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La gran mentira

Pedro Sánchez con Quim Torra y Pere Aragonès. / CG

Pedro Sánchez con Quim Torra y Pere Aragonès. / CG

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Si por error, despiste o fiebre alta el presidente Pedro Sánchez dijera alguna verdad, la política española entraría en colapso. No podría soportar que de repente, sin previo aviso, una verdad fuera dicha desde el trono inaccesible desde el que este nuevo sátrapa nos gobierna. En los tiempos lejanos de la campaña electoral, cuando desde la trinchera Iván el Terrible acumulaba las toallitas para el Falcon, no ha habido promesa que no haya sido incumplida, palabra que no haya sido pisoteada, regeneración que no se haya convertido, oh, socialismo, en justamente lo contrario.

Son tantas las falacias, embustes y engaños que uno pierde la cuenta, como se pierde la cuenta de las veces que los sediciosos repiten democracia y referéndum unilateral en la misma frase, como si ese oxímoron tuviera alguna vez posibilidad de dejar de serlo.

De momento nos vende, con todos sus buques mediáticos y algún que otro NO-DO verde, el cuento de la lechera Concordia, que de tanto concordar se nos fue demasiado pronto. La Generalidad lazi, obligará a los ciudadanos a pagar de su dinero, más todavía, el desvarío pijo y fascista de quienes han provocado el único conflicto que vive Cataluña: la violencia política ejercida por unos catalanes sediciosos contra otros catalanes cuyo sentir español les lleva al silencio y a la muerte civil.

El cuento manido de la gran nación catalana, regado con millones de euros de las antiguas pesetas, la broma macabra de los presos políticos, la gran máquina de manipulación masiva, también llamada TV3, y los miles de apesebrados, de sueldos y prebendas que escapan a cualquier control, conforman un panorama idílico para que este gran mentiroso continúe con su proyecto personal y solitario: seguir disfrutando de avión privado y casa con piscina para los amigos.

La concordia no existe sin democracia, y en Cataluña la democracia sigue en mínimos, disimulado por la inacción o cobardía, vergüenza o complicidad de los que un día llamamos partidos con sentido de Estado.

Esta es la gran mentira que para mantenerse en el poder, exclusivamente por eso, Sánchez trata de imponer como relato único, grande y libre.