La cuenta atrás para las vacaciones de Semana Santa ha comenzado. Eso sí, por segundo año consecutivo tendremos unas celebraciones atípicas debido a la pandemia de la Covid-19. Aunque no sabemos qué estará permitido y qué no en cada región de España, hay una tradición que no podrán quitarnos: el placer de comernos una torrija casera. Elaborar este dulce es muy sencillo, pero deberíamos reservarlo para fechas señaladas.

La torrija es toda una institución en España, pero es difícil establecer el momento en el que comenzó esta tradición. Tal y como explican en El Comidista, los primeros antepasados de la torrija se remontan a la época romana y, antes de ser famosas por la Semana Santa, lo eran por ser el alimento hiper energético que daban a las mujeres que acababan de parir en nuestro país. Las relaciones religiosas llegaron más tarde.

Habría que esperar hasta el siglo XIX para encontrarlas asociadas a estas fechas del año. Ahora bien, al ser un plato conocido desde antes, es fácil encontrar zonas de España en las que se cocinan torrijas con motivo de otras celebraciones. "Como por Navidades en Cantabria o por Carnavales (la anti-Cuaresma) en el País Vasco", señala el artículo del portal de gastronomía. 

Panes especiales

Para hacer torrijas sólo necesitamos una barra de pan, leche, huevos, canela en rama, piel de limón, azúcar y aceite para freírlas. El ingrediente protagonista es, sin duda, el pan y, aunque toda la vida se ha usado uno normal y corriente, ahora se venden panes especiales para esta receta. La razón es que las torrijas quedan mejor cuando tienen una miga más densa, pero a estos panes, además, se les añade un toque dulce.

El pan para torrijas que venden los supermercados Mercadona tiene ya un toque de canela y limón. Estos sabores se obtienen en la receta tradicional cuando se dejan las rebanadas empapadas en leche que, previamente, se ha calentado con una rama de canela y una piel de limón. Este pan, además, también viene cortado en rebanadas de grosor similar, 16 por cada envase. Se trata de un producto que acorta el tiempo de elaboración de la receta.

Este producto es un pan blanco elaborado, principalmente, por harina de trigo y aceite de girasol al que se le ha añadido masa madre de centeno, azúcar, una pasta de limón y canela. Por cada 100 gramos, este pan contiene 263 kilocalorías, un valor energético aceptable para un pan blanco. Aunque los panes realmente saludables son los elaborados con harinas de grano completo, emplear uno blanco para hacer torrijas una vez al año no supone un peligro si habitualmente tomamos cereales integrales.

De Pascuas a Ramos

Los españoles amamos las torrijas, pero este cariño no debe cegarnos: son auténticas bombas de calorías. De todas formas, el problema no son estos dulces por sí mismos, sino la dieta que llevamos habitualmente. Es decir, si nuestra alimentación se basa en verduras y frutas, tomamos cereales integrales y legumbres habitualmente, no debe preocuparnos una torrija para celebrar la Cuaresma.

Por el contrario, si nuestra alimentación no es muy ejemplar, abusamos de los carbohidratos refinados y las carnes animales rojas y procesadas, una torrija no nos hace ningún bien. Al fin y al cabo, cada rebanada de este pan cebado puede suponer, fácilmente, 200 kilocalorías. Pero, además, son calorías cargadas de azúcares, harinas de alto índice glucémico y grasas: una combinación nada recomendable para el día a día.

Las torrijas pueden aligerarse si las hacemos al horno, prescindimos del azúcar o hacemos las rebanadas más pequeñas. Sin embargo, lo más interesante sería cambiar nuestros hábitos alimenticios del día a día, hacerlos más saludables y una vez al año comernos una torrija, si nos gustan, cocinada como marca la tradición.

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