Carlos Sánchez recuerda regresar a casa de sus excursiones por la zona de Cabárceno con los zapatos negros de polvo de hulla. Se prometió a sí mismo que lucharía por sanar la naturaleza devastada por la industria de su Cantabria natal y ha cumplido con creces: la Fundación Naturaleza y Hombre (FNYH) que fundó en los noventa y que hoy todavía preside ya no combate solo por sanear la bahía de Santander. Son los guardianes del Oeste Ibérico, 2.5 millones de hectáreas entre Salamanca, Cáceres, Zamora y la zona central de Portugal.

La FNYH está de celebración: ha recibido el Premio Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad en la categoría nacional para 2018. Sánchez, a su paso por Madrid, aprovecha la mañana para comulgar aquí también con el verde. "Me he perdido en el Retiro"- explica con la naturalidad con la que aborda la titánica encomienda de recuperar y proteger un entorno clave para la biodiversidad y la economía de España, pero al mismo tiempo un gran desconocido. Plagas, incendios, cambio climático y sobreexplotación han puesto a la dehesa en una situación crítica.

Si hablamos del Parque Nacional de Monfragüe o de Las Batuecas, todo el mundo tiene en mente lo que es. Pero no tenemos una idea del Oeste Ibérico como un gran ecosistema homogéneo.

Cuando visualizamos esa zona, pensamos en los lugares más emblemáticos. Y no son pocos: los Arribes del Duero, el Tajo Internacional, la Sierra de Malcata y Foz Coa en Portugal... Lo que ni imaginamos es que son continuos. La zona de Arribes está considerada como el mayor cañón fluvial europeo, son 300.000 hectáreas. Una superficie vasta que también afecta a multitud de afluentes, muchas veces incluso mejor conservados en la parte española tanto como portuguesa. Después, subiendo por la meseta extremeña adyacente, se relacionan con las dehesas frías de encina y roble melojo. Si continuamos hacia el norte llegamos a las sierras: la de Gata, la de Francia... Al sur, a la zona de Cáceres, a las estepas cerealistas, de especial protección para las aves y ahora en abandono, porque ya no se cultiva. Digamos que está en la UVI, completamente.

Pero es un único entramado que atraviesa fronteras entre comunidades y países.

Claro, todo ello -cañones fluviales, dehesas de pie de monte, estepas y sierras- es lo que englobamos en un gran ecosistema interrelacionado e indivisible. En su interior, más del 50% corresponde a áreas protegidas: una superficie gigante de más de dos millones de hectáreas.

Carlos Sánchez, presidente de la FNYH.

¿Cómo influye la actividad humana y la explotación agrícola en la conservación de este ecosistema? La dehesa extremeña es la 'gran fábrica de jamón ibérico'.

Todo depende del uso que se haga del territorio. El cerdo ibérico es un producto propio de la dehesa, y que produce una rentabilidad imprescindible para su conservación. En las zonas ganaderas, nuestra recomendación es de no abusar de la carga, marcar límites que impidan una excesiva presión. Tenemos que trabajar en la sostenibilidad del aprovechamiento, y eso hay que llevarlo a otro tipo de ganado, por ejemplo si por efecto de la política agraria comunitaria aumenta el vacuno. En caso de saturación podemos llegar al colapso, afectando al suelo, la flora, la fauna, las lagunas... a todos sus valores. Incide también la poda excesiva, y lo que viene del exterior: el cambio climático, con mayores sequías seguidas de fuertes lluvias. Eso va a provocar la muerte del arbolado.

¿Hay otros factores negativos?

Como todo el mundo sabe, el fenómeno de la seca que arrasa de Andalucía hacia el norte ya ha llegado a las dehesas frías de Extremadura. Y una forma de ser más resilientes es llevar una gestión sostenible, no exprimirla al máximo. El ecosistema debe de ser capaz de defenderse con sus propios mecanismos biológicos.

¿Cómo calificaría la situación actual de la dehesa?

Está muy amenazada. Hay voces que la vaticinan una desaparición en décadas. Y lo estamos viendo. Solamente en Extremadura hay 5.000 focos de seca ya censados. Quién vive al norte no es consciente del problema en el sur, pero está subiendo. Hay que abordarlo en todas la direcciones: con administraciones, propietarios, centros de investigación... es absolutamente necesario, porque es un medio que se nos va. Si a una dehesa le metemos 500 cochinos en lugar de 200, acidificaremos el medio y lo perjudicaremos, porque los excrementos porcinos tienen menos escarabajos descomponedores que los ciervos.

Es grave, entonces.

Se ve muy claro cuando un ganadero hace un cerrado: de cinco meses a un año, el arbolado cae. Y a la Seca y la sobreexplotación se le suma otro gran problema: los incendios forestales. Al lado de las grandes explotaciones ganaderas, los latifundios, están las sierras en donde el despoblamiento humano es recalcitrante. Absoluto. Donde no hay personas, no hay ganado, el medio se renaturaliza y hay fuegos, como el último y feroz en Sierra de Gata, en el que ardieron 7.000 hectáreas: fincas, zonas ganaderas, hoteles... lo quemó todo.

Los premiados en la anterior convocatoria, la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), hablaba de una 'burbuja agrícola' en Alicante o Murcia. ¿Hay también una 'burbuja porcina' en el oeste? 

Ha sido la zona ganadera más importante de España, con epicentro en Salamanca. Pero ahora tiene menos cabezas, ha bajado muchísimo. Ahora se concentran en las fincas grandes. Ahí el cerdo es como la bolsa: sube mucho y ganan mucho las explotaciones, y al poco, se encuentran con muchísimas cerdas produciendo y se desploman. Y se lleva por delante a no sé cuántos. El precio está ahora en un récord histórico, pero se sabe que caerá. Los productores lo cuentan así: "En diez años el cerdo te hace rico y en un año te arruina". 

¡Entonces sí que existe una 'burbuja porcina'!

Sí, sí... No sé explicarte muy bien por qué [ríe]. Trabajamos mucho con los propietarios, incluso alquilamos la bellota dulce que produce una de nuestras reservas, muy buena. Nosotros no podemos legislar, lo que podemos es acordar. Con acuerdos de custodia del territorio, nos permiten hacer cosas en sus fincas. Nosotros gestionamos reservas como Campanarios de Azaba, 600 hectáreas de dehesa pura de pie de monte. Pero también trabajamos con 20.000 hectáreas de propietarios. No sentamos con ellos, vemos qué nos deja hacer y en qué podemos ayudar.

En el caso de la 'burbuja agrícola', se denunciaba la agricultura intensiva que utilizaba el agua de forma abusiva, a menudo en regadíos ilegales.

Un problema al que no se le suele dar importancia es el de las charcas ganaderas. Dejan entrar a las reses libremente, pero lo mismo bebe que defeca y orina. Además, en época de sequía, que ahí es dura, baja el nivel. Haces una paramétrica de la calidad del agua y te quedas helado. Están bebiendo algo horroroso. Nosotros proponemos crear más lagunas, que además se convierten en remansos de biodiversidad. Conseguimos duplicar el agua cristalina para la finca, pero vallamos la mitad con salida a abrevaderos. Vuelven los microorganismos, las plantas, los insectos, los anfibios y finalmente las tortugas, el galápago europeo. Un ejemplar joven en una laguna que no gestionamos tiene los días contados: es una 'galletita', se lo come una cigueña, una garza... o un cerdo ibérico.

Hablando del estado de las lagunas, denuncian el problema de la azolla, una planta invasora que recuerda al caso del camalote en el Guadiana.

Sí, las especies invasoras son uno de los principales problemas para la conservación de la biodiversidad en el mundo. La ventaja de este entorno es que es un baluarte de la conservación y está mejor protegido. En las zonas perihurbanas, como la bahía de Santander en la que también trabajamos, eso es terrible: hay como 100 especies invasoras, muchas de ellas peligrosísimas. La azolla no ha llegado al nivel del camalote, pero estamos erradicándola en el área de la que tenemos custodia. Es una planta que desarrolla un helecho denso, no deja entrar la luz y la vida en el agua muere. Desconocemos su estado global, su dimensión en el Oeste Ibérico. Y eso es un problema serio. Estamos actuando a nivel quirúrgico, pero la superficie a cubrir es inmensa. Es un medio resiliente pero no invulnerable.

Carlos Sánchez, presidente de FNYH.

¿Cómo se trabaja a caballo entre distintas legislaciones? Un caso emblemático es el del lobo ibérico: una manada protegida en Portugal puede ser cazada al cruzar a España.

Resolvemos cada situación de modo a cómo está tratada en cada territorio. En España el lobo ibérico es especie cinegética, aunque ahora no se está cazando con la derogación en Castilla y León, pero al otro lado de la frontera es una especie estrictamente protegida. La población estable de Sierra de la Culebra está 'bombeando' ejemplares hacia la parte portuguesa y es fundamental para su recuperación, pero si cruzan de vuelta, se les puede cazar. Parece de broma pero es así. Creemos que debe existir un plan de gestión de la especie y que los controles de población sean hechos con mucho rigor por las administraciones. Nosotros no compartimos que sea una especie cinegética. Y si lo llega a ser, los daños que provoque deben ser cubiertos por los copos de caza. No podemos socializar el pago del lobo. 

¿Qué historias de recuperación de especies destacaría? La Fundación trabaja, por ejemplo, con el buitre.

El buitre negro es una especie en peligro de extinción. Tenemos una red de muladares a la que se aporta semanalmente alimento suplementario para ayudar a las colonias de cría. El objetivo es que colonice hacia el norte: su límite de distribución era Sierra de Gata y ya en la zona de Arribes tenemos algún nido. Trabajamos en el área de nidificación, donde tienen algún problema, que es que el buitre leonado, una especie típica de los cantiles rocosos que cría antes, está ocupando sus nidos en árbol. Lo combatimos creando nuevas plataformas para inducir la reproducción. Los buitres negros las están utilizando como alternativa inmediata si les echan del nido, y nos está funcionando muy bien para conservar los núcleos de población. Por mencionar otra especie unida a la dehesa, la cigüeña negra, lo que hacemos es aumentar sus recursos tróficos y la calidad de su hábitat, porque depende de las lagunas: se alimenta de anfibios, como tritones, anuros o gallipatos, o peces como la tenca que introducimos.

Una de las extinciones más inesperadas fue la del conejo.

La zona ha presenciado la extinción reciente e histórica del lince ibérico. Y el conejo desapareció o se quedó insularizado en puntos concretos. Estamos siguiendo la metodologías de recuperación del proyecto iberlince, que consiste en cercones dispersos por todo el área. Y está funcionando muy bien. Nadie ha conseguido restablecer todavía una población de conejos, pero estamos consiguiendo dar densidad a las que quedaban. Y eso es muy gratificante, porque se te llena la zona de fauna. Es la pieza fundamental de alimento del ecosistema mediterráneo. Águilas reales, águilas imperiales, águilas calzadas, gatos monteses... ¡Todos a comer!

[Más información: El jamón de Jabugo peligra: así lo vive el pueblo tras la amenaza china y la sequía]

Los galardonados son la Premios Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad son, junto a la FNYH, la Fundación Moisés Bertoni para la Conservación de la Naturaleza de Paraguay por su trabajo en la Reserva de Mbaracayú, y los periodistas Rafael Serra, José Antonio Montero y Miguel Miralles por su labor al frente de la revista 'Quercus' en categoría de Difusión del Conocimiento y Sensibilización.

Noticias relacionadas