Reveses de la resistencia

Viktor Orban en una imagen de archivo. Francois Lenoir Reuters

Los modestos cambios que empiezan a darse en la manipulada sociedad húngara invitan a la esperanza. La primera fractura del régimen autoritario vino dada por el éxito en las elecciones municipales celebradas hace dos años, donde la mayoría de los partidos de la oposición, conformando un frente común arrebató gran parte de las alcaldías al partido mayoritario Fidesz de Orbán.

Desde entonces el autoritario presidente no ha dejado de atacar a las alcaldías de la oposición, ahogándoles financieramente y arrebatándoles los escasos fondos de que disponían. En paralelo ha atacado a las instituciones que gozaban de una cierta independencia en el país, como la Academia de Ciencias, o las universidades que, cuando el gobierno les privó de todos sus institutos de investigación o les quitaron la autonomía académica, tras una fuerte oposición inicial, acabaron claudicando.

En última instancia, Orbán se dirigió a atacar los últimos reductos de la cultura y comunicación no afines. Pero en estas entidades la organización de la resistencia cuajó tanto en la Escuela de Teatro como en Klubrádió, que han logrado obtener sonoras victorias frente a un régimen que trata de aniquilar cualquier entidad que se oponga a sus dictados.

En el caso de Klubrádió, cuando caducó su licencia, fue la única radio que volvió a presentarse cuando la frecuencia en que sintonizaba volvió a salir a concurso y a la que denegó la licencia alegando falta de confianza en la programación (un ejemplo de censura). Afortunadamente y como ya se esperaba su denegación, la radio previó un plan B, salir a las ondas vía internet, por lo que pudo zafarse de la aniquilación.

El escándalo de Klubrádió trascendió a todo el mundo y la radio ha recibido el apoyo y la solidaridad de entidades de muchos países, mayoritariamente europeos. Actualmente, se financia por suscriptores y ha ampliado su audiencia y alcance. Se puede afirmar que hoy es la única radio libre que se escucha en todo el país y por los húngaros en el exterior que superan los dos millones, entre emigrantes y los históricamente asentados en países del entorno.

El segundo revés al régimen le ha venido dado de la mano de la de la Universidad de Teatro y Artes Cinematográficas (SZFE). Los estudiantes y profesores que rehusaron plegarse a las censuras y cambios introducidos por Orbán, presentaron su caso a una serie de entidades semejantes europeas buscando un apoyo que obtuvieron de la Universität Mozarteum (Salzburgo), la Akademie für Darstellende Kunst Baden-Würtenberg (Ludwigsburg), la Akademia Teatralna im. Aleksandra Zelwerowicza (Varsovia), y la Accademia Teatro Dimitri (Verscio).

Esta solución permitirá a unos 200 estudiantes estudiar en Hungría con sus antiguos profesores, reprobados por el régimen, y las universidades extranjeras aceptarán los créditos que los estudiantes ya han ganado, así como los que obtengan en el futuro.

Esta original salida solidaria entre universidades y Academias de Teatro y Ciencias Escénicas, marca un interesante precedente a nivel europeo muy plausible, y genera vías de escape que deben ser tenidas en consideración ante la deriva autoritaria que, en el seno de la Unión, afecta ya a algunos países.

Como señala Eva Balog en su blog esta “salida de emergencia se ha convertido en una vergüenza para el régimen húngaro autocrático en lugar de una gran victoria”.

El último gran revés para este régimen autocrático le ha venido dado por el 18 de marzo al verse obligado a abandonar el Partido Popular Europeo, antes de que le invitaran a salir. Esta nueva situación, a nivel político, a Orbán le va a suponer una gran pérdida de influencia en el marco europeo, y su alienación con grupos más populistas y periféricos en el Parlamento Europeo.

También la deficiente gestión de la pandemia, la Sanidad, durante años ha sufrido una gran abandono de medios, ante el actual repunte presenta un acusado déficit de camas hospitalarias y profesionales, a lo que hay que añadir el desastre económico que ha generado, por el prolongado cierre de todo tipo de tiendas, bares y hostelería, salas de concierto, cines y teatros, junto a establecimientos que no sean de alimentos, y sin un sistema que garantice una cobertura mínima de desempleo seria (el paro se reduce a tres meses) van a jugar en su contra.

Pero lo remarcable hoy es el apoyo de las entidades civiles, académicas y de medios de comunicación que demuestran la solidaridad de la sociedad civil intraeuropea y los canales que pueden establecerse entre aquellos que no se doblegan a los políticos narcisos, psicópatas y autoritarios, de uno y otro signo, y el compromiso de los ciudadanos con los medios que posibilitan la libertad de expresión, al margen de la fanfarrias estatales y de los partidos políticos, que hoy más que nunca marcan la autonomía que caracteriza a los ciudadanos europeos libres e iguales, a pesar de las lenguas, las etnias, las patrias y las distancias.