos de infarto.
Usted describe su profesión con una frase maravillosa: "Algunos cardiólogos son electricistas y otros fontaneros".
¡Y yo soy de los segundos! [Ríe]. Así es como se lo explico a mis pacientes. Están los cardiólogos electrofisiólogos, que se ocupan del sistema eléctrico del corazón. Cuando hay arritmias, pueden tratarlas mediante ablación. Y si no pueden controlarse así, pueden instalar un marcapasos, o implantar un desfibrilador automático que actúa en caso de paro cardíaco. Los 'fontaneros' nos ocupamos de las arterias: colocamos los stents y nos ocupamos de la medicina preventiva que evita los ataques al corazón.
¿Cuál es su recomendación personal en cuando a hábitos de vida? En el libro revela que su desayuno son Cheerios [cereales] de avena con leche.
¡Mis buenos viejos Cheerios! [Ríe]. Yo hago ejercicio de seis a siete días a la semana. Deberíamos hacer por lo menos 150 minutos semanales de deporte, que en mi caso son cinco sesiones de media hora. Los fines de semana hago montañismo. Por supuesto, no fumo. E intento alimentarme al estilo mediterráneo: predominio de frutas y verduras, frutos secos y aceites vegetales salubles. Evito los ultraprocesados. Y me tomo una copa de vino con la cena.
¿Toma vino a diario? Se lo pregunto porque es un tema controvertido.
Si, soy consciente de la controversia. Investigué durante años los efectos del alcohol sobre el corazón, así que hablo con cierta autoridad. Y creo que hay un beneficio potencial de acompañar la comida con una copa de vino. Por supuesto, beberte seis cervezas el fin de semana no es saludable, pero hacerlo con moderación, como parte de tu comida, puede formar parte de un estilo de vida saludable.