La muerte siempre es más conmovedora en ciertas situaciones: cuando es truculenta, cuando ocurre por la ignorancia de otros o si alguien se la encuentra tratando de hacer el bien. Todo eso se puede aplicar en el caso del inglés Ernest Gerald Gibbins, que a comienzos del siglo XX se fue al corazón de África para tratar de entender mejor las enfermedades tropicales, pero nunca volvió.

Nació en Liverpool en 1900 y se formó en The Liverpool School of Tropical Medicine, la primera institución en el mundo dedicada a enseñar e investigar específicamente el ámbito de la medicina tropical. A Gibbens le gustaba la historia natural y, en particular los insectos, así que también aprendió entomología. Aparte de ser una afición personal, esos conocimientos le iban a ser muy útiles, porque la transmisión de las enfermedades tropicales tiene mucho que ver con los insectos.

El joven Ernest Gibbens fue reclutado por el Imperio para servir en el África Oriental Británica y allí es donde realmente se convertiría en un especialista en simúlidos, es decir, moscas negras. Aprovechando sus conocimientos, decidieron ocuparle en el estudio de enfermedades tropicales, y combinaba trabajo de laboratorio con salidas al campo.

En 1929 fue asignado a la Unidad de Malaria de Uganda. En este territorio coincidió con el experto en mosquitos Frederick Wallace Edwards y juntos emprendieron una expedición por las montañas Rwenzori entre 1934 y 1935 patrocinada por el Museo de Historia Natural de Londres que se convertiría en gran parte del legado científico de Gibbens.

A partir de entonces publicó artículos científicos en los que describió un total de 26 nuevas especies de insectos. Además, estudió a fondo a la mosca tsé-tsé, causante de la mortal enfermedad del sueño o tripanosomiasis africana, describiendo su comportamiento y dando pautas para su control.

Muerte en el Lago Victoria

Gibbins vivía en Entebbe, a orillas del Lago Victoria, y se dirigía a su casa días antes de la Navidad de 1942 cuando su vehículo sufrió una emboscada y fue asesinado por miembros del pueblo Lugbara, definidos en aquella época como una de las tribus ugandesas. Según el informe policial, cuando encontraron su cuerpo estaba "tan lleno de lanzas como un puercoespín sangriento".

¿Qué había pasado? Gibbins seguía estudiando la enfermedad del sueño y otras patologías, como la fiebre amarilla y, al parecer, había tomado muestras de sangre de varias personas entre los Lugbara. Es posible que no se molestase en explicar el objetivo de su trabajo o que ellos no le entendieran, pero temieron que aquella sangre que se había llevado sirviera para hacer brujería, así que decidieron acabar con él.

Poco después su colección de insectos fue enviada al Museo de Historia Natural de Londres. En su honor, dos especies de insectos simúlidos llevan su nombre, Aedes gibbinsi y Anopheles gibbinsi. Además, en 1962 el biólogo y entomólogo Ivan Rubtsov decidió que un subgénero de los simúlidos conocido como Byssodon se llamase también Gibbinsiellum.

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