-Tampones o compresas usados por una mujer a lo largo de su vida: 15.000.

-Tampones desechados al año en Estados Unidos: 7.000 millones.

-Tiempo que tarda en descomponerse un aplicador: 25 años.

Está claro que los objetos de plástico que más peligro suponen para el medio ambiente son los productos desechables, sean de la índole que sean. En muchos casos este problema se puede evitar sustituyéndolos por opciones no desechables. Pero, cuando se trata de productos de higiene íntima, a menudo reutilizarlos provoca repulsión y tabúes.

Esto es precisamente lo que ocurre con los aplicadores de los tampones, un objeto que, si bien hace mucho más fácil la vida de las mujeres durante la menstruación, ni siquiera es necesario.

De media, una mujer tiene la menstruación durante unos cuarenta años, lo cual supone - embarazos excluidos - un total de 480 reglas. Si en cada una se utilizan unos 15 tampones, estaríamos ante un total de 7.200 tampones o compresas. La OCU apunta aún más alto, con una media de 15.000 a lo largo de la vida de una mujer.

Sea cual sea la cifra, si cada uno de los aplicadores del tampón son desechados, especialmente por el inodoro, se convierten en un arma muy peligrosa para el medio ambiente en general y para los ecosistemas marinos en particular.

Menos plástico, más Mediterráneo: campaña de Greenperace

En 2017 los voluntarios de  Ocean Initiatives registraron la recogida de un total de 1.416 residuos sanitarios, entre los que destacaban los productos de higiene femenina como los tampones y sus aplicadores.

Éstas son cifras preocupantes,  ya que en muchos casos el aplicador utilizado para introducir el tampón está fabricado a partir de plástico, un material cuyos efectos contaminantes son más que conocidos.

Un vertedero en EEUU. Gtres.

Es cierto que el aplicador no es necesario y que el tampón puede depositarse directamente con los dedos, pero utilizarlo supone una gran ventaja, tanto para asegurar que la colocación se hace en el lugar correcto, como para evitar manchas indeseadas de sangre.

Como respuesta a este problema, en los últimos años se ha popularizado notablemente el uso de la copa menstrual, un producto que promete ser cómodo, duradero, higiénico y, sobre todo, respetuoso con el medio ambiente.

Muchas mujeres se han pasado ya de los tampones y las compresas a la copa, pero otras siguen siendo reacias a su tamaño o al hecho de tener que vaciar todo su contenido y lavarla para volver a utilizarla.

Alternativas:

En el pasado, las primeras empresas fabricantes de tampones que quisieron ser respetuosas con el medio ambiente optaron por eliminar el aplicador del producto final.

Sin embargo, son muchas las mujeres que no quieren prescindir de él. Por eso, poco a poco han ido surgiendo otras alternativas, que aportan un amplio abanico en el que elegir. Por un lado, están los aplicadores de cartón, que se degradan mucho más fácilmente que el plástico una vez que son desechados.

Por otro, algunas empresas se han lanzado a la búsqueda de alternativas muy novedosas, como la que ofrecen los creadores de Dame, un tampón cuyo aplicador está fabricado a base de un material antibacteriano que le permite ser reutilizado durante varios usos.

El funcionamiento es similar al de la copa menstrual; ya que, una vez utilizado, debe lavarse con agua y, a ser posible, un jabón neutro. Finalmente, una vez terminada la menstruación, debe esterilizarse y guardarse hasta el próximo ciclo.

El principal hándicap de este tipo de productos es que se debe prestar especial atención a la higiene, aunque en general es algo que debería hacerse siempre, si se tiene en cuenta lo delicada y susceptible a las infecciones que es la zona vaginal.

En definitiva, la menstruación es ya de por sí suficientemente molesta como para tener que prescindir de productos que la hacen bastante más llevadera, pero si existen alternativas que además nos ayudan a proteger el medio ambiente, mejor que mejor.

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