El Nutriscore, el 'semáforo nutricional', ya está entre nosotros: un etiquetado que puntúa la calidad nutricional del producto que vamos a adquirir valorando sus ingredientes y la proporción en la que se encuentran. En base a eso, el alimento recibe una letra, de la saludable 'A', enmarcada en verde oscuro, a la peyorativa 'D' que lo califica en color rojo de poco recomendable. Aplicándose a la mayor cantidad de productos posibles, y con el mayor rigor, este etiquetado ayudaría al consumidor a elegir de un vistazo la opción más saludable de entre todas las disponibles.

El problema es que el sistema dista de ser perfecto. En los primeros compases para su aplicación en España, surgió la paradoja de que un producto universalmente reconocido como saludable, el aceite de oliva virgen extra, obtendría una 'D' con este sistema. En cambio, una Coca-Cola Zero presumiría de una 'A'.

¿El motivo? Que el barómetro se hace sobre 100 gramos del producto, y aunque nadie en su sano juicio ingeriría esa cantidad de aceite de golpe, en la práctica, es todo grasa. En cambio, 100 gramos del refresco no contienen nada que objetar, ni siquiera azúcar, principal problema de esta clase de bebidas. Esto no implica, sin embargo, que tenga valor nutricional.

Sanidad reconocía por entonces que, para evitar confundir al público, algunos alimentos debían quedar al margen del Nutriscore. Pero desde entonces se han sucedido las controversias sobre las valoraciones equívocas: entre otras cosas, por meter en el mismo cajón a todas las grasassin diferenciar las nocivas de las más saludables, como sucedía con el aceite de oliva. Otra se ha puesto de actualidad con la aparición de un anuncio que destaca el 'Nutriscore B' del producto. Se trata, sin embargo, de cereales infantiles azucarados, uno de los alimentos procesados más denostados por la nutrición.

El problema quedó meticulosamente expuesto por el profesor, divulgador y tecnólogo de alimentos Miguel Ángel Lurueña en su cuenta de Twitter, Gominolas de petróleo. La calificación aparentemente saludable viene porque Nutriscore, efectivamente, registra negativamente los casi 25 gramos de azúcar añadido que encontramos en 100g de producto. Solo con esa cantidad ya alcanzaríamos el máximo diario recomendado por la OMS, un exceso que no permite calificar al producto como sano. Sin embargo, 'compensa' la nota con ingredientes como fibra y proteínas, aunque estos cereales las contienen en proporciones mucho menores de lo que prometen.

Al tratarse de un producto dirigido a niños, es un caso especialmente sensible para España, que cuenta con una de las peores tasas de obesidad infantil del mundo desarrollado. Tanto, que el propio ideólogo del Nutriscore, el epidemiólogo francés Serge Hercberg, ha contestado dando la razón a Lurueña: "Está usted en lo cierto. Los cereales de desayuno de los que habla son una de las lagunas que hemos identificado", admite, emplazando a una revisión del sistema en la que participarán, puntualiza, también "expertos españoles".

Hercberg apunta que, en el futuro, Nutriscore penalizará con más severidad el azúcar añadido y será más estricto al añadir puntos positivos por la fibra y las proteínas. El doctor galo, sin embargo, aprovecha el hilo para defender su sistema y quejarse de las críticas -en ocasiones feroces- que está recibiendo.

"Esta clase de correcciones no afectan a los principios en los que se basa el algoritmo validado detrás de Nutriscore (...) Funciona perfectamente para decenas de miles de comidas. ¡Probablemente para el 98% de los alimentos! (...) Los violentos y a veces insultantes ataques que recibimos en las redes sociales son injustos y no ayudan a la salud pública".

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