
Un investigador diseccionando un cerebro.
El misterio de los ictus en hijos de padre divorciados: un estudio apunta a un mayor riesgo tras vivir una separación
La separación de los progenitores puede causar problemas como la ansiedad y el deterioro de los hábitos de vida, factores de riesgo determinantes.
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La infancia tiene un eco en la vida adulta, sobre todo en lo que a salud se refiere. Se habla de la importancia de cuidar los hábitos de los más pequeños, no exponerles al humo del tabaco y cuidar la forma de relacionarse con ellos, entre otras cosas, para evitarles problemas físicos y emocionales de cara al futuro. Sin embargo, todavía queda mucho por descubrir en este ámbito. Ahora, un estudio ha descubierto una asociación entre vivir el divorcio de los padres en las primeras etapas de la vida y sufrir un ictus en la vida adulta.
Los autores emplearon los datos de 13.205 adultos estadounidenses mayores de 65 años y vieron que uno de cada nueve cuyos padres se habían separado habían sufrido un accidente cerebrovascular (ACV). En el grupo que no había vivido esta experiencia en la infancia, la cifra era uno de cada quince. La información se publicó el pasado jueves en la revista Plos One.
Los autores aislaron la mayoría de los factores de riesgo que se conocen para ver la magnitud de esta asociación. Después de hacerlo, esa relación se seguía viendo en el 61% de los casos. De hecho, la vinculación es similar en magnitud a otros dos factores de riesgo bien establecidos para el ictus: la diabetes y la depresión, establecen los autores.
Fernando Castillo, miembro de la Sociedad Española de Neurología (SEN), advierte de que esta investigación no puede establecer una relación de causalidad. Por eso, continúa, comparar este factor, con dos que están de sobra demostrados, como la depresión y la diabetes, es todavía aventurado.
Aunque no se conoce el porqué de este vínculo, los responsables del trabajo teorizan que podría haber factores tanto biológicos como sociales en juego. "La separación de los padres durante la infancia podría provocar niveles elevados y sostenidos de hormonas del estrés", afirma Esme Fuller-Thomson, una de las autoras profesora de la Facultad de Trabajo Social Factor-Inwentash y directora del Instituto de Ciclo de Vida y Envejecimiento de la Universidad de Toronto.
Factores sociales
Para ella, esta experiencia durante la infancia podría tener "influencias duraderas en el desarrollo del cerebro y en la capacidad del niño para responder al estrés". Sin embargo, Castillo no está del todo de acuerdo. Sostiene que esta relación se debería más a factores externos que a cambios en el propio cerebro.
El experto cuenta que los ACV están "muy relacionados con los hábitos de salud" como el ejercicio físico, la alimentación y la calidad del sueño. En este sentido, vivir el divorcio de los padres en la infancia podría derivar en estrés y ansiedad, por ejemplo. A su vez, eso puede provocar que el niño empeore su conducta alimentaria o desarrolle problemas de sueño.
También puede derivar más adelante en otros factores nocivos como el consumo de sustancias, el tabaquismo, sedentarismo u obesidad, entre otros, que disparan el riesgo de sufrir un ACV, señala Castillo. "Habría que buscar qué cambios de hábitos de vida puede haber tras estas circunstancias que les diferencian de las personas que no las experimentan"
El trabajo pendiente
Aunque los datos de la investigación no pueden establecer causalidad, muestran una relación, indican sus autores. El neurólogo de al SEN indica que este dato es crucial. Se puede ver esa asociación entre el divorcio de los padres en la infancia y un ACV en la vida adulta, pero eso no significa que sea un factor de riesgo o un desencadenante, señala.
Para comprobarlo, continúa Castillo, sería necesario realizar un estudio de cohortes en el que se pudieran controlar los factores sociales. "Lo más probable es que detrás de esto estén este tipo de condicionantes que este trabajo no puede detectar". Hasta entonces, "se puede hipotetizar, pero no se pueden sacar conclusiones".
Otra limitación que el experto de la SEN encuentra en la investigación es que solamente se han empleado datos de personas estadounidenses. Esto puede complicar la extrapolación de los datos a otras poblaciones de costumbres diferentes.
Actualmente, todavía hay parejas en las que la separación o el divorcio no son una opción por motivos culturales o religiosos, ejemplifica. En estos casos, los niños podrían sufrir aún más conmoción ante esta situación.
Además, hacerlo en personas mayores de 65 años, también puede ser conflictivo. El sesgo de memoria puede hacer que no recuerden con exactitud ese momento. Los autores añaden que, además, se trata de una generación en la que el divorcio no era algo común, lo que también puede haber influido en su reacción.
Esta investigación es un primer paso para poner el foco en el que puede ser un nuevo factor de riesgo a tener en cuenta en los accidentes cerebrovasculares. Sin embargo, los autores reconocen que es algo preliminar y hacen falta más estudios para poder establecerlo. "Necesitamos arrojar luz sobre los mecanismos que pueden contribuir a esta asociación", indica Fuller-Thomson.