Jordi Évole entrevista a Javier.
Una víctima de pederastia eclesiástica, en 'Salvados': "Te veía llorar y le daba igual"
El programa denunció el silencio que se produjo en el pueblo del cura.
En España no hay datos sobre el número de casos de pederastia dentro de la Iglesia. Se habla de unos 15 o 20, que son los que se han salido a la luz. Son datos que contrastan con los más de 1.300 casos verificados en EEUU o las 4.500 denuncias recibidas en Australia.
Por todo ello, Salvados quiso reconstruir anoche la historia del padre Ramos Gordón, el primer episodio de pederastia en España reabierto, juzgado y castigado por el Vaticano.
Jordi Évole se desplazó a las provincias de Zamora y León para hablar con una de las víctimas que le denunció y con vecinos de Tábara, el pueblo del que el cura fue párroco durante más de 25 años.
De esta forma el periodista entrevistó a Javier, que estudiaba y residía en el Seminario Menor de la Bañeza, en León, a finales de los ochenta y que contó cómo su hermano y él intentaban evitar los abusos sexuales del sacerdote en La Bañeza:
"Claro que recuerdo la primera vez. No se me va olvidar nunca. Un compañero y mi hermano me dijeron que José Manuel hacía esas cosas feas. Se me hacía muy difícil que un sacerdote hiciera eso. Pero yo creía a mi hermano al 100%. Y más viendo a mi hermano pálido", empezó contando.
"Yo no he vivido algo tan traumático cómo viví ese primer día. Yo me desperté porque me estaban tocando y te quedas inmóvil intentando asimilarlo. Eso me provocaba miedo, pánico. No piensas en reaccionar o gritar. Me tocó, me acariciaba, me masturbaba y cuando se cansó, se fue. No sé si duró seis o siete minutos", relató.
"Si te pillaba dormido, te despertaba y te hacía eso. Si te veía dormido, iba directamente, se arrodillaba y te empezaba a tocar. Él también se tocaba. No hablaba, hacía. Y si cogía confianza iba más allá. Intentabas ponerte boca abajo para que no te tocara y no ayudaba mucho porque también te tocaba. Llevaba cremas, algo líquido, y te tocaba las nalgas, te acariciaba y se iba acercando al ano e introducía su dedo".
"Mi hermano se encerraba en el baño con pestillo. Yo iba, le tocaba la puerta y me abría. Teníamos nuestras señas. Además de muertos muertos de miedo, temblábamos de frío. Yo le decía de volver a la cama y me decía que él se quedaba ahí. Esa situación sucedió durante todo el curso. Era el infierno las noches que venía y las que no venía porque le estabas esperando. Me sorprende que un ser humano vea que estás llorando y pasándolo mal y le daba igual. Hasta que no llegaba a su orgasmo, hacía lo que quería", relató.