Autismo, puzles y galletas

En este espacio os contaremos nuestra vida. La mía, que aporto la firma. La de Ana, mamá, que pone el corazón, la fuerza, la esperanza y el amor. Y la de nuestros hijo, del que nunca usaremos su nombre ni colgaremos imágenes. Os contaremos penas y alegrías. Los malos tragos y todo aquello que, creemos, puede servir de ayuda para superarlos y, por supuesto, las alegrías, que también las hay, y muchas.

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Mi hijo es autista y tiene superpoderes

El 18 de diciembre de 2007, la Asamblea General de Naciones Unidas decidió en su resolución A/RES/62/139 que, a partir de ese momento, el 2 de abril sería declarado Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo. Entonces, papá no sabía nada de mamá ni mamá se imaginaba que él sería papá. De hecho, ni siquiera nos conocíamos, así que quién iba a pensar en niños.

Vivíamos felices en la ignorancia común, inconscientes de lo que la vida nos reservaba a la vuelta de la esquina, ilusos imaginando que los sueños siempre se cumplen. Una princesa y su príncipe azul, el castillo, el coche de caballos blancos... Y con todo lo que imaginamos nos quedamos cortos.

El destino vino a nuestro encuentro en forma de diagnóstico un 20 de enero de 2016. Tres letras que cambiarían nuestra vida hasta extremos inimaginables. Pero no como todos piensan. Nuestro hijo tiene TEA. O lo que es lo mismo: Trastorno del Espectro Autista. Algunos lo habrán oído, otros no. Algunos conocerán algún detalle, otros únicamente alimentarán prejuicios y sumarán estereotipos a los que agarrarse. Sin embargo, ninguno de ellos sabe que esas tres letras conceden superpoderes.

- Superlenguaje - Nuestro hijo no habla, no al menos de una forma comunicativa convencional y, aún así, cada palabra que pronuncia contiene tanto significado y trascendencia -o más- que los prólogos de las grandes obras de la literatura universal. Es como aquellos viejos sabios que hablan poco, pero cuando lo hacen todos deberían escuchar.

- Supervisión - Es capaz de evitar que sus ojos se crucen en el camino de los tuyos aunque la distancia entre ellos sea de centímetros. Algo que no le impide decirte todo -y mucho más- en una milésima de segundo, aunque sea de soslayo.

- Superempatía - Él no sabe ponerse en el lugar del otro, aunque la mayor parte de los miembros de esta sociedad tampoco, pero su cariño y sus muestras de afecto son mucho más profundas, mucho más significativas y, desde luego, mucho más trascendentes. Es la calidez del amor incondicional incluso cuando no reconoce al otro como a un igual.

- Superconcentración - Si al común de los mortales, los árboles, en ocasiones, nos impiden ver el bosque, para él cada hoja de cada árbol, cada arruga en la corteza de cada tronco, merece la mayor de las atenciones. Es la obsesión por las pequeñas cosas, por los detalles, ese respeto que siempre se admira en las culturas ancestrales que el siglo XXI nos roba cada día.

- Supersociabilidad - ¿Cómo puede ser que sin empatizar ni relacionarse con los demás, todos quieran estar con él? Los niños quieren jugar con él, acercarse a él, cuidarle, mimarle, atenderle. Los adultos, más todavía. Si eso, sin una sola mirada, no es un superpoder...

- Superflexibilidad - Despertar a las 07.10. Desayuno a las 07.15. Juego a las 07.25. Guarde a las 08.30. Comida a las 12.30... Y así en una sucesión vital perfectamente ordenada y milimetrada hasta las 23.15, hora de dormir. La rutina que tanto odiamos los adultos, tan necesaria para el ciclo de la vida, en él es natural, lógica e inalterabe y genera la misma envidia que los relojes suizos o la puntualidad británica.

- Supersensibilidad - Si un sonido difiere media nota del siguiente, sus orejas se ponen de punta como las de Daredevil. Si dos paredes de la misma habitación difieren una micra en el grosor del gotelé, las yemas de sus dedos se activan como las de Spiderman. Y si las galletas no son las de siempre, su gusto se agria.

- Superinteligencia - La necesidad humana de medirlo todo inventó el CI -coeficiente intelectual- para ordenarnos según un ranking que más tarde comprendemos inútil si no se asocia a la implicación, los gustos o la satisfacción, valores que nuestro hijo no sólo posee sino que potencia al máximo, casi como si del profesor Charles Xavier se tratara.

Un superpoder tras otro para desmontar mitos, para contar realidades -las nuestras, que son las únicas que relataremos en este blog-. De esto trata el 2 de abril de 2017 y todos los 2 de abril que vendrán en el futuro: de concienciar sobre el autismo, de eliminar estereotipos, aunque tengamos que pintar todos los edificios del mundo de azul.

Ese será el único afán del blog que hoy comenzamos: contar nuestras vivencias, nuestras experiencias, nuestros miedos, nuestras penas y alegrías (que también las hay, y muchas), las cosas que le suceden a nuestro hijo, los desafíos a los que se enfrenta, las peleas -burocráticas la mayoría- que libramos sus papás por él... Un desahogo para nosotros y, tal vez, quién sabe, una ayuda, por pequeña que sea, para algunos padres que ahora mismo se están preguntando '¿será mi hijo autista?'.