Tras la bola

Hablaremos de tenis, aunque también de viajes, ciudades, culturas y periodismo en primera línea de batalla. Porque hay cosas que no se ven, pero tampoco se cuentan.

 

Pista de Wimbledon.

Pista de Wimbledon. Reuters

Poco verde

Pablo Cuevas llegó a Wimbledon lanzado y se fue dolido. El uruguayo, posiblemente uno de los pocos especialistas de tierra batida que quedan en el circuito, consiguió alcanzar la final en el torneo de Nottingham (perdió ante Steve Johnson), la única prueba sobre césped que disputó antes del tercer Grand Slam de la temporada. La derrota 3-6, 6-3, 7-5, 3-6 y 4-6 ante el ruso Kuznetsov destapó un discurso compartido entre muchos jugadores desde hace bastante tiempo.


“Estoy dolido, es un día amargo”, se arrancó el número 24 del mundo. “Jugamos muy poco en esta superficie”, dijo Cuevas. “Wimbledon es mi segundo torneo del año sobre hierba y también el último. Antes estuve en Nottingham y tuve suerte de lograr una buena preparación, pero si hubiese caído a la primera tendría que haber venido a Londres con un solo partido en hierba”, prosiguió. “Y eso es algo que lo hace todo muy complicado”.


En 2015, La ATP ejecutó la decisión de incrementar el número de semanas de la gira de hierba antes de Wimbledon, pasando de dos a tres. El cambio, sin embargo, fue considerado insuficiente por gran parte del vestuario. A diferencia de otras superficies, donde la cantidad de torneos es mucho mayor (40 en cemento y 20 en tierra), la hierba solo cuenta con siete citas a lo largo del calendario. A ese reducido número de pruebas, muy pocas, se le suma un problema mayor: hay lugares donde las canchas de césped no existen.


Precisamente, y para preparar la gira, Cuevas exprimió al máximo sus recursos, como hacen tantos otros. Como en Uruguay no hay pistas de hierba, algo que sucede en muchas otras partes del mundo (también en España, donde hasta hace nada encontrar una cancha de césped era imposible), el 24 mundial se fue a un estadio de fútbol y allí se puso a moverse para practicar los pasos que se dan sobre la superficie verde, tan necesarios a la hora de completar una buena adaptación.


“No hay ninguna pista de hierba en Uruguay”, confirmó Cuevas. “Lo más parecido a jugar en césped era irme a un campo de fútbol. La movilidad es lo más complicado de la superficie, así que estuvimos trabajando sobre la hierba todos esos ejercicios, dando pasos. Así me preparé para llegar a Nottingham y Wimbledon”, reconoció con una sonrisa de impotencia antes de marcharse de Londres con una sensación familiar: la gira de hierba llega y se marcha en un suspiro.