El invierno tan atípico que estamos teniendo, con frío tardío y pocas precipitaciones en muchas zonas del país, confunde a las aves. Los últimos temporales han retrasado la llegada de las golondrinas a la península, según datos de SEO/BirdLife.

"No solo se nota en la golondrina sino también en los almendros, que por el centro peninsular ahora es cuando están empezando a florecer", explica a este diario Blas Molina, técnico de Ciencia Ciudadana de SEO/BirdLife.

Aunque en algunas regiones se han registrado abundantes precipitaciones en las últimas semanas, lo cierto es que los embalses se encuentran al 42,9% de su capacidad de media, como muestran los datos del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente. El año pasado la reserva hidráulica llegaba al 57,14%.

Niveles de la reserva hidráulica española el 20 de febrero de 2018. MAPAMA

Para la primavera las previsiones no son muy halagüeñas. "Con lo seco que viene el año se espera un desastre en términos de reproducción", avanza a EL ESPAÑOL Javier Pérez-Tris, investigador del departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Universidad Complutense de Madrid.

El biólogo recuerda que, en estas fechas, los anfibios ya deberían haber empezado a criar, pero las charcas donde lo hacen están secas. Algo similar ocurrirá con las plantas y los insectos que se alimentan de ellas. "Las aves probablemente van a tener una mala primavera porque es un poco tarde para que la situación pueda arreglarse", se lamenta Pérez-Tris.

Las aves alpinas, en peligro

Según la previsiones, y como estamos empezando a ver, el cambio climático traerá consigo oscilaciones fuertes y serán frecuentes tanto las olas de frío como las de calor. "Esto puede ser costoso para muchas especies que no tengan capacidad de adaptación", alerta Molina.

Las más sujetas a sus hábitats, como las aves alpinas, que en estos momentos permanecen refugiadas en zonas de alta montaña, podrían ver mermadas sus poblaciones, en opinión del experto. Algunos ejemplos son la perdiz nival, el gorrión alpino y el escribano alpino. También el urogallo cantábrico, que se encuentra en una situación muy delicada.

Esta ave, amante de las arboledas solitarias, está catalogada como en peligro en el Libro Rojo de las Aves de España y también como en peligro de extinción en el Catálogo Español de Especies Amenazadas. "En poco tiempo podría desaparecer de la cordillera cantábrica", avisa el técnico de SEO/BirdLife.

Para conocer la distribución y los movimientos de las aves migradoras, cada año miles de voluntarios y ornitólogos registran sus pasos en las bases de datos Aves y Clima y eBird. Gracias a estos datos sabemos que las grullas y los gansos vuelan ahora al centro y norte de Europa, mientras que otras, como la mencionada golondrina, el milano negro o el cernícalo primilla, que pasaron el invierno en África, empiezan a volver a la península para hacer sus nidos.

Las grullas (Grus grus) migran ahora al centro y al norte de Europa. Tatavasco Imágenes

Rarezas en los cielos y en las aguas

Otra peculiaridad que se ha visto estas semanas son las llamadas rarezas, aves cuya presencia es rara en España. Algunas son especies americanas como el colimbo del Pacífico, o acuáticas como la cerceta aliazul y la americana. Además, a Málaga y Fuerteventura llegaron especies africanas como el calamoncillo africano y la curruca del Atlas, respectivamente.

Su presencia no tiene por qué ser una mala señal. "Simplemente refleja que las especies se mueven y, de vez en cuando, pueden aparecer en lugares fuera de su área de distribución original", señala a este diario Daniel Sol, investigador del CSIC en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales.

Como apunta el experto, las rarezas no suelen tener consecuencias ecológicas para los nuevos destinos porque no es habitual que estas aves funden nuevas poblaciones allí. Establecerse en una ubicación desconocida es difícil, puesto que no conocen los mejores lugares para reproducirse, la mejor época ni los enemigos a los que se enfrentan.

No obstante, si llegan a asentarse, pueden enriquecer la biodiversidad. "Los famosos animales de las islas Galápagos son descendientes de antepasados continentales que fueron arrastrados por temporales hasta las nuevas islas originadas por volcanes en mitad del océano", destaca Pérez-Tris. Otro ejemplo es el pinzón azul de Canarias, que llegó al archipiélago gracias a temporales inusuales.

El papel de los genes

Ante esta climatología tan cambiante la pregunta es si las aves son capaces de adaptar sus movimientos migratorios a los temporales o siguen un reloj interno invariable. "Las aves no tienen reloj ni conocen el calendario", alega a EL ESPAÑOL Moisés Pescador, investigador del departamento de Fisiología y Farmacología de la Universidad de Salamanca.

Para hacer frente a la escasez de alimento durante determinadas épocas del año, migran a otras zonas más ricas en recursos. "Si la escasez no se produce, no comienzan la migración en el momento adecuado y si la retrasan, el trayecto se vuelve más peligroso por unas condiciones climáticas mucho más adversas", detalla Pescador.

Especies que antes migraban como las cigüeñas, en el sur de España ya no lo hacen porque han encontrado una nueva fuente de alimento en los vertederos. En estos movimientos también influye la parte genética.

Las cigüeñas blancas (Ciconia ciconia) de algunas zonas se han vuelto sedentarias porque comen de los vertederos Carlos Delgado.

"Las migraciones de larga distancia tienen un componente genético importante, lo que limita la capacidad de los individuos de modificar las rutas", indica Sol. No obstante, estos desplazamientos pueden variar por causas ajenas a la voluntad de las aves, por ejemplo, con un frente frío. En ese caso, les resulta difícil guiarse por las estrellas y, al empujarles vientos fuertes, puede que se desvíen de sus rutas tradicionales.

En el peso de los genes también influye el tamaño de la especie. Como apunta Pérez-Tris, las pequeñas, como currucas o ruiseñores, que viven pocos años, no suelen enfrentarse a condiciones que varíen mucho a lo largo de su vida y sus migraciones son poco flexibles, al estar condicionadas por su genética.

"Las aves grandes, como las rapaces o las cigüeñas, con generaciones mucho más largas, siguen el dictado de los genes en cierto grado, pero tienen mucha mayor flexibilidad de comportamiento, hasta el punto de cambiarlo radicalmente, pasando de migrar hace unos años a ser ahora sedentarias", concluye el biólogo.

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