Madrina de Ayuda en Acción Maru Lara

Maru Lara se animó a apadrinar hace 18 años, después de ver un programa de televisión donde se explicaba la forma de trabajar de Ayuda en Acción. “Al poco de empezar a trabajar por cuenta propia, cuando aún tenía pocos clientes pero podía pensar en aportar algo”, explica esta abogada malagueña. “Pensé que todos teníamos que colaborar. Esta forma de aportar me enganchó, por eso la elegí, pensé que era muy bonito y una forma de ponerle cara a la ayuda. Parece que si das dinero y no le pones una cara, cuesta más”.

En este tiempo, Maru ha tenido amadrinados a dos niños y dos niñas, en Ecuador y Etiopía. Cuando explica lo que supone para ella ver las cartas que recibe, se siente la sonrisa en su voz. “Cuando ves los dibujos, lees sus cartas… ves que hay una persona a la que con muy poco, menos de lo que cuesta un café al día, se hace una diferencia”, explica. “Estas cartas son esos momentos de inadvertida felicidad. Puede que tengas un día gris, pero recibirla te cambia el día, y no por el color de los dibujos”.

Maru ha tenido la oportunidad de conocer a una de sus niñas amadrinadas. En 2012 viajó a Ecuador y conoció a Cris. Recuerda que entonces no conocía a nadie en la ONG, pero que llamó para decirles que quería ir a conocer el proyecto e implicarse en las tareas que se desarrollaban en terreno y todo fueron facilidades.

“Hacía mucho tiempo que quería hacer algo así, pero no sólo viajar a conocer a la niña que amadrinaba, sino a ayudar”, recuerda. “Lo hice y pasé dos días con ella. Fue maravilloso, ella era consciente de quién era yo”, cuenta Maru con emoción al tiempo que recuerda su llegada al municipio, en la furgoneta de Walter, el encargado de llevar las comunicaciones a esta zona de proyecto, y cómo los niños les recibieron con ilusión.

Al año siguiente, Maru viajó a Seru, en Etiopía, con otras siete personas. En los 12 días que estuvo allí tuvo la oportunidad de visitar los proyectos que realiza la ONG y de convivir y apoyar en sus tareas cotidianas a una familia. De nuevo, en 2014, visitó otra comunidad etíope y fue consciente de problemas tan básicos como la falta de acceso a agua potable. La necesidad de encontrar algo que aliviara el día a día de estas comunidades le llevó a promover un proyecto puntual para la construcción de un pozo de agua. En cuatro meses, con el apoyo de amigos y familia, se logró recaudar a través de un crowdfunding 20.000 euros que se destinaron a la construcción de un pozo en Robgebeya que abastece a 285 familias y a la compra de semillas.

Con el apadrinamiento, los niños se convierten en la cara de la solidaridad, pero el beneficio es para toda la comunidad. Y para beneficiar a todos hay que empezar por la base, sus niños.

De su experiencia en Ecuador y Etiopía, Maru destaca la oportunidad de ver el trabajo que realiza Ayuda en Acción en terreno, lo que se logra con el apadrinamiento.

“El apadrinamiento no es una limosna. No es coger al niño en brazos, es enseñarle a andar”, subraya esta abogada de 45 años. “Se trabaja para fomentar, por ejemplo, cultivos que puedan prosperar en esos terrenos -apoyados en la visión de ingenieros agrónomos-, se trata de cubrir necesidades básicas como la educación y la salud, pero dándoles la mano para que aprendan a andar solos y puedan seguir su desarrollo” una vez que la ONG finalice su etapa allí.

Maru cuenta que en sus viajes a Etiopía ha tenido la oportunidad de “ver lugares muy, muy pobres, donde se estaba iniciando un programa” y también otros donde la organización ya había "conseguido los objetivos marcados y la comunidad es autosuficiente para seguir su labor”. Pone como ejemplo las escuelas que se pusieron en marcha en Etiopía y que, en principio, no dependían del Estado, hasta que más adelante ya las pudo acoger.

“Con el apadrinamiento, los niños se convierten en la cara de la solidaridad, pero el beneficio es para toda la comunidad. Y para beneficiar a todos hay que empezar por la base, sus niños: mejorar la educación, la sanidad, la igualdad, temas de sexualidad son muy importantes en lugares como Etiopía”, destaca. “La diferencia que se logra es muy grande”.

Maru define su compromiso como “una obligación positiva”. Reflexiona sobre la diferencia que supone nacer en un lugar o en otro del mundo y explica que para ella es “casi una obligación devolver la suerte y ayudar a quienes no la han tenido tanto”. “Dentro de las posibilidades de cada uno, ayudar revierte en felicidad para ellos y para uno mismo”, afirma con rotundidad.

Además, subraya algo que preocupa a aquellos que dudan si animarse a colaborar con ONG, que la donación, efectivamente, sirve para algo. “Esa ayuda llega, lo he visto con mis propios ojos en muchas zonas de terreno”, dice ilusionada. “Las dudas que se plantean, muchas veces justificadas porque hay casos de ONG que no han tenido un comportamiento adecuado, no pueden manchar la labor de tantas otras organizaciones”.

La transparencia es algo esencial en el compromiso de la organización tanto hacia sus colaboradores como hacia las comunidades e instituciones locales con las que trabajan. Para certificar un estricto control de los fondos, consultores independientes auditan cada año las cuentas de Ayuda en Acción y la ONG las pone a disposición de cualquiera que desee verlas a través de sus canales públicos.

Para Maru, sin embargo, cada uno puede encontrar la forma en la que quiere colaborar. Igual que hay personas que cuentan con más tiempo para dedicarlo a hacer un voluntariado, para quienes no disponen de tanto tiempo “el apadrinamiento es una vía para ayudar a que se hagan un montón de cosas”.

“El apadrinamiento es una forma tan buena de aportar como otras. Aunque estemos en crisis, es algo coyuntural, tenemos que incrementar nuestra solidaridad”, remata Maru. “Hay que intentar cambiar el mundo. Quizá en un día no lo conseguimos, pero con un poco cada día sí se logra un cambio”.

Apadrina