Esta semana, las malas sensaciones de los accionistas de Peabody Energy se confirmaron cuando la empresa, principal productora del carbón del mundo, se vio obligada a declararse en bancarrota en Estados Unidos. Dos factores se sucedieron: una súbita bajada en los precios del carbón que dificultaba mucho a la empresa afrontar una deuda de 10.100 millones de dólares, en gran parte consecuencia de su expansión en Australia.

El pasado mes de diciembre, en las horas previas al Acuerdo de París para luchar contra el cambio climático, John Kerry advirtió de que la firma del pacto global enviaría "un mensaje muy poderoso a los mercados" sobre dónde deberían invertir en materia energética, esto es, retirando el dinero de los combustibles fósiles para dirigirlo a nuevas energías bajas en carbono.

Para ser justos, la caída de Peabody y de otras empresas del sector viene de más atrás. Un mes antes de la COP21 de París, sus acciones habían caído un 90% debido, sobre todo, a la ingente deuda acumulada y a las estrictas regulaciones que las empresas eléctricas impusieron a la quema de carbón. Pero el Acuerdo de París no fue ajeno a esta tendencia: nada más ser aprobado, las acciones de Peabody Energy cayeron un 11,3% y las de Consol Energy, otra importante productora, un 4,9%

El U.S. Oil & Gas Index apenas bajó un 0,5% tras París, mientras los fondos de inversión para energía solar aumentaban. La imagen del carbón, que dentro de los hidrocarburos es visto como más sucio que el petróleo y también está mucho más subvencionado, influyó en esta diferencia de caídas.

La caída de Peabody en el New York Stock Exchange. Brendan McDermid Reuters

Por su parte, desde la carbonera eran conscientes de que el acuerdo les perjudicaba, pero trataron de minimizar los riesgos ante sus inversores. Una investigación de la oficina del fiscal general de Nueva York reveló a finales de 2015 que Peabody dijo repetidas veces a sus inversores que no podían predecir el efecto de la nueva regulación contra el cambio climático, pese a que las consultoras que contrataron habían proyectado un "impacto severo".

En la semana clave de las negociaciones en París, emitieron un comunicado declarando poseer "las fábricas de carbón más limpias del mundo". Pero al mismo tiempo, Peabody fue uno de los que llevaron a la justicia el Clean Power Plan, una serie de medidas propuestas por la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) de Estados Unidos, que prevé aprobar el próximo mes de junio. Estos litigantes sostienen que la EPA no tiene potestad para regular algo como el dióxido de carbono.

Ian Dunlop, antiguo director de la Australian Coal Association y hoy activista medioambiental, cree que "Peabody tomó una posición excepcionalmente irresponsable sobre el cambio climático, en primer lugar negando su propia existencia y empleando grandes cantidades de dinero de los accionistas para desacreditar la ciencia y hacer todo lo posible para evitar la introducción de políticas climáticas sensibles".

El carbón es todavía la principal fuente de energía del mundo, y lo seguirá siendo hasta mediados de siglo. Sin embargo, la Agencia Internacional de la Energía, en su último informe anual, augura un futuro "turbulento" a las empresas carboníferas.

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