Opinión

¿Quedan socialistas en el PSOE?

La presidenta del PSOE, Cristina Narbona, el presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez y la vicesecretaria general del PSOE, vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, durante la reunión del Comité Federal del PSOE.

La presidenta del PSOE, Cristina Narbona, el presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez y la vicesecretaria general del PSOE, vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, durante la reunión del Comité Federal del PSOE. E.P

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Y si quedan, ¿dónde están, qué hacen, han perdido el habla o quizás han perdido la libertad de expresión y de pensamiento?

Sánchez va a convocar el congreso del PSOE. Todavía no toca, el calendario dice que falta un año. Entonces, ¿qué pretende, cuál es la urgencia? ¿Alguien dentro del PSOE ha cuestionado la necesidad del adelanto?

Para España no hay necesidad de este movimiento sorpresivo de Sánchez, pero es que para el Partido Socialista y para el socialismo como soporte ideológico de este partido tampoco lo es. No hay que esperar una razón lógica, ni siquiera una razón aparente, porque el único interés que esconde esta maniobra es un interés personal, y en pro de ese interés quiere implicar y hacer cómplice al partido, detrás del que se quiere camuflar.

Que todos se enteren de que el partido es lo que él diga. Eso hoy, pero si mañana cambia de opinión, será otra cosa. Y eso es lo que hay.

Sánchez está pasando por una situación complicada, muy complicada. En lo personal: su mujer, su hermano, la mujer del hermano… Corrupciones afines que planean sobre su cabeza: Ábalos, Koldo, la presidenta del congreso y ministros bajo sospecha… En lo referente a la gobernabilidad de España: la amenaza de Puigdemont, la inestabilidad de Esquerra, la debilidad y dependencia de Illa en la Generalitat… En lo político: el concierto catalán, la rebelión de algunas federaciones socialistas, el descontento de los ciudadanos…

Sánchez tiene muchos frentes abiertos y percibe una amenaza que puede desalojarlo de la Moncloa. Y eso no lo soporta, eso lo descompone y lo saca de quicio. Y cuando Sánchez está en esta situación empieza a maquinar, a inventar algo que desvíe la atención de lo que está pasando, a reforzar el control sobre todo lo que le rodea y a utilizar a su corte de sumisos para difundir las consignas y el mensaje que, una vez más, le aparte del precipicio.

Pero esta vez hay en juego algo más importante, algo esencial.

Una breve puesta en cuestión antes de continuar: Sánchez quiere a Illa en la Generalitat aunque no gobierne, aunque ERC marque el paso y aunque Puigdemont y su cuadrilla estén permanentemente como una espada de Damocles sobre su cabeza. Sánchez necesita los votos de esas formaciones independentistas para mantenerse en el poder y para eso tiene que pagar un altísimo precio, el precio prohibitivo que supone conceder el concierto catalán y el compromiso de un referéndum de autodeterminación. Además, ha puesto en pie de guerra a las comunidades autónomas y a los barones socialistas.

Y aquí viene la verdadera razón del prematuro y apresurado congreso: Sánchez tiene que conseguir que le respalden un cambio esencial en el ideario socialista, tiene que conseguir sacar de la letra y el espíritu los conceptos de igualdad y solidaridad. Tiene que convencer a quienes dudan de que no se han enterado bien de qué va la cosa.

Los convencerá de que la igualdad no tiene porqué significar ser todos iguales, porque hay singularidades y que la solidaridad tiene matices que no hemos sabido interpretar.

Y es que la cosa va de vaciar de contenido ideológico al partido y cambiar la estructura del Estado. Illa en Cataluña es la punta del Estado plurinacional; aunque la Constitución diga lo que dice, eso de cumplir la Constitución es para otros, para los mortales, pero no para Pedro Sánchez Perez-Castejón. Ahora ha empezado la campaña de que lo que se da a Cataluña lo pueden pedir las demás comunidades autónomas, por lo que la desigualdad no existe si no es porque éstas renuncian a ser iguales. Pura falacia, pura mentira, pura manipulación.

Sánchez quiere que su Congreso le dé tres bulas: renunciar al ideario (cambiarlo) y a la esencia del socialismo democrático, cambiar la Constitución por la puerta trasera y adelantar la purga de los barones díscolos, aquéllos que piensan por sí mismos, los que saben que no le deben a Sánchez su vida ni su existencia. Los palmeros harán su trabajo, traicionarán al partido y auparán a Sánchez al púlpito desde donde los bendecirá a todos y culminará la destrucción de lo conseguido en la transición. Y si hace falta una mano adicional, Conde-Pumpido pondrá a sus pies al Tribunal Constitucional.

En ese momento no quedarán socialistas en el PSOE. No será un partido, será una organización integrada por aquello y aquéllos que le interesen a Sánchez y que irá cogiendo en cada lugar y en cada momento para él convenientes.

Después de este imprevisto congreso, Sánchez no habrá conseguido que el PSOE gobierne hasta agotar la legislatura, pero sí mantenerse él en el poder, habrá conseguido dejar sin dignidad a muchos militantes que fueron socialistas y que ahora son seres errantes, débiles y sin capacidad para levantar la voz, tal vez tampoco la mirada. Serán gente sometida por un individuo que, desde el principio, es toda una farsa. Y todo por pura ambición.