
Una médica haciendo un reconocimiento.
Las dos caras de la Medicina en España: las mujeres son el 61% de los profesionales pero sólo ocupan el 27% de las jefaturas
La Organización Médica Colegial de España, con más de un siglo de historia, no ha tenido todavía ni una presidenta tras 21 personas en el cargo.
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La balanza en el mundo de la ciencia está desequilibrada para las mujeres: ocupan menos cargos directivos, cobran menos y también se las estudia menos. Por supuesto, la medicina no es una excepción en este sesgo de género. Son mayoría en el sector, pero una minoría, con bastante diferencia, en puestos de liderazgo. España es un caso claro: ellas suponen el 61% de las plantillas médicas en los hospitales públicos, pero solo ocupan el 27,6% de las jefaturas de servicio, según el estudio WOMEDS, promovido por la Federación de Asociaciones Científico Médicas de España (FACME).
El propio ministerio de Sanidad lo reconoce en el Informe de oferta y necesidad de médicos especialistas en España (2023-2035): "Se ha identificado sesgo de género en las jefaturas asistenciales, en la academia, la investigación y el liderazgo institucional en colegios de médicos y sociedades científicas".
Carme Valls, doctora en Medicina especializada en endocrinología y medicina con perspectiva de género y directora del programa 'Mujer, Salud y Calidad de Vida' en el Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS), tiene muy claro que la respuesta es la misma que en otros ámbitos científicos: "Si la mayoría del personal son mujeres, tiene que haber un tropiezo de género".
Por un lado, la carrera profesional de las mujeres está relacionada con sus papeles respecto al cuidado y la maternidad, cuenta Valls. Ellas cargan con más peso en estos aspectos, lo que les resta tiempo y energía para dedicar a la profesión.
Por otro, según Valls, también influye que los hombres 'traspasen' los cargos de unos a otros. "[Este problema] Forma parte de la relación de poder dentro de la sociedad patriarcal, invisibilizando el trabajo de mujeres", señala la endocrinóloga.
Las consecuencias de la invisibilización
La especialista del CAPS explica que este hecho tiene consecuencias en dos sentidos: para las mujeres y para la ciencia en general. En primer lugar, por la frustración que puede provocar con la propia carrera profesional. En segundo lugar, para el contenido de la ciencia "es gravísimo", subraya.
Valls expone que ya se ha comprobado que si una investigación cuenta con un equipo en el que haya mujeres, hombres y minorías étnicas, el trabajo tendrá en cuenta la diversidad. Si no, "se hará en hombres blancos, caucásicos y nada más". De esta manera, no se incluyen aspectos que forman parte de la realidad de la población a la que se va a atender, insiste.
Un claro ejemplo para ella fue la interpretación de los efectos secundarios de la vacuna de covid-19. Se estudió en ambos sexos. Se preguntó lo mismo en ambos casos y los participantes tuvieron que responder cuestiones como si habían tenido dolor o fiebre tras la inoculación. Sin embargo, no se planteó la posibilidad de preguntarles a ella si habían sufrido cambios en la menstruación, algo que ocurrió en muchos casos.
Todo esto hace que se retrase primero la investigación real y luego la atención a los pacientes, porque de los estudios salen los fármacos y los instrumentos diagnósticos, dice Valls. "En medicina es muy importante incluir la diversidad dentro de la investigación y aquí se ha visto que, si no hay mujeres en el trabajo, es muy difícil que se haga", establece.
Diferencias en la atención médica
Las diferencias no se ven solo en el liderazgo o la investigación, también en la atención a los pacientes. Un estudio reciente ha visto que las personas atendidas por médicas tenían tasas de mortalidad y de reingreso inferiores.
Sus autores también observaron que las pacientes mujeres se veían más beneficiadas que los hombres. Estos resultados tienen que ver con que las doctoras pueden tener en cuenta aspectos relacionados con el género que a sus compañeros se les pasen por alto, explica Valls.
Cirugía, el campo más masculinizado
Las diferencias no se ven solo a la hora de ostentar cargos directivos, también cuando deben elegir especialidad. En este sentido, la cirugía es el campo de la medicina más masculinizado. Las tres materias con menos porcentaje femenino son cirugía cardiovascular (25,4%), cirugía ortopédica y traumatología (29,3%) y neurocirugía (31,5%).
Pilar Garrido, expresidenta de FACME y una de las coordinadoras de WOMEDS, expone que puede deberse a la preocupación por no ser aceptada y no tener fácil acceso a la curva de aprendizaje en quirófano.
Valls, por su parte, cree que puede deberse a que la cirugía puede ser un entorno hostil para las residentes que eligen esta especialidad. Una vez más, requiere que la profesional dedique una gran cantidad de tiempo, que pueden no tener si los cuidados a nivel familiar recaen sobre ellas.
"Si no hay mejores condiciones, las mujeres escogen otro tipo de especialidad", cuenta. La endocrinóloga también habla de "acoso sexual y laboral" como otros motivos que pueden llevar a las residentes a abandonar al disciplina. "Pesa mucho el tema de género y la habilidad. Puestos a preparar cirujanas, ellas operan igual de bien o, en algunos casos, mejor que los hombres."
Aun así, Garrido celebra que cada vez haya más mujeres y se esté combatiendo la disparidad poco a poco. Por ejemplo, en la Asociación Española de Cirujanos, el porcentaje de mujeres en la Junta Directiva "es alto y han tenido al menos una mujer presidenta en algún momento de los últimos 4 años", indica.
Otro frente: los colegios de médicos
La paridad no solo es una cuestión pendiente en los hospitales, también lo es en los propios colegios de médicos. Actualmente, solo 10 de los 52 colegios de médicos de España están presididos por una mujer, menos del 20%. El dato más llamativo es que la Organización Médica Colegial de España, con más de un siglo de historia, no ha tenido todavía ni una presidenta. Han ocupado este cargo 21 personas hasta la fecha.
"Es otro ejemplo claro", lamenta Valls, que cree que hechos como estos lo único que consiguen es ralentizar los procesos de cambio y retrasar la ciencia. "Es una pena que no se tengan en cuenta el talento de la mitad de la población. Una lástima y una vergüenza".
¿Cómo se puede cambiar?
La endocrinóloga tiene muy claro cómo atajar la situación: "No hay que darle ni un euro de dinero público a proyectos que no tengan en cuenta las diferencias de sexo", sentencia. De esta forma, aboga porque se tengan en cuenta obligatoriamente estas distinciones, incluso "en animales de experimentación", no solo en ensayos clínicos con humanos. También aboga porque un requisito para ser catedrático o catedrática sea contar con varios trabajos publicados que hayan tenido en cuenta este aspecto.
Garrido, de FACME, cree que remediar estas cifras es una cuestión de justicia. Para eso hacen falta más datos robustos y fiables y que sean públicos. Además, son necesarias políticas proactivas, que promuevan la presencia de mujeres cualificadas en posiciones de liderazgo. De lo contrario, no puede ganar nadie: "El talento no tiene género, así que perdemos todos, la diversidad aporta riqueza".