restaurante-don-bacalao-valladolid-9

restaurante-don-bacalao-valladolid-9

Sociedad

De restaurantes por Pucela: Don Bacalao

8 enero, 2017 21:59

Fieles al propósito fijado para este nuevo año de buen comer y mejor beber me reuní con un grupo de profesionales liberales capitaneados por mi amigo Oscar Sardón, a la sazón abogado en ejercicio con la especialidad de administrador de fincas, y nos dirigimos al restaurante Don Bacalao para degustar sus viandas, en plan ligero, tras el atracón navideño….

La visita a Don Bacalao había sido auspiciada por el toresano Emilio Casero, un asesor inmobiliario, experto en urbanismo, y la cosa resultó francamente bien. En el local, ubicado en la Plaza de las Brígidas, saludamos a Alfonso García, su propietario, que posteriormente nos atendería personalmente en su coqueto comedor y al que confiamos la comanda tras convincentes explicaciones, algunas llenas de ironía.

Alfonso es un legendario de la hostelería vallisoletana, oriundo de Fompedraza, desde muy joven aprendió el oficio de la mano del cocinero Luis Irízar, en San Sebastián. En 1980 vuelve a Pucela y reabre el Bar Pedro hasta que en 1986 monta Don Bacalao cuya aventura dura ya más de 30 años.

Nos acomodamos en una mesa rectangular con Emilio Casero presidiendo (habíamos preferido una redonda) y Alfonso nos sorprendió con un aperitivo servido en vaso: “cremoso de eneldo con mermelada de tomate” al que acompañamos toda la comida con “CARME”; todo un descubrimiento de este Ribera del Duero procedente de Valbuena. Según nos comentó Alfonso este vinazo procede de viñas viejas, cuyas uvas, de toda la vida, eran destinadas a Vega Sicilia; ahora, la familia propietaria, elabora y comercializa bajo esta marca que significa “majuelo pequeño”, versus Alfonso.

Antes de proseguir el relato del buen yantar hemos de presentar a los dos compañeros de mesa restantes: Rafael Ortíz, un sepulvedano afincado en Simancas y dedicado a menesteres informáticos y diseño de webs y app. Y Carlos Bazán, de Traspinedo, abogado en ejercicio con despacho en la capital pucelana.

Ni que decir tiene que la conversación preliminar fue por derroteros taurinos y cada uno fuimos expresando nuestros gustos en torno a toreros y ganaderías. Oscar Sardón y Carlos Bazán denotaron tomasismo a raudales, mientras que Rafa Ortíz prefiere el toro al torero, sin olvidar a De la Serna y al desaparecido Víctor Barrio; el paisanaje tira. Emilio Casero se decantó por la tauromaquia popular y resultó un tanto animalista; recordó con ahínco sus años mozos corriendo frente a los astados en la “fuente del vino” de su fiesta toresana.

Cuando estábamos en pleno debate taurómaco Alfonso nos sorprendió con una preciosa figura de elefante, ataviado con detalles hindúes, en cuyo lomo, a modo de carga, llevaba el pincho ganador de 2015 denominado “Lechazo Taj Mahal”; obra de Isabel González, la cocinera de Don Bacalao. La tapa en cuestión fue la ganadora del XI Concurso Nacional de Pinchos y Tapas celebrado en Valladolid el pasado año. Delicioso bocado.

Aún con el regusto en la boca de la genial y sorprendente tapa nos llegó “un crujiente de alcachofa de Calahorra con miel y sésamo” que devoramos con fruición y deleite. Sencillo pero delicioso. A continuación nos llegó una “semi-mojama de presa ibérica al alioli de ajo negro” que tuvo enorme aceptación en la mesa. Y por fin… el bacalao.

Y es que Don Bacalao tiene buena y ganada fama de servir este pescado en todas sus formas y conceptos. Uno lo conocía a la brasa cuando lo visité por última vez con motivo de la entrega del otrora trofeo taurino “Maestres de Cocina” a José Tomás, pero realmente salí y salimos convencidos de las dos formas en las que Alfonso nos sirvió este delicioso y socorrido salazón: cocción vapor sal y al clásico pil-pil. Exquisitos ambos.

Obviamente dimos cuenta de otra botella de “Carme” y finalmente, con los cafés, nos llegó de postre una porción del clásico roscón de reyes relleno de nata; esponjoso y delicioso, aunque me pareció escaso quizás por mi vehemente afán al dulce.

Con la foto de rigor junto a Alfonso, nos hicimos la otra foto, la del pago, que ascendió a 40 pavos por barba. Un precio razonable de acuerdo con las excelentes y sorprendentes viandas recibidas, junto al delicioso y no menos sorprendente caldo ribereño. Se agradece el servicio de amables camareras que resultó sin apenas pausas.

Tras un buen almuerzo siempre hay, o debe haber, una buena copa….y una partida de mus. Así que, capitaneados por Oscar Sardón, cruzamos la antigua frontera (en sentido figurado) de la Real Chancillería para ir a Extramuros, o lo que es lo mismo al populoso Barrio de la Rondilla.

Y allí nos topamos con el “Frankfurt”; un legendario bar regentado por el no menos legendario José Antonio Linares donde en épocas florecientes se servían cientos de hamburguesas…y de copas.

Oscar Sardón era uno de esos cientos de jóvenes que frecuentaban el local; ahora lleno de reliquias y de nostalgias pero con sabor actual a tenor de los sensacionales gin-tonic que el bueno de Jóse nos fue sirviendo a lo largo de la tarde-noche mientras los envites y los órdagos se sucedían. A la partida se unió César Moral, un amigo de Oscar Sardón y excelente musista.

En fin, cosa de amigos a los que prometo unirme en la próxima. Todo un placer de haber compartido una jornada animada y alegre. Feliz Año para todos.