Opinión

El centro y la libertad

Isabel Díaz Ayuso.

Isabel Díaz Ayuso.

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Las elecciones de Madrid han dado un vuelco al tablero político, reforzando considerablemente al Partido Popular como la alternativa por antonomasia al sanchismo, y es sólo tras estos comicios que Pablo Casado ha vuelto a hablar de la centralidad política, y lo ha hecho porque el centrismo es algo que sólo se puede reivindicar desde la victoria, nunca en el campo de batalla.

Edmundo Bal, que con diferencia era el candidato más capaz y preparado de todos los que se presentaban a los comicios, ha sufrido una injusta derrota que no es producto sino del cúmulo de malas decisiones que Ciudadanos lleva sumando desde 2019, cuando Albert Rivera decidió inaugurar esta etapa de polarización enfrentándose a Sánchez y eligiendo al PP como socio preferencial. Qué ironía que quien ha terminado beneficiándose de esa estrategia ha sido precisamente Pablo Casado, que ahora presenta con un talante aznarista un ambicioso proyecto de reunificación del centro-derecha que, al menos en Madrid, parece haber dado sus frutos.

La batalla por la libertad, aquella que se da en los momentos en los que los liberticidas de izquierda y derecha asumen posiciones cercanas al autoritarismo, fue la que condujo a Albert Rivera a identificar al PSOE con el enemigo absoluto de la libertad, obviando el hecho de que cuando el PP consiguió mayoría absoluta en 2011 subió los impuestos, favoreció la precarización del mercado laboral y ni siquiera tuvo tiempo de consolidar sus reformas, ofreciendo una situación mejor que cuando entró, pero muy lejos de ser óptima.

El error de Inés Arrimadas, en cambio, ha sido el falso confort del centro político en un escenario de derrota. Bien saben Angela Merkel, Sebastian Kurz, Macron, el mismo Aznar o incluso Rajoy que el centro es aquello que el liberal vende cuando ya ha conseguido la hegemonía, y que hasta entonces la batalla que debe dar es en nombre de la libertad. Porque el potencial reformista de la idea de Libertad no tiene límites, y no es casualidad que Ayuso lo haya elegido como pilar central de su campaña: si Rivera consiguió crecer a costa del PP cuando Rajoy iba de moderado, Ayuso ha conseguido sepultar a Ciudadanos cuando se han cambiado las tornas porque, en estos comicios, Ayuso era la liberal y Bal el moderado, y está visto que la moderación no vende, al menos mientras no tengas todo el pescado vendido.

De vender va la cosa, porque Arrimadas ha vendido la piel del oso antes de cazarla, la moderación en un momento de polarización no es buena estrategia, y no lo es porque primero hay que ganar para luego ofrecer consenso, moderación y concesiones. Sin embargo, y paradójicamente, el resultado de las elecciones madrileñas va a permitir que Ayuso gobierne en solitario sin Vox, pero también sin Ciudadanos, lo cual hace cierta la idea de que la moderación es propia de quien se alza victorioso, no de quien está al borde de la desaparición.

El centro no se reivindica, es un privilegio que se otorga a quienes han salido victoriosos de su batalla a favor de la Libertad. Y hoy Ayuso, serenísima en el sentido de las antiguas repúblicas medievales, puede permitirse el lujo de ser centrista. Ciudadanos tuvo la oportunidad de ser centrista en 2019, utilizando su posición de privilegio para hacer el amago de moderar a un PSOE inmerso en el maquiavelismo de Iván Redondo, pero o lo hizo con la boca chica o, simplemente, no supo gestionar su éxito.

El precio que el liberal paga por no saber ganar es verse obligado a aprender a perderlo absolutamente todo. Que el PP tome nota porque, como no sepa ejercer de centrista en este momento, lo mismo le pone en bandeja a otro la oportunidad de luchar por la libertad.