Opinión

¡Adiós, amigos... no pudimos despediros!

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Amanecerá… siempre amanecerá. Vuestra imagen aferrada a la soledad de una gigantesca morgue volverá. Será el estigma de nuestro conformismo.

Amigos, todos, ¡qué pronto se pasan las hojas del libro que no se quiere leer!...

Ahora, sólo nos queda la sonrisa triste, acompañada de rencor.

Amigos, todos, es difícil perdonar, lo sabemos, pero, allá donde os encontréis queremos que sepáis que aquí, en este lodazal, donde nos encontramos, hay muchos amigos vuestros que, todos los días, al amanecer, abren sus ventanas y gritan vuestros nombres… escriben vuestro recuerdo…

¡Prometemos señalar y condenar! Porque será paz, para vosotros y para nosotros, esperanza.

¡Perdón!

“Volcaré mis escándalos... Publicaré mis abusos... Ensuciaré mi rostro... Abriré la ventana de mi defenestración... será mi castigo... Provocaré que me odien, que me estigmaticen, que oculten mi nombre, que arrebaten mi libertad y permitan mi linchamiento”.

“Ahora, mi paz, resquebrajada, llora el poder farisaico, que escribió con iniciales lo que permitió con su silencio”.

¡Siento que no podáis ver lo triste que es una vida que traiciona sus propios ideales...!