Para Donald Trump, su marca es tan importante como lo que ofrece.

Para Donald Trump, su marca es tan importante como lo que ofrece. Gtres

Apple y el iPhone son el Donald Trump de la tecnología

Con el titular de esta opinión no quiero decir que Apple sea una compañía proclive al disparate, a la desorganización, a la ignorancia, al machismo o a tantos otros defectos que adornan al presidente de EEUU. En cuanto a cultura corporativa, Apple es casi todo lo contrario a Donald Trump. Pero coinciden en un factor crucial: ambos tienen la capacidad de absorber toda la atención disponible con independencia del impacto directo que tienen en las vidas de quienes leen sobre ellos.

'Apple' y 'Donald Trump' son términos de búsqueda populares, cada cosa que hacen despierta interés por parte de los lectores y consiguen algo muy difícil: cuando una noticia los incluye en el titular consigue más tráfico que la media.

La compañía que dirige Tim Cook lo ha logrado de manera loable, llevando al éxito una nueva categoría de producto, el smartphone, y generando tecnología valiosa que ha contribuido a transformar la sociedad. El otro ha utilizado métodos mucho menos admirables para convertirse en el hombre más poderoso del mundo, pero tanto empresa como presidente coinciden también en que cuentan con legiones de admiradores devotos y enemigos acérrimos, muy inclinados a maximizar sus fallos e ignorar sus aciertos.

La influencia de Trump y Apple en los medios españoles no tiene mucho que ver con su relevancia local. Sin duda, los analistas bursátiles y los inversores tienen mucho interés en lo que pasa con Apple, dado que se juegan con ella su dinero. Y, desde luego, el peso de EEUU en el mundo obliga a prestar atención a los movimientos de Trump. Pero en ambos casos el nivel de escrutinio roza lo ridículo. Cada gesto supone una avalancha informativa.

En el caso de Apple, entre los usuarios españoles no tiene mucho sentido tanto seguimiento. El mercado nacional está dominado por Android, con más del 90% de cuota, según Kantar Worlpanel. El ciclo de ventas de la compañía suele provocar que a partir de octubre, con sus nuevos lanzamientos, su cuota de unidades vendidas medida por GfK suba hasta el entorno del 15%, para volver a descender desde mayo hasta por debajo del 10%. En ambos casos, muy por debajo de los líderes absolutos del mercado, Samsung y Huawei. ¿El motivo? No tantos españoles pueden gastarse 1.149€ en un iPhone X y, para colmo, como no tantos lo compran, la penalización social por no tenerlo es menor.

Ni siquiera desde el punto de la innovación parece tener sentido fijarse tanto en Apple. Con mucho criterio, la compañía trabaja menos en la innovación disruptiva que en la incremental. Coge las cosas que hace la competencia, las introduce de la forma que considera más oportuna cuando le parece oportuno y se aprovecha de su magnífica imagen de marca para vender con enormes márgenes y costes contenidos, apropiándose de forma discursiva de los avances.

¿Novedades?

De las novedades presentadas por el iPhone X, todas tienen sus versiones en terminales anteriores, pero la gran baza de Apple es que hasta las novedades no están incorporadas en su producto nadie parece fijarse en ellas. Sus detractores creen que es por puro postureo, mientras que sus admiradores señalan que, simplemente, siempre lo hacen mejor que el resto. 

Apple puede conseguir que los mismos periodistas que decían que la carga inalámbrica no era realmente útil (lo es) presuman de sus ventajas sólo cuando está incorporada en un dispositivo del fabricante de la manzana. ¿Cómo lo logran? Trump y el tristemente fallecido Steve Jobs coincidían en su uso constante de la hipérbole, en su manera en insistir de forma machacona en que las cosas son 'huge' o 'great' con independencia de qué sean en realidad. 

Como en el caso de Donald Trump, Apple medra gracias a su forma de ser diferente a todos los demás, a su énfasis en una marca que denota cualidades, las tenga o no. Sí, es justo afirmar que Apple tiene una ratio marca/realidad mucho mejor que la de Trump, pero en ambos casos han sabido generar un constructo social que les permite un éxito que extraña a quienes no han conseguido dominar la misma fórmula.

Y por último, que no se nos olvide, en ambos casos es relativamente poco importante lo que piense el resto del mundo, ambos tienen de su lado a la mitad de EEUU. Que no es poca cosa.