Opinión

Vivir sin vivir

Ciudadanos pasean por Valencia.

Ciudadanos pasean por Valencia. EFE

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Este vivir es un sin vivir, este parece ser el lema que se ha adoptado por la ciudadanía española, como forma de manejo de la pandemia, y mucho me temo, que aquellos que los nacionalistas, en lo que respecta a su comportamiento pandemista, no se diferencian del resto de españólicos.

La aparición de la Covid 19 ha supuesto, a nivel global, simbólicamente hablando, la recuperación de las pestes y las plagas, que con cierta periodicidad reaparecían y asolaban Europa, y de alguna forma esta bofetada al orgullo y prepotencia de la humanidad le obliga y le receta una cura de humildad.

Volviendo a la tierra patria, el cuasi histerismo con que se está viviendo este hecho vírico, sirve para poner de relieve varios de los males que nos aquejan a algunos de los cuales paso a referirme.

En primer lugar pone de relieve la debilidad política en el tema sanitario en varios aspectos: la jibarización del papel que en el mismo juega la administración central y su responsabilidad sobre el conjunto del sistema, y el abandono al que ha sido sometido la política sanitaria por parte de los diferentes gobiernos que han ejercido el poder del Estado.

Este hecho para lo único que ha servido ha sido para acrecentar la desigualdad entre españoles, en función de su lugar de nacimiento, y no parece existir, por parte del gobierno central, preocupación al respecto. Resulta paradójico que una parte significativa de su renovación tecnológica sanitaria:  incorporación de mamóferos digitales, aceleradores liniales, o de prontoterapia a los hospitales públicos sean regalados por una fundación privada.

Es difícil entender que, en paralelo al crecimiento de la población (incremento de más de diez millones de personas debido a la inmigración), a su diversificación de orígenes, y al envejecimiento de la misma, en los más de cuarenta años de la etapa democrática, no se hayan reforzado, en igual cuantía, cuantitativa y cualitativa, ni las infraestructuras, ni los presupuestos, ni las dotaciones, ni el ratio y cualificaciones del personal sanitario por paciente.

Al parecer, y baste citar un ejemplo, una de las causas de la diferencial mortalidad que tuvieron Alemania y España, en la primera ola, está en un hecho tan simple como el numero disponible de respiradores por paciente que tenían los hospitales de uno y otro país.

Un segundo aspecto que pone de relieve esta pandemia es el diferente tipo de respuestas que han arbitrado las Autonomía, que les ha tocado responsabilizarse de la misma, sin disponer para ello ni de una ley de pandemias, a la cual el gobierno se ha negado, por lo que se asiste a modos de abordaje diferentes, en función de la Autonomía que se trate, y las prioridades políticas, económicas y sociales que establezcan.

Las decisiones tomadas por las Autonomías han incidido directamente, tanto a nivel sanitario como económico, y los datos lo demuestran, que la Covid 19,  ha puesto en jaque el sistema hospitalario y  la creación de empleo, y  cuando vienen mal dadas, a pesar del comportamiento persecutorio que el actual ejecutivo ha dirigido contra la Comunidad de Madrid, esta Autonomía  ha mitigado el colapso hospitalario con la construcción de un hospital especializado en pandemias,  y liderado la recuperación económica, con la creación del mayor número de empleos que se crearon en España en el pasado año.

Un tercer aspecto a señalar es el efecto que la pandemia ha tenido en la ciudadanía, ha diezmado a la población, y actuado, dado que el miedo es libre, como disolvente de los lazos familiares y de amistad pre- existentes, creando graves trastornos psicológicos en una parte importante de las personas, reduciendo la confianza intrafamiliar y entre los grupos de iguales y deteriorando gravemente todo el tejido social, que constará años restañar y recomponer.

Por último, la generación de la desconfianza entre personas,  es el calvo de cultivo de los regímenes autoritarios y en nuestro caso ha servido como Marcos Peña Molina recoge “que Pedro Sánchez, ha dictado desde junio de 2018 más de 100 decretos leyes” y nos alerta  “que Triepel! nos advirtió sobre la deriva de un sistema parlamentario partidista a otro de corte plebiscitaria que, sin control efectivo, construía de facto una dictadura democrática (plebe scitum) donde se reunían en unas mismas manos la producción legal y su aplicación ejecutiva, y en cuya base se encontraba una “estrategia planificadora para mantenerse en el poder”.

Las arbitrariedades legales cometidas por el actual ejecutivo, con la excusa de la  Covid-19, en cuanto a la privación de derechos políticos de los ciudadanos, le han llevado a que el Tribunal Constitucional afirmara que el confinamiento vulneró el derecho fundamental de circulación, residencia y reunión, en el primer Estado de alarma que decretó y, asimismo declaró inconstitucional el decreto por el que se acordó el segundo estado de alarma (vigente entre el 9 de noviembre de 2020 y el 9 de mayo de 2021).